El Cuaderno de Albert

La tranquillità

Había llovido toda la tarde, la noche y había amanecido así y ese tipo de clima solo me impulsaba a sentarme en el sofá por horas y ver películas mientras tomaba café, té o algo caliente o simplemente quedarme todo el día en cama.

Pero hoy era distinto, junto a mi estaba Mar.

Miré una vez más a Mar, que estaba con una manta de color beige en sus piernas, viendo la película.

Se trataba de una muy vieja, cuyo nombre no recuerdo, estaba en los caset y películas de los abuelos, a Mar la había atraído el título, tan romántico y de esos que son bastantes predecibles.

Era interesante, pero no lo suficiente, y comenzaba a darme sueño, troné mis labios con aburrimiento y quise que Mar se diera cuenta que la película me estaba aburriendo, que se apiadará de mi y decidiese cambiarla.

Pero nada la sacaba del pequeño mundo en el que siempre se encerraba cuando miraba la televisión.

Arrugue las cejas al ver cómo la protagonista salia de un tipo concierto de opera y corría dramática hasta la salida, toda las miradas iban directo a ella, en el camino ella perdía su abrigo elegante, nunca se detuvo y siguió corriendo, hacían tomas a sus tacones, a su cabello moviéndose, todo lucía tan dramático.

Así estuvo corriendo hasta llegar a un muelle, en dónde su amado se encontraba sentado, ella gritó su nombre y esté enseguida se volteo, la miro y ambos corrieron para encontrarse y después besarse.

Fin

Salió en la pantalla con letras cursivas, después los créditos y la música de fondo acompañándolo.

Agradecí que ya hubiera acabado, había Sido la película más romántica que había visto en mi vida y no me gustó, sentía que peleaban por cosas insignificantes, una película llena de mucho drama, bastante diría yo, con una sonrisa bastante fingida y apunto de quejarme de lo horrible que fue la película, me gire hacía  Mar que tenía una sonrisa en el rostro.

—¿Te gustó?

Pregunté mirándola como un bicho raro, ella asintió aún sonriendo, dejé de milarla como un bicho raro y me dispusa sonreí, vaya que si era dulce.

—Que rara eres, Mar. —Pero solté el comentario sin guardar las ganas.

Ella me miró, habían pasado muchos días desde que le había preguntado al niño si veía a Mar y este había respondido que no, había echo este ejercicio con muchas personas que pasaban por la calle y todos decían que no veían nada.

Incluso uno de ellos me había dado el número de un psicólogo.

Y en verdad estaba pensando muy seriamente en ir.

Mi teléfono sonó, era mi mamá. Sonríe y respondí, antes de que empezará hablar solté un suspiro y esperé su voz, algo familiar que sin duda me calmaba.

—¡¿Por qué no me has hablado, Luan?! ¡Te llamó, no contestas!

Alejé el teléfono de mi oído y hice una mueca de dolor, okay, puedo haber sido mejor.

—Hola, perdón, he estado ocupado. 
—¿Haciendo qué? 
—Me he conseguido un trabajo en un restaurante, trabajo toda la tarde y mi turno termina en la noche.—Hable claramente mintiendo. 
—¡Al menos debes de llamar! Mandar mensaje para saber si estás bien. 
—Mamá, estoy bien. 
—¿Cómo vas? 
—Bien, la flor sigue viva... O no sé.

Mire a Mar, que también me miraba sin ninguna expresión.

¿Estaba viva? Si, creo que sí.

—¡¿Cómo que no sabes?! 
—Esta bien, tiene... Color, eso es importante ¿No? Está recuperando su color.
—Si, cuídala mucho. 
—Si, mamá, la estoy cuidando con mi vida. Y tampoco pienso dejarla. 
—Si vas a salir llevas suéter ¿Bien? Abrígate bien.

Yo asentí y sonreí.

—Muchas gracias, te hablo después ¿Bien? 
—Por favor, Luan. Tu en verdad me quieres matar ¿Eh? ¿Por qué tanta prisa en colgar?
—No, ya, prometo llamarte cuando tenga tiempo libre, estoy ocupado, en verdad han sido días de cambios, confía en mí, por primera vez ¿Bien? 
—Luan, cariño, siempre he confiado en tí, además, creo que ella...—Escuché un largo suspiró del otro lado del teléfono, cerré los ojos con fuerza, aún dolía, a los dos, a todos.—le gustaría demasiado que cuidarás de tí, que le dieras rumbo a tu vida.
—Lo sé... Estoy dispuesto a cambiar...
—Eso me dejá tranquila, por favor cuídate, te quiero mucho. 
—Yo también te quiero, má.

Dejé caer el teléfono en el sofá, Mar miró con curiosidad el aparato, lo señaló con su dedo índice.

Come puoi parlare con qualcuno da lì?

Yo miré sus labios mientras hablaba, apuntando el teléfono, seguramente había preguntado el como se podía hablar con alguien desde el teléfono.

—Oh, es un red, enorme, puedes comunicarte con quién sea, en cualquier parte del mundo.

Asintió orgullosa y sonrió.

—Es difícil de explicar.

Volvió asentir satisfecha y ya no preguntó nada más.

—¿Tienes hambre? 
—Si. 
—¿Qué se te antoja?

Mar miró a un punto pensativa, yo esperé su respuesta, se dió la vuelta con una sonrisa en el rostro.

—¡Palomitas!

Junto sus manos emocionada y con cierto brillo en sus ojos. Hace días le había presentado las palomitas a Mar por primera vez, las de mantequilla en especial, le habían encantado y no dejaba de pedirmelas.

Quería que fueran su desayuno, su comida y su cena.

—¿Palomitas? Eso no es comida, no podemos comer eso, Mar, las palomitas solo se comen cuando vas a ver una película. 
—Oh, quiero ver una película, ahora.

Habló sería, yo solté una risita, ella me miró con el ceño un poco fruncido.

—Te parece que primero cocinó algo y después qué terminemos de comer te hago palomitas y vemos otra película ¿Bien?

Volvió asentir, me puse de pie y ella también lo hizo, caminé a la cocina y saqué de la alacena pasta, cerré la puerta de la alacena y Mar la volvió abrir, sacó dos paquetes de palomitas de mantequilla y las puso cerca del microondas.

Me miró y después miró el microondas.

—Espera, primero la pasta, las palomitas frías no saben bien.



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En el texto hay: misterio, amorenitalia, marluan

Editado: 05.08.2024

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