Café y Vainilla

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Hoy me dió la gana y decidí publicar dos capitulos, así que espero y disfruten de éste mini maratón 0_0 los tqm. 


 

Por fin había logrado poner todos los muebles de la manera en la que me gustaban, era tarde, podía ver a través de la venta el atardecer, los colores amarillos y anaranjados y las nubes pintándose de colores rosas.

La señora Patrizia, había dejado la cena lista y se había retirado, a pesar de conocerla hace poco, ya me había acostumbrado a su presencia y sus pláticas repentinas acerca de lo que solían hacer los abuelos y los recuerdos que terminaban invadiendo la casa con un aroma ya conocido, la nostalgia.

Después de las pláticas ella terminaba negando con la cabeza y diciendo que tarde o temprano moririamos y que solo los recuerdos y corazones rotos nos llevamos y dejábamos.

Que la vida era hermosa y en ocasiones muy difícil de comprender y que todo era momentáneo.

El silencio reinaba el lugar, solo podía escuchar alguna que otra madera crujir de los muebles y el tik tack del reloj antiguo que se encontraba a lado de las escalera, cuando me quedaba bastante tiempo centrado escuchándolo podía jurar que en algunas ocasiones se frenaba.

Hice todo lo posible por mantenerme sentando en el sofá, pero comenzaba aburrirme, abrí la aplicación en mi teléfono, en busca de un nuevo lugar para salir.

Dos días de fiesta, si, porque no, me levanté del sofá animado, luego de ver un bar al que muchas personas les daba cinco estrellas, me pare enfrente del espejo, reflejando a alguien muy diferente ¿La soledad hacía mal a las personas? O ¿Solo eran los recuerdos y todo la carga que conlleva?

Mi cabello castaño lucía un poco más apagado, los ojos miel se habían oscurecido, habían perdido algo, y las ojeras prueba de las noches en vela, en dónde los recuerdos llevaban a atormentarme.

¿En qué momento? La vida me estaba pasando factura de lo que había echó y ahora solo me quedaría resivir y aguantar o al menos tratarlo.

Salí con las llaves de la casa, directo a un bar.

En cuento llegué la música se hacía notar, personas entrando y muy pocas saliendo, era temprano y la fiesta recién iniciaba.

Algo con lo que se me caracterizaba era mi forma tan sencilla de hacer amigos, la forma tan rápida de acoplarme a un lugar.

Y esa no era la excepción, me tope a un chico en la barra, hablamos, hasta que me ofreció juntarnos con sus amigos, se trataba de un grupito de tres chicos y dos chicas, comenzamos a hablar y esa noche nos unimos por algo en común, el pasado y lo que tanto dolía. Bebíamos y hablábamos, escuchábamos, no se en que momento ésto se volvió una clase de terapia.

Hasta que el alcohol poco a poco se iba apoderando de cada milímetro de mi sangre, había estado hablando con una de las chicas, cuyo nombre no recordaba, la plática fue bien. Hasta que comenzaron los toqueteos.

Y una ves más, todo era distorcionado, con mucha dificultadad la llevé hasta la casa, solo podía recordar una cosa, el olor intenso a café al llegar, otra ves.

Pero está ves otro olor se había sumado al ambiente... Vainilla.

Café y vainilla.

Traté de olvidar esos olores y llegar al destino junto a la chica.

Pero seguía ahí, un olor dulce y a ves asfixiante.

...

Y como es de costumbre no puede seguir durmiendo, esa agitación en mi pecho por el sueño que tuve hizo que me despertara..

Tomé mi teléfono y miré la hora, 3:26a.m, arrugue la nariz, quité con mucho cuidado el brazo de la chica y salí de la cama, busqué entré la habitación los boxers, me lo puse.

Los litros de alcohol comenzaban a pasar factura, sentía como la cabeza en cualquier me explotaría.

La fiesta había terminado muy pronto o posiblemente había tomado muy rápido.

Salí de la habitación, toda la casa oscura, encendí la lámpara de mi teléfono y bajé las escaleras, recordando el olor a vainilla y café, cuando llegué, tan dulce y hogareño, fue agradable el olor.

Caminé a directo a la cocina y encendí las luces, una taza de café estaba en la mesa, los olores ya habían desaparecido, tome la taza de café, ya estaba frío, la cafetera estaba empañada pero ya estaba apagada, volví a poner la taza en la mesa.

¿Y el olor a vainilla?

Recordaba perfectamente el olor, era hostigante, pero era un olor bastante adictivo. Y sin duda uno de mis favoritos.

Recordé esos días en los que iba a visitar a la abuela y el olor de vainilla estaba presente, posiblemente su perfume o los grandes postres que hacía, si pudiera describir a la abuela, sería eso, olor a vainilla y lo dulce que llegaba a hacer en un postre.

Los trastes estaban limpios, lleve una mano a mis rostro, cansado, posiblemente había alucinando.

Mi psicólogo me había dicho que cuando extrañabas algo, tu mente comenzaba a jugar con ello, haciéndote alucinar, la mente sin duda era poderosa, y si no se podía controlar, podía desatarse, haciéndote quedar mal a tal punto de solo observar al vacío e imaginando una vida perfecta, era una forma de evadir la cruel y horrible realidad.

—Solo es cansancio...

Solté un suspiro, sentí una manos cálidas tocar mi espalda, me sobresalté, haciendo me que girará, mi corazón se aceleró, volví a llevar mis manos a mis rostro y respirar profundo.

—¡Mierda! 
—¿Qué pasa?

La chica me miraba asustada.

—Perdón, ví como salias de la habitación ¿Todo bien?

Su cuerpo era cubierto por la sábana blanca, yo asentí sientiendome mareado.

—En verdad no era mi intención asustarte, perdón. 
—No, estaba...bastante concentrado. 
—¿Podemos volver a la cama?

Ella dejó caer la sábana al piso, dejándome ver su cuerpo desnudo, comenzó a tocar sus caderas y comenzó a moverlas lentamente.

Caminé a ella acortando la distancia, acaricie su espalda, hasta bajar a sus muslos, la cargue y ella enrolló sus piernas en mis caderas, comenzó a dejar besos húmedos por la curva de mi cuello.