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Víspera de Navidad 2018...   

Desde la banca detallada de tan distinguida madera en el muelle de Santa Catalina en Londres, dónde suelo esperar cómodamente en víspera de Navidad a la misma hora haciéndolo costumbre desde el año 2003, a el crucero que se aproxima exactamente desde el puerto de Nueva York en América, se puede apreciar una majestuosa vista al océano Atlántico, quién es el culpable de habernos separado 362 días al año durante mas de una década, a mí y a esa espectacular mujer, quién apuesto está anhelante de cruzar miradas.

La promesa no se ha quebrantado, soy un hombre de palabra y voluntad propia, si su primordial deseo al llegar a Europa fuese reencontrarse conmigo después de ocho largos días en la marea, así tendría que ser, aunque ella no haya abordado en los últimos tres años. He escuchado a personas decir que ella jamás volverá y la historia que un día se llevo acabo, ahora ha concluido. Y aunque sus palabras atraviesan mi alma como una espada hiriente, en este hombre, aun existe esperanza.

Aún puedo recordar con precisión la víspera de Navidad del año 2003, cuando con mi padre acompañado, me senté por primera vez en la banca en la que ahora estoy sentado, ya que días antes había recibido una carta enviada por ella, quien ansiaba verme en su regreso.

El estruendoso pitido del crucero a lo lejos, logró que mi mirada se iluminase por completo, debido a que esta víspera de Navidad, siento una corazonada...