El crepúsculo de los lobos ¿sobrevivirán?

Eras tú

~Ciara~

Con las primeras luces me fui despertando. Fruncí el ceño mientras observaba mi entorno. No recordaba cómo llegué a este lugar, y había otro detalle: llevaba unos años sin dormir cómodamente en una cama, al menos sin tener que salir huyendo. Era extraño, pues alguien me había arropado; a excepción de mis padres, las personas no solían tener gestos amables conmigo.

—Grrr —gruñí por el terrible dolor de cabeza al incorporarme.

Me volví a recostar, ocultando mi rostro bajo la manta para evitar los rayos del sol que entraban por la ventana. Me sumergí en mis enrevesados pensamientos, barajando mis próximas opciones para cumplir la promesa que les hice a mis padres antes de que perecieran. Les prometí que me mantendría a salvo, huiría tan lejos como fuese posible y estaría bien.

···

[Años atrás]

Llevo corriendo y cuidándome las espaldas desde los ocho años, huyendo de un vampiro que cree que el mundo le pertenece por ser un original. Su mala reputación le precede; dicen que no tiene el más mínimo aprecio por los humanos y los hombres lobo. Se jacta de que él se encargará de elevar al reinado a los clanes de vampiros del mundo y que terminarán controlando a todas las especies.

¿Cómo escapé de las garras del temido Aiden Jones? Gracias al sacrificio de mis padres, quienes dieron su vida por mí. Este sujeto, como entretenimiento, torturaba a familias enteras, obligando a los maridos a ver cómo abusaban de sus mujeres frente a ellos. Cuando replicaban o maldecían al agresor, eran mutilados. A los hijos se los llevaba a cierta edad: a los humanos los convertía en vampiros, acrecentando sus filas, pero a nosotros, los lobos, nos encerraba en habitaciones de un burdel de su propiedad para mantener satisfechos a sus clientes. Repulsivo, lo sé.

Los chismes en aquel lugar corrían con rapidez. Mis padres hablaban y veíamos cómo las otras familias cautivas eran sometidas. Aún no llegaba mi momento, hasta que fue el día de mi octavo cumpleaños. Ese día, unos hombres vinieron a llevarme para ejercer mi trabajo en aquellas habitaciones, según dijeron.

Mis padres no les pusieron fácil atraparme. Intentaron apresar a papá, pero este se transformó y mató a mis captores. Cuando regresaron a sus cuerpos, los tres nos fundimos en un cálido abrazo; me deshice en llanto. Recuerdo el miedo que me invadía y cómo mi corazón se hacía añicos cuando mis padres me dijeron:

—Pequeña mariposa, te ayudaremos a salir de aquí, así que escúchame bien, ¿sí? —asentí—. Desconfía de todo cuanto te rodea, pues te darán caza si te creen de su propiedad.

—Pero, ¿vendréis conmigo? —cuestioné. Papá tomó mis manos entre las suyas y añadió con lágrimas contenidas:

—Prométenos que serás fuerte y muy valiente, mariposa. No nos olvides, pues jamás nos apartaremos de tu lado; porque permaneceremos aquí —posó la palma de su mano en mi pecho, haciendo referencia a mi corazón.

—¿A dónde se van? Podemos escapar juntos —contesté con tristeza—. Por favor, no me dejéis —añadí llorando a mares.

—Mariposa, nada nos gustaría más que acompañarte, pero en cuanto salgamos de esta celda, los malos nos perseguirán. Mamá y yo te amamos más que a nuestra propia vida y no podemos dejar que esas personas regresen para hacerte daño. Así que necesito que hagas todo lo que te pidamos —asentí—. Sube sobre la loba de tu madre y sujétate fuerte; te ayudaremos a llegar a la arboleda para que puedas escapar. Pero una vez en el bosque, cariño, no te detengas y corre tan rápido como puedas, mariposa —respondió mi padre.

—Sé feliz y prométeme una cosa —intervino mamá—: que cuando encuentres a tu persona indicada, permanecerás a su lado.

—¿Indicada? —pregunté con el ceño fruncido.

—Desde antes de nacer, la diosa Luna nos bendice con un alma gemela, una persona a la que estamos destinados y que se termina convirtiendo en una parte de nosotros, en todo nuestro mundo.

—¿Y dónde está? —pregunté ladeando la cabeza, confusa. Ambos se rieron y mamá añadió:

—No podrás reconocerlo hasta después de tu primera transformación, mariposita. Y se encontrarán cuando la diosa Luna así lo quiera.

—Confía en tu mate, cariño, pues él tendrá hacia ti nobles sentimientos, tan reales que será capaz de dar su vida por la tuya —intervino papá.

—Está bien, papá, estaré a salvo —aseguré antes de fundirnos en un cálido abrazo.

—Te amamos, mariposita —dijeron al unísono.

—Yo también a vosotros —contesté.

—¿Lista para correr hacia la arboleda? —preguntaron al unísono por link, luego de transformarse.

—Sí —respondí.

Ese día fue la última vez que los vi. Sé que están muertos porque los cazadores que custodiaban el castillo en el que nos tenían cautivos los ensartaron a los dos con sus flechas.

Desde ese día, desaparecí mezclándome entre los humanos, hasta dos años más tarde, cuando un vampiro me encontró y mencionó que había una recompensa por entregarme con vida ante su rey. Argumentó que Aiden Jones me había otorgado el "privilegio" de ser la madre de sus nietos, pues parecía que había decidido casarme con uno de sus hijos, con el único propósito de crear una nueva raza de híbridos de sangre real.

···

El chirrido de la vieja puerta de la habitación en la que me encontraba, al ser abierta lentamente, me sacó de mis pensamientos. Me cubrí con la manta y gruñí para advertir a la persona que había entrado que no se acercara; para mi sorpresa, se detuvo. Miré, curiosa por saber de quién se trataba, por qué tanta amabilidad. Entonces lo vi; era aquel extraño chico que me encontré en medio del bosque y que, grabado a fuego, había dejado en mis recuerdos esa mirada que, luego de tantos años, me hacía sentir segura, a salvo, en casa.

—No me hagas daño, haré lo que quieras —supliqué. No recibí respuesta; solo me observaba. Salí de la cama para hacer aquello que todos los hombres en mi vida demandaban de mí. Comencé a desvestirme, pero sus cálidas manos detuvieron las mías.




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