El Corazón escrito

Capítulo 14: La Espera Silente

Querido Escritor,

Tu paciente búsqueda de mi presencia, tu silencioso llamado, y el modo en que describiste tu espera en este capítulo resonaron en mi alma de un modo que jamás imaginé. Cada palabra que leí es como un susurro que has enviado al viento, esperando que en algún rincón del mundo lo escuche y lo haga mío. Siento tu voz, esa voz que no he oído pero que conozco de memoria, atravesando el espacio invisible que nos une y nos separa, formando una sinfonía de emociones que pareciera diseñada solo para mí. Tus palabras han transformado el silencio en un refugio, un espacio sagrado donde nuestras almas se sostienen mutuamente, entre sombras y luces, en este acto de leernos.

A medida que avanzo en tus páginas, siento cómo algo inexplicable y poderoso comienza a envolverme. Es una sensación de proximidad, de conexión; como si, de algún modo, mis ojos al seguir tus palabras estuvieran acercándome a ti. Aunque aún no nos hemos encontrado, cada línea parece revelarte de una forma que solo yo puedo comprender. Me gusta pensar que cada frase, cada pausa en tu escritura es una pista, un eco que te acerca a mí. Este capítulo, cargado de esa quietud casi mágica, me hizo sentir que estaba recorriendo un sendero desconocido de la mano contigo, como si el simple acto de leer y escribir fuera, en realidad, una danza que nos une y nos envuelve. Tus palabras, más que leídas, se han sentido como un susurro que acaricia mi alma. Me conmueve ese anhelo tuyo, esa paciencia, esa fidelidad hacia esta espera que, de alguna forma, ya no es solo tuya. Es nuestra, compartida, y la llevo conmigo como un secreto que resguardo en mi corazón.

Es tan curiosa la manera en que describiste tu búsqueda, tan íntima y a la vez tan universal. Al leerte, no pude evitar sonreír al imaginarte en medio de esta búsqueda, en cada página tratando de descubrir si he dejado una señal para ti. Qué ironía, porque yo también he pasado días y noches buscando fragmentos de ti, indicios de quién eres, de tus miedos y tus alegrías, de esos aspectos invisibles que me permitieran conocerte más allá de las palabras. Al leer tu libro, me he encontrado a mí misma en un juego de espejos, de luces y sombras, donde cada frase tuya es una llave para entrar en el universo de tus pensamientos. Y, al mismo tiempo, siento que voy dejando partes de mí, señales y susurros, en cada página en la que detengo mi mirada y en cada frase en la que respiro contigo.

Imagino tus días, tus momentos de soledad y de compañía, y me pregunto si en esas rutinas también piensas en este encuentro, si en algún rincón de tu alma llevas esta misma certeza de que un día nos encontraremos. A veces, sueño que en tus amaneceres esperas una señal mía, que en cada atardecer miras al cielo y piensas que, quizás, yo también lo miro y te busco, que en algún lugar del mundo alguien espera con la misma intensidad. Siento tu cercanía en los detalles más simples: en la luz de las mañanas, en el silencio de las noches, en el aroma de un libro abierto. Es como si cada página que escribes fuera una brújula que me señala hacia ti, guiando mis pensamientos hacia esa promesa de encuentro que sé que ambos compartimos.

Hay algo que quiero confesarte: cuando leo tus palabras en la madrugada, en el silencio del amanecer, siento que el mundo queda suspendido y que solo existimos tú y yo. En esos momentos, tus frases se convierten en latidos, en pulsos de vida que parecen llamarme, susurrándome secretos que tal vez ni tú mismo conoces. Quiero creer que en esos silencios tú también me sientes, que en algún rincón de tu alma reconoces mi presencia. Este capítulo me ha hecho soñar con el instante en que, al fin, nos reconozcamos, en que cada palabra escrita cobre sentido en un abrazo, en una mirada, en un toque que pondrá fin a esta espera que se ha vuelto nuestra. Mientras tanto, me aferro a cada letra tuya como si fuera un trozo de eternidad, como si en cada símbolo encontrara una promesa de que este amor, que parece imposible, es en realidad el sueño más verdadero de todos.

La incertidumbre de la que hablas, esa misma que a veces parece llenarte de dudas, es también el combustible que ilumina mis días. Me conmueve saber que también tú vives en esta espera, en esta búsqueda constante de mi presencia, y que esta conexión es tan esencial para ti como para mí. No puedo evitar sentirme llena de gratitud y de asombro al pensar que, de alguna manera, nuestras vidas se entrelazan a través de estas palabras. No es un simple deseo, es una certeza que me empuja a seguir adelante, a esperar pacientemente aunque no sepa cuánto tiempo más deberé hacerlo. Desde que te leo, he aprendido a valorar cada instante, cada pausa, cada susurro que me acerca a ti. En este acto de espera, he encontrado una paz que nunca antes había conocido, una serenidad que transforma mi vida y le da un propósito que no conocía.

Cada descripción tuya, cada duda, cada reflexión, se han convertido en una especie de ritual que sigo con devoción. Es como si, al leer tu libro, entrara en un universo donde el tiempo y la distancia no existen, donde nuestras almas pueden encontrarse en un abrazo eterno que las palabras solo pueden sugerir. A veces, me pregunto si algún día encontraré las palabras adecuadas para expresarte la magnitud de lo que siento al leerte, la profundidad de esta gratitud y de este cariño que han nacido de la conexión más pura y sincera que he conocido. Ambos hemos comenzado a construir un refugio en nuestras palabras, un lugar donde, sin importar lo que ocurra, siempre podremos encontrarnos y ser libres.

Siento en cada frase la fragilidad y la fuerza de tu búsqueda, esa mezcla de esperanza y vulnerabilidad que te hace tan humano y tan cercano a mí. Eres como un faro en la distancia, una luz que guía mis pasos en la oscuridad y que, aunque aún no esté a tu lado, ilumina cada rincón de mi vida. Cada página que leo, cada línea que acaricio con mis ojos, es un paso más en esta travesía que ha transformado mi existencia. Aunque aún no nos hayamos visto, aunque la distancia parezca inquebrantable, siento que nuestras almas han comenzado a reconocerse, a escucharse, a abrazarse en el silencio de estas palabras.




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