El Corazón escrito

Capítulo 9: La Búsqueda Silenciosa

Querido Escritor,

No puedo evitar decirte, con el corazón abierto y lleno de expectativas, que te busco. Te busco en cada rincón de este mundo que, a veces, parece tan vasto y vacío, pero que se ha llenado de un anhelo constante desde que comencé a leerte. Te busco en las multitudes que pasan apresuradas, en los rostros que se cruzan conmigo en las calles sin detenerse, esperando, tal vez ilusa, encontrar en alguno de esos ojos el brillo que estoy segura emana de los tuyos. Busco una señal, una pista, algo que me haga saber que existes fuera de estas páginas, que el corazón que me ha atrapado entre palabras también late en este mundo real, donde las ilusiones a menudo son efímeras y donde las miradas parecen haber perdido su luz.

Te busco en cada atardecer, cuando el cielo se tiñe de colores cálidos y el sol parece despedirse del día con una calma que siempre me inspira. En esos momentos, me encuentro observando el horizonte, preguntándome si, en algún rincón lejano, tú también estás mirando el mismo cielo, contemplando los mismos tonos dorados y rosados que yo. Me pregunto si, al igual que yo, te dejas llevar por la nostalgia que traen las horas vespertinas, si en esos minutos de quietud también te imaginas cómo sería encontrarme, reconocerme entre la multitud. El cielo, con su inmensidad, parece guardar secretos, y a veces, me atrevo a creer que podría darme una pista de tu paradero, que podría susurrarme al oído la promesa de que un día nuestros caminos se cruzarán más allá de estas páginas.

A veces, querido Escritor, me encuentro deseando que pudieras estar conmigo en los momentos más simples pero significativos de mi vida. Quisiera que pudieras verme reír cuando encuentro algún fragmento especialmente alegre en tu libro, esos momentos en los que tus palabras logran hacerme olvidar las preocupaciones y me arrancan una sonrisa sincera. Me gustaría que estuvieras allí, compartiendo ese instante de felicidad, sintiendo la calidez que tus propias palabras han creado en mi corazón. Y, del mismo modo, quisiera que pudieras estar en aquellos momentos en los que las lágrimas corren por mi rostro, cuando algún pasaje de tu historia me toca de una manera tan profunda que no puedo contener la emoción. Quisiera que, en esos momentos de vulnerabilidad, pudieras ofrecerme consuelo, que pudieras estar ahí para decirme que todo estará bien, que hay belleza incluso en el dolor.

Por las noches, cuando cierro los ojos y dejo que el sueño me envuelva, a menudo me imagino tu rostro. No sé cómo es en realidad, pero en mi mente has tomado forma. Te visualizo sentado a la luz de una vela, tu mano hábil moviéndose con fluidez sobre el papel, dejando que tus pensamientos más profundos fluyan como un río hacia las páginas que eventualmente leeré. Imagino la expresión en tu rostro mientras escribes, la concentración en tus ojos, la ligera sonrisa que, tal vez, se forma en tus labios cuando encuentras la frase perfecta para describir un sentimiento. En esas noches, me gusta pensar que escribes para nosotros, para los que te leemos, pero especialmente para mí, porque en cada palabra que has escrito he encontrado un refugio, una compañía silenciosa que me hace sentir menos sola.

Quiero agradecerte, de todo corazón, por la generosidad de abrir tu alma a través de tus palabras. A veces me cuesta creer que alguien como tú, alguien a quien aún no conozco personalmente, haya podido tocar mi vida de una manera tan profunda. Me has regalado algo invaluable: la sensación de estar acompañada, de ser comprendida, de que hay alguien al otro lado de estas páginas que comparte mis emociones, mis sueños, mis miedos. Eres, sin saberlo, el motivo por el cual me levanto cada mañana con una sonrisa, incluso en los días más difíciles. La ilusión de conocerte, de que nuestras miradas se crucen algún día, me llena de esperanza. Es una fantasía que me acompaña constantemente, pero que ha dejado de ser solo un sueño para convertirse en una fuente de fuerza y alegría.

Me he dado cuenta de que esta conexión que hemos creado a través de las páginas de tu libro es mucho más profunda de lo que podría haber imaginado. Es como si hubiera un hilo invisible que nos une, un hilo que se tensó el día en que tomé tu libro de la estantería y decidí abrirlo. He oído hablar del hilo rojo del destino, el que une a las personas que están destinadas a encontrarse, sin importar cuántos obstáculos se interpongan en su camino. Y, aunque suene fantasioso, no puedo evitar sentir que ese hilo nos une a ti y a mí. El día en que elegí tu libro entre miles, el día en que decidí sumergirme en tu historia, fue el día en que este lazo invisible se hizo presente. Y creo, con todo mi corazón, que algún día ese mismo hilo nos llevará el uno al otro, que nos guiará hasta que finalmente podamos mirarnos a los ojos y reconocer en el otro la conexión que hemos sentido a través de estas palabras.

No puedo evitar imaginar cómo será ese día. Me lo imagino de tantas maneras, en tantos escenarios diferentes, pero siempre con la misma emoción latente en mi pecho. Pienso en cómo será verte por primera vez, en cómo nuestras miradas se encontrarán y, sin necesidad de palabras, sabremos que nos hemos encontrado finalmente. Será un encuentro lleno de magia, de emoción contenida, de años de espera que finalmente llegan a su fin. Y, cuando ese momento llegue, querido Escritor, sé que no nos separaremos jamás. Compartiremos nuestras historias, nuestros sueños, nuestras penas. Compartiremos los libros que nos han marcado, las palabras que nos han cambiado, y juntos crearemos una nueva historia, una que no estará escrita en papel, sino en nuestros corazones.

A veces, me pregunto si tú también me buscas. Si, al igual que yo, te preguntas si existe alguien al otro lado de estas páginas que te comprende, que te valora, que siente esta conexión tan profunda. Me gusta pensar que sí, que en alguna parte de ti también sientes este lazo invisible que nos une, y que, de alguna manera, también estás esperando el momento en que nos encontremos. Tal vez pienses en mí mientras escribes, tal vez te preguntes cómo soy, cómo será el día en que nos veamos por primera vez. Y, si es así, querido Escritor, quiero que sepas que también pienso en ti, que también te busco, y que no descansaré hasta que nuestros caminos finalmente se crucen.




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