Los padres de Sara cortaban los trozos de árboles que volaban hacia ellos lanzados por Gula para aplastarlos. Eran muchos y viajaban muy rápido como para poderlos esquivar.
El padre cortaba los troncos más grandes mientras que su esposa los tomaba en pleno aire redirigiéndolos lo más lejos posible, era una coordinación perfecta un baile de elegancia. Pero no durarían mucho, empezaba a notarse el cansancio en sus rostros, los brazos del padre palpitaban el esfuerzo era demasiado, y la madre a veces se desequilibraba cayendo de rodillas al suelo.
–Sarita– dijo la madre tratando de levantarse
Los árboles se detuvieron, el esposo empuño la espada mientras su esposa descansaba de rodillas.
Fue un segundo cuando Gula voló por el aire con su boca abierta desencajada a formas inhumanas, acabaría engulléndolos.
Un silbido sonó por el bosque no se podía saber de dónde provenía era como si viniera de todas partes, la expresión de sed de sangre se desvanecía del rostro de Gula qué caía a un lado de los padres, se levantó como si nada, miro a su izquierda y después salió corriendo en esa dirección ignorándolos a ellos.