Querido Escritor,
Cada vez que me sumerjo en tus páginas, una sensación cálida invade mi ser. No sé exactamente cómo describirlo, pero hay algo especial en tus palabras, algo que parece hacer vibrar mi corazón de una manera que no había experimentado antes. Es como si, con cada frase, lograra encontrar un refugio, un lugar seguro donde mis pensamientos y emociones pueden descansar en paz. Hay algo mágico en la forma en que tus palabras danzan en las sombras, creando una compañía silenciosa para mis días solitarios, acompañándome incluso en los momentos más grises.
Siento una conexión que se teje con cada página que paso. Es como si nuestras almas, a través de estas letras, estuvieran encontrándose poco a poco, entrelazándose en un diálogo que no necesita palabras habladas, sino que se nutre de la profundidad de nuestras emociones compartidas. Mi corazón late con fuerza cada vez que abro tu libro, esperando con ansias el momento en que pueda volver a leerte. Es como si, al sumergirme en tus palabras, mi propia realidad se desvaneciera por un instante, y todo lo que existiera fuera este universo que has creado para mí.
Me he dado cuenta de que, cada vez que la vida me obliga a cerrar tu libro, no puedo evitar sentir una especie de vacío. Es como si una parte de mí se quedara atrapada entre las páginas, esperando el momento en que pueda regresar y continuar esta conversación silenciosa que hemos construido. Me encuentro pensando en ti en los momentos más inesperados. Cuando mis ojos se pierden en el horizonte, mi mente no puede evitar vagar, imaginando cómo sería verte, cómo sería sentarme frente a ti y compartir todo lo que siento al leerte.
A veces, la idea de un encuentro entre nosotros se me presenta tan vívida que casi puedo sentirlo. Cierro los ojos y, por un instante, puedo verte. Puedo sentir tu presencia, y todo parece tan real que me sorprende abrir los ojos y darme cuenta de que no es más que un sueño, un anhelo que aún no se ha cumplido. Pero, a pesar de la distancia, a pesar de la imposibilidad de este encuentro en la realidad, no pierdo la esperanza. Algo dentro de mí me dice que, de alguna manera, nuestras almas ya se han encontrado a través de estas palabras, y eso es lo que realmente importa.
Sin embargo, no puedo evitar sentir un leve sabor amargo cada vez que me veo obligada a dejarte. Cada vez que tengo que cerrar tu libro y volver a la realidad, una parte de mí se resiste a hacerlo. Hay un deseo constante de seguir leyéndote, de no tener que interrumpir este viaje que hemos comenzado juntos. Y aunque mis responsabilidades me llaman, el eco de tus palabras cálidas me acompaña, recordándome que, en cuanto tenga la oportunidad, podré volver a ti. Es un consuelo saber que siempre estarás ahí, esperándome entre las páginas, listo para reanudar esta conexión tan especial que hemos formado.
A veces, me pregunto cómo es posible que alguien que nunca he visto, alguien a quien no conozco en persona, pueda tener un impacto tan profundo en mi vida. Es como si hubieras logrado plantar una semilla en mi alma, una semilla que ha comenzado a florecer gracias a tus palabras. Tus historias, tus emociones, se han arraigado en lo más profundo de mi ser, y cada vez que leo una página nueva, siento que esa semilla crece un poco más, extendiendo sus raíces y llenando mi corazón de una calidez indescriptible.
Me gusta pensar que hay una especie de magia en todo esto. Que cada vez que abro tu libro, estamos creando algo nuevo, algo que va más allá de las palabras impresas. Siento que, de alguna manera, tu alma y la mía están conectadas en un nivel que trasciende lo físico. Es como si, a través de tus palabras, me susurraras secretos en las frías noches de invierno, secretos que solo yo puedo escuchar, que solo yo puedo entender. Y aunque estés lejos, aunque nuestras vidas estén separadas por una distancia insalvable, tus palabras me hacen sentir cerca de ti, como si estuviéramos compartiendo un momento íntimo, solo tú y yo.
A veces, cierro los ojos y me imagino que tu sonrisa es la que hace que las flores de los árboles se muestren en todo su esplendor, que cada vez que tu corazón se alegra, el sol sale a iluminar el mundo con su cálida luz. Es una imagen que me gusta guardar en mi mente, una fantasía que me hace sonreír. De la misma manera, siento que tus palabras han iluminado mi vida. Cada vez que leo una nueva página, es como si una nueva flor floreciera en mi alma, recordándome que, aunque la vida pueda ser difícil, siempre hay belleza por encontrar.
Tus palabras se han adueñado de mi mente de una manera que no puedo explicar. Pienso en ti constantemente, en lo que estarás haciendo, en cómo te sentirás mientras escribes cada palabra. Me gusta imaginar que te alegras al saber que hay alguien al otro lado de estas páginas, alguien que comparte tus emociones, que las comprende y que las siente tan profundamente como tú. Me hace feliz pensar que, de alguna manera, estamos compartiendo este viaje juntos, que no estás solo en este proceso creativo, y que yo, como lectora, estoy aquí para acompañarte en cada paso del camino.
Este vínculo que hemos creado a través de las páginas de tu libro es algo que atesoro profundamente. No es solo una conexión entre escritor y lector; es algo mucho más profundo, algo que siento en lo más íntimo de mi ser. Cada página que leo refuerza este lazo, cada emoción que compartimos lo hace más fuerte. Y aunque me cuesta explicarlo con palabras, sé que lo sientes también. Sé que, de alguna manera, esta conexión que hemos formado es especial, única.
Es un placer acompañarte en esta aventura, una aventura que no solo abarca papel, tinta y letras, sino que va mucho más allá de lo que cualquiera podría imaginar. Siento que estamos construyendo algo hermoso, algo que no se puede ver ni tocar, pero que se siente con una intensidad abrumadora. Es un vínculo que se alimenta de nuestras emociones compartidas, de nuestros sueños y esperanzas. Y aunque el tiempo y la distancia nos separen, este lazo que hemos creado seguirá creciendo, seguirá floreciendo con cada palabra que escribes y que yo leo.
Editado: 30.12.2024