El Crudo Sabor Del Amor

Capítulo 3

Me tensé cuando la campana de la puerta que indicaba la entrada de alguien sonó, me estresé, y comencé a buscar la hoja de los precios con prisa y un poco de vergüenza de lo patética que debía de verme.

—B-bienvenido…—Tartamudeé apenas buscando la hoja debajo de la mesa hasta que la encontré, suspiré con alivio y me levanté del suelo sin mirar al cliente aún, mi atención concentrada en la hoja con los precios— ¿Qué desea adquirir?

Miré la hoja un segundo más, y por fin levanté la vista para mirar al cliente, y me quedé sin palabras, abrí mucho los ojos. Este chico… ¡El chico del autobús! Dios mío ¿Qué hice para que el universo me odie así?

Me cubrí la cara con la hoja de papel llena de precios, rezando para que no me reconociera, que vergüenza. De reojo pude notar que el chico estaba empapado, quizá por la lluvia, pero no quise indagar más, me quedé mirando al suelo sin decir nada.

—Lo siento, no tengo dinero, pero afuera hay una tormenta demasiado fuerte, mi paraguas se ha roto y…—Pude escuchar cómo se maldecía por y escuché un pequeño murmullo que no logré identificar— Supongo que lo que quiero decir es… ¿Podría?... ¿Podría quedarme aquí un rato?

Asentí sin mirarle aún, que pena por dios. Noté que el chico se sentó en una pequeña silla, pero al instante se levantó y pareció avergonzado.

—Lo siento, no quisiera empapar la silla, no quisiera molestar más.

Pude notar como se quedaba en una esquina, quieto como si no quisiera molestar a nadie, y me encogió un poco el corazón, me recordaba a mí en la universidad, y no quería ser como los que me ignoraban.

—Oye… No hay problema, yo secaré la silla después—Lo tranquilicé, sin quitar la hoja de mi cara, el chico no dijo nada al inicio así que seguí hablando. —Estás empapado, y hay mucho frío afuera… ¿Quieres un té?

Entonces el chico dirigió por primera vez desde que entró, una mirada en mi dirección. Me cubrí aún más con la hoja de papel.

Idiota. Idiota. ¿No te había enseñado ya como te ignoró a no decir nada?

Me puse aún más nerviosa, casi me tropecé con un pincel en el suelo al intentar alejarme lo más que se pueda.

—Si no quieres está bien, no quiero incomodarte-

—Te agradecería el té. —Me quedé quieta un segundo cuando me interrumpió, y suspiré aliviada. Bien, no cree que soy rara. — Pero… Uhm…

Noté como su voz parecía indecisa, como si no supiera si debía preguntar.

—¿Por qué te cubres la cara con una hoja de papel? —Preguntó, y en su voz escuché genuina curiosidad y algo parecido al… ¿Miedo? Quizá era solo que pensaba que era rara.

Me maldije por lo bajo y quise pensar en una excusa convincente.

—Es que—intenté pensar rápido— Estoy leyendo los precios. —Me excusé con rapidez.

El chico no dijo nada más, pero pude notar que no me creyó en absoluto, simplemente dijo un “gracias”, antes de sentarse. Yo suspiré aliviada y fui a la cocina sin quitarme la hoja de la cara. Al llegar a la pequeña estufa me quité la hoja del rostro y me maldije por lo estúpida que había sido esa idea.

Puse a calentar agua y vi de reojo al chico, parecía tener frío, su piel pálida temblaba con la brisa del lugar, podía notar como su cabello negro estaba tan lleno de agua que no paraba de caerle más humedad a su ropa, si seguía así se enfermaría.

Tomé el vaso de agua, y sentí un impulso a ayudar como siempre cuando veía a alguien sufriendo. Tomé la manta que la señora Beth me cobró por 1 euro más y tomé una de las toallas limpias que normalmente cuando pintaba utilizaba. Esta era nueva, la señora Beth había comprado más esta temporada, porque yo siempre gastaba muchas.

Caminé y me armé de valor, le ofrecí el té y la toalla.

—Ten. Sé que no es mucho, pero temo que si no te secas puedes enfermarte—Intenté explicar, pero me sonrojé de vergüenza, en qué mundo esto era una buena idea. Sin embargo, seguí— Te traje una manta, noté que te estabas congelando y no es la gran cosa, es calientita lo juro, es… Bueno, si la quieres te la dejo.

Dejé el té, la toalla, y la manta a su lado con delicadeza y me fui al mostrador a toda prisa.

¿En que estaba pensando? Esto fue una pésima idea, dios, seguro cree que me lo quiero ligar o algo…

No escuché nada por unos minutos y me maldije por haberlo incomodado, por…

—Gracias. —su voz me sacó de mi regaño interno, observé sorprendida como el chico se quitaba la chaqueta y se secaba el cabello con la toalla que le di, luego, se cubrió el pecho con la manta, y tomó el té con suavidad, pude notar un destello de algo en sus ojos, pero lo ignoré.

¡Lo había aceptado! No pensaba que era rara por ser amable. ¡Bien Nora! Seguro ni me recuerda, que alivio, imagínate que se acordase de lo rara que fui en el bus.

Vi al chico dudar un segundo y luego me miró.

—Eres la chica del autobús, ¿no?

Me tensé y entonces si me sonrojé de vergüenza.

MIERDA.

Me quedé paralizada, quieta, sin querer encarar lo que tendría que encarar, probablemente estaba siendo dramática, si, lo sabía, lo que le dije no tenía nada de malo, lo sé, pero eso no evita lo avergonzada que me siento por intentar hablarle a alguien y ser rechazada como tantas veces antes, no sirve para más que sentirme como una idiota. Rara.

Siempre rara, siempre diferente en un mal sentido, siempre la chica extraña, siempre la que todos evitaban. Por un segundo de verdad comencé a creer que podía hacer una amistad con este chico y... De nuevo la realidad me aclaró que yo no soy lo suficientemente apta para que alguien quisiera conocerme de verdad.

—Si… Pero puedo explicarlo. —Intenté justificar, no quería que tuviera esa impresión de mí. —Solo quería…

—Oye —El chico me detuvo antes de poder decir otra palabra, me quedé mirando al suelo, sentí como mis mejillas se sonrojaron y tuve ganas de salir huyendo. —¿Estás bien?

Mis dedos se movían nerviosamente a mis costados, y los oculté en mi chaqueta, recé porque no hubiera notado el nerviosismo.




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