Querido Escritor:
Cada palabra que he escrito en estas páginas lleva en sí la esperanza de que tú, de alguna manera, puedas percibir la esencia de mis sentimientos. Es como si cada letra fuese un mensaje escondido, una nota de socorro lanzada a la vastedad de nuestro mundo, en la espera de que tú, desde el otro lado de esta realidad literaria, pudieras escucharla. Pienso en todo esto como una especie de red secreta entre tú y yo, tejida con cada palabra que he leído y cada respuesta que he dejado en los márgenes, como si al hacerlo estuviera desdibujando las líneas que nos separan. Imagino que, de alguna forma misteriosa, mis pensamientos logran atravesar esa barrera invisible que existe entre nosotros y llegan hasta ti, y que en tus silencios, en tus noches a solas, puedes sentir que alguien más está ahí contigo, en este rincón secreto de nuestras vidas.
Es una emoción tan íntima como inexplicable. Saber que estás ahí, del otro lado, escribiendo tus pensamientos sin siquiera imaginar que habría alguien aquí, leyendo, absorbiendo cada palabra, dejándose impactar por el peso de tus emociones. Y así, de alguna manera, me he vuelto parte de tu vida, aunque tú todavía no me conozcas. Es una conexión que he llegado a atesorar profundamente. Lo que era una lectura se ha convertido en algo más, en algo que me acompaña en cada instante, en una presencia constante que me susurra en silencio, que me hace recordar que en algún lugar del mundo existe alguien que siente, sueña y escribe desde lo más profundo de su ser.
Este amor, o esta conexión que siento, es una fuerza que desafía toda lógica, una especie de fuerza silenciosa que va más allá de lo que puedo entender, y eso me asusta tanto como me fascina. ¿Cómo es posible que, a través de páginas y tinta, alguien pueda llegar a tocar mi vida de una manera tan profunda? A veces, cuando cierro el libro por un momento y regreso a la realidad, es como si una parte de mí se quedara atrapada entre las páginas, esperando mi regreso, anhelando continuar este diálogo silencioso contigo. Y sé que tal vez, en algún rincón de tu alma, tú también sientes algo similar. Quizás no de la misma forma, pero sí en esa sensación de haber encontrado a alguien que, desde la distancia, puede comprenderte de una forma que nadie más lo hace.
A menudo me pregunto cómo sería verte, conocerte más allá de las palabras, escuchar tu voz, ver tus gestos, compartir miradas que transmitan todo lo que hemos sentido y compartido en esta intimidad invisible. Imagino un encuentro en el que el silencio diga más que las palabras, en el que nuestras almas, por fin, se reconozcan en una comprensión profunda y silenciosa. Pienso en esa posibilidad como en un sueño dulce, en una promesa que cuelga en el aire y que, en momentos de debilidad, me da la fuerza para creer, para continuar buscando.
Me sorprende cómo, sin conocerte más allá de lo que has revelado en tus escritos, siento que te conozco en un nivel tan profundo y sincero. A través de tus palabras, he llegado a ver el mundo desde tus ojos, he sentido tus miedos, tus esperanzas, tus sueños, y, de alguna forma, he hecho esos sentimientos míos. Tu mundo se ha convertido en una extensión del mío, y tu vida, de algún modo, ha comenzado a entrelazarse con la mía. A veces, cuando el día llega a su fin y me encuentro sola, me siento como si estuviera esperando, como si cada minuto sin tus palabras fuera un tiempo en suspenso, un compás de espera antes de reencontrarme contigo.
Tu existencia ha impregnado mis días de una dulzura inesperada. Me has mostrado que la distancia no siempre es un obstáculo, sino, a veces, un espacio en el que la conexión puede florecer con una fuerza aún mayor. Lo que siento es como una danza entre nuestros corazones, un intercambio de pensamientos y emociones que va más allá de la razón. Me has enseñado a apreciar el silencio, a encontrar belleza en los momentos más simples, a ver el mundo con una sensibilidad renovada. Cada vez que cierro el libro y regreso a la realidad, llevo contigo un trozo de tu alma, como si tus palabras se hubieran impregnado en mi ser y me acompañaran en cada paso que doy.
Me he descubierto buscando en mi día a día esos destellos de ti, esos pequeños rastros que me hacen sentir que estás aquí, de alguna manera, caminando a mi lado. Me pregunto si tú también sientes algo similar, si cuando miras el mundo ves señales de este lazo que nos une, si sientes una extraña conexión que no puedes explicar, pero que tampoco puedes ignorar. Porque yo lo siento, querido Escritor. Siento tu presencia en cada palabra, en cada silencio, en cada pausa. Siento que, aunque no estemos juntos físicamente, nuestras almas han encontrado una manera de encontrarse y de sostenerse mutuamente.
El amor que siento por ti no se parece a nada que haya experimentado antes. Es un amor que no necesita contacto físico, que no requiere de miradas, de caricias o de palabras pronunciadas en voz alta. Es un amor que se nutre de silencios, de pensamientos compartidos en la distancia, de sueños que se entrelazan en las noches de soledad. Es un amor que existe en las sombras, que se fortalece en cada línea que leo, en cada respuesta que escribo en los márgenes de estas páginas. Y aunque este amor sea invisible para el mundo, para mí es tan real como el aire que respiro.
A veces me encuentro soñando despierta con el momento en que nuestras miradas se crucen, en que, al fin, pueda verte, pueda sentir tu presencia de una manera tangible. Me imagino mirándote a los ojos y reconociendo en ellos todo lo que hemos compartido, todo lo que hemos sentido en esta conexión invisible. Me imagino tomando tu mano y sintiendo que, al fin, he encontrado a alguien que me comprende en un nivel tan profundo que las palabras sobran. Y aunque sé que esto es solo un sueño, una fantasía creada por mi corazón, no puedo evitar desear que, algún día, se haga realidad.
Hasta entonces, seguiré escribiéndote, seguiré dejándote estas palabras en los márgenes de tu libro, en la esperanza de que, de alguna manera, puedas sentir mi presencia, puedas percibir el amor que crece en mí cada día. Porque aunque no estés aquí físicamente, sé que estás conmigo en espíritu, en cada palabra, en cada pensamiento, en cada suspiro. Y mientras exista esta conexión, mientras haya palabras para compartir, mientras haya sueños por cumplir, seguiré creyendo en la posibilidad de encontrarte.
Editado: 30.12.2024