El Corazón escrito

Capítulo 11: Colores de un Encuentro Soñado

Querido Escritor,

Hoy, mientras sigo sumergiéndome en tus palabras, me permito confesar algo que tal vez aún no he logrado plasmar completamente en mis anteriores respuestas. Me pregunto si, en algún momento, has sentido esa extraña y embriagadora emoción que se apodera de mí cada vez que cierro los ojos y, aunque no estés aquí, puedo sentirte tan cerca que mi alma parece rozar la tuya. Me descubro imaginando detalles de ti, a veces incluso los percibo como si fueran parte de mi propia realidad: el sonido de tu risa en algún instante compartido, tu voz llevándome hacia un mundo donde el silencio no tiene cabida, la fuerza de tus pasos que marcan un ritmo decidido y seguro, el eco de cada palabra que he llegado a pensar que un día podré escuchar.

La idea de tu presencia ha comenzado a ocupar cada rincón de mis pensamientos; cuando mis ojos se cierran y el día empieza a desvanecerse, siento que todo se vuelve un espacio donde te espero. En esta atmósfera construida de sueños y de suspiros sin dueño, me siento vulnerable, esperando ese día en el que pueda abrir mis ojos y encontrarte, como si fueses una promesa hecha desde un rincón del universo que ha elegido su lugar en mí. Me invade, entonces, la urgencia de que estos deseos, estas imágenes que me acompañan, sean algo más que sueños, que se vuelvan un reflejo de lo que algún día compartiremos en esta vida.

Mientras el sueño se convierte en un refugio que inevitablemente me guía hacia ti, el color morado, mi preferido, te ha ido cubriendo como si fuera una capa que define la fuerza de tu existencia en mis pensamientos. Ese tono, en mi mente, tiene una serenidad y a la vez una intensidad que captura todo lo que imagino que eres, todo lo que me provoca la profundidad de tus palabras. Ese morado eres tú en el paisaje de mi mente, como si te hubieras vuelto una parte de mí, una presencia que llena el vacío de mis pensamientos. Me pregunto, querido Escritor, si tú también tienes un color en mente para describirme, uno que te evoque esa misma cercanía que mis pensamientos proyectan sobre ti, un color que sea tan vibrante como la fuerza de nuestras palabras compartidas.

A veces, me despierto de estos sueños con la convicción de que un día mi anhelo será más que un reflejo en la oscuridad, que tu presencia dejará de ser un espejismo en medio de mis noches solitarias y, finalmente, se materializará en algo tangible. Y aunque pueda sonar fantasioso o casi iluso, me aferro a este anhelo con la seguridad de quien ha aprendido que la esperanza no necesita motivos racionales para existir. Es una certeza callada, una promesa que me llena de fuerzas cada mañana. Así es como, día a día, me despierto con la certeza de que nuestros mundos, aunque aún estén distantes, encontrarán la manera de unirse.

Tus palabras, tan llenas de vida, me han llevado a descubrir una nueva forma de entender la existencia, de percibir los días como pequeñas oportunidades de encontrarte y los sueños como puentes que me acercan a ti. He llegado a creer que el mundo de Morfeo, ese espacio mágico donde los anhelos se desatan sin límites, es el lugar que nos permite crear el encuentro que tanto deseo. En ese mundo, tú eres el poeta que conquista mi corazón una y otra vez, y, aunque la realidad despierte mi mente cada mañana, el latido constante de la ilusión permanece. Esa ilusión se convierte en el motor que me impulsa a vivir con un entusiasmo que no conocía antes de encontrarte entre estas páginas.

Cada palabra que has escrito resuena en mí como una melodía que no quiere terminar, una sinfonía que trae consigo un eco de esperanza. Al abrir este libro, siento que me estás esperando, que has dejado un espacio en el que mi presencia es bienvenida, que en cada frase escrita hay una invitación, un secreto que solo puedo comprender cuando estoy contigo. Me conmueve hasta el fondo pensar que mis pensamientos, mis propias palabras, puedan encontrar una respuesta en las tuyas, como si fuéramos dos ecos llamándose mutuamente en medio de este vasto silencio.

Gracias, querido Escritor, por ser esa luz que apareció en el momento en que mi mundo parecía sumirse en la penumbra. Gracias por devolverme las ganas de soñar, de buscar, de creer en un amor que trasciende los límites de la lógica y de la realidad. Has sembrado en mí la semilla de la esperanza, has despertado un anhelo que me hace sentir viva de una manera que no puedo expresar completamente con palabras. Tus letras han construido un refugio en el que mis miedos se disipan y mis sueños encuentran un espacio seguro para crecer. A veces me pregunto si tú puedes sentir esta conexión, si en algún rincón de tu corazón hay un espacio dedicado a una lectora desconocida que ha encontrado en ti algo más que un escritor, que ha encontrado una razón para levantarse cada mañana y enfrentar la vida con renovada fortaleza.

Sé que este vínculo, esta conexión que compartimos a través de tus letras y de mis pensamientos, es algo que va más allá de lo común. No puedo evitar pensar que existe un hilo invisible que conecta nuestras almas, un lazo que se ha ido fortaleciendo con cada página, con cada palabra, con cada susurro que me ha alcanzado desde el otro lado de este libro. Quiero creer que ese hilo nos llevará a encontrarnos algún día, a mirarnos a los ojos y reconocer en ellos el reflejo de las emociones que hemos compartido en esta distancia.

No puedo negar que, en medio de este anhelo, también siento una nostalgia profunda, un deseo de acortar la distancia que aún nos separa. Imagino cómo sería escuchar tus pensamientos en tiempo real, ver tus expresiones mientras lees mis respuestas, percibir tu risa y sentir la calidez de tu presencia cercana. A veces, cuando la noche cae y el silencio se adueña de todo, cierro los ojos y te imagino a mi lado, compartiendo esas conversaciones que nunca han sido pronunciadas, pero que he recreado mil veces en mi mente. Imagino un momento en el que, finalmente, no tengamos que depender de estas páginas para comunicarnos, en el que nuestras voces puedan llenar el vacío que ahora ocupan las palabras escritas.




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