El CorazÓn De La Bestia (el Lobo De Albemarle) * B.I # 1 y 2

XX| PESADILLA

BELLA

«(New Hope – Estados unidos)

Nueva esperanza.

Finales de julio de 1802...

—Debe ir amo —soltó ni bien se despertó con el frio le calaba hasta los huesos al no apreciarlo rodeando su cintura con aquel brazo posesivo que la llenaba de seguridad, mirando desde atrás lo que lo tenía fuera de la cama antes del amanecer.

Pues desde que se la había llevado con el no existía noche, y hora del día que no pulularan de forma consciente e inconsciente alrededor del otro.

—No te pienso dejar sola —abandonó la postura en la que tenía los codos reposando en sus muslos desnudos al estar sentado en la orilla, mientras ella posaba las manos en sus hombros al haber llegado por su espalda, a la par bajaba a consciencia acariciando de forma cadenciosa su pecho desnudo, colocando el propio en la espalda al carecer al completo de indumentaria como su persona —. Y no utilices esos trucos sucios que se te dan tan bien, porque en esto no pienso ceder —rió en su oído al apreciarse descubierta.

En ocasiones utilizaba el poder que tenia sobre su persona de manera carnal para que le cumpliera un par de caprichos.

—No es un truco cuando conoce perfectamente que, gracias a usted, y el seguro de vida que tengo conmigo puedo hacer tiempo mientras regresa —tenía que convencerlo.

—¿Estamos hablando del mismo monstruo? ¿Quieres que te deje a su merced solo para cumplir una cita insignificante? —soltó con ira contenida detenido las caricias que dentro de poco lo dejarían sin poder de razonamiento —. No se ha acercado aun por el peso de mi presencia —claramente, pero no podían estar ligados de por vida.

Eventualmente él se iría tras su objetivo, y quedaría desprotegida.

Solo era un pasatiempo, nada con trascendencia, así que debían dejar de orbitar alrededor del otro e ir aceptando la realidad de a poco.

—Tampoco lo ha hecho porque está lo suficientemente enojado, y soy lo bastante importante para el como para terminar de estropearme —se le cerró la garganta, tras esa verdad que no podía negar al conocerlo lastimosamente como a la palma de su mano —. Me quiere hacer daño, pero no con la ira por los cielos, cuando es consciente de que si se excede me pierde para siempre —y matarla nunca ha estado en sus planes.

—rugió tomándola del brazo, mientras se giraba para acomodarse en el lecho y ponerla sobre su cuerpo a horcajadas, de esa manera quedando sus ojos enfrentados —. —gruñó cerca a sus labios, consiguiendo que contuviera la respiración.

A decir verdad, y siendo fiel a su sentir, de solo considerar la idea de enfrentarlo por dentro estaba temblando como un corderito asustado.

Así que, claramente ella tampoco le hallaba el chiste, solo tenía que actuar con lógica y pensar en sus intereses mutuos.

El prusiano estaba atado de pies y manos al tenerlo en su terreno, y eso que aún no se enteraba de que su interés único en esas tierras también estaba en peligro, y ella no dudaría en ponerla de escudo si eso le hacía ganar segundos preciados al formarse como barrera ante la maldad de su hermano.

O eso quería hacerle creer a Sebastien, porque esa maniobra solo velaba por el interés del Conde, ya que cuando de Edmund Harris se trataba nada le parecía obstáculo.

—No, Belleza y fin de la discusión —tras esa negativa mordió su labio inferior, haciéndola jadear presa del deseo renovado al tenerlo en medio de sus piernas.

Los dos desnudos, y claramente con el mismo grado de excitación que los rondaba la mayor parte del tiempo.

La empaló sin contemplaciones haciéndola gemir de manera audible, mientras se meneaba sobre su regazo consiguiendo una fricción deliciosa que la hizo echar la cabeza hacia atrás blanqueando los ojos.

—Es... es una trampa —soltó entre jadeos dándole la razón —. Pero, lo mejor es hacerlos creer que nos tienen en su poder —una nueva embestida, que, por poco le hace nublar su idea inicial —. Y... y después con...conseguir lo que tanto hemos buscado será menos lejano —por no decir imposible, si lo miraba de su lado de la moneda.

En cambio, de la de él, podía decirse que, aunque no sabía todo el asunto.

Que tenia leves pinceladas que le trazaban un camino, podía plantearse la idea de que cumpliría todo lo que eso significaba el vengar la memoria de su madre.

Y eso a la larga era lo único que importaba.

Uno de los podía salir vencedor, y eso resultaba mejor que ninguno.

—¡No! —volvió a negar mientras la giraba para embestirla con todo lo que tenía, intentando amedrentarla con su mirada mortal, y pese a que le recorría un escalofrío en la espina dorsal, no se rendiría tan fácil.

Necesitaba poner a Edmund de una buena vez en su terreno.

Sentir su mirada sobre ella a lo lejos era lo más espeluznante que había advertido en mucho tiempo.

No podía más.

Sencillamente eso resultaba más aterrador que volverlo a enfrentar.

Porque el mejor que nadie sabía cómo la expectación obraba en su cuerpo.

—Roger cuida de la princesa —se había enterado de su estatus en la sociedad, pero poco el importó cuando las desavenencias la hacían verla como una insignificante cucaracha.

Entrecerró los ojos con la siguiente estocada, consiguiendo que le arañara la espalda y gimiera de forma silenciosa-

» De... de mi —era prácticamente su sombra cuando aparentaba procurar a la alemana por petición de Sebastien al no tener ánimos de vigilarla —. Soy... soy su debilidad, y eso servirá —tenía que hacerlo.




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