El Cuaderno de Albert

Única

Cuatro meses, habían pasado cuatro meses exactos desde que había llegado a la casa y el pequeño secreto que la rodeaba, había investigado por horas y no encontré nada.

Incluso había consultado a páginas en dónde personas contaban cosas paranormales que les pasaba y me terminaron echando diciéndo que era urgente que fuera a un psiquiatra o que era imposible que pasara todo eso.

Busqué el tipo de flor y nunca encontré el nombre, podía ser única en su especie.

Tan única.

Había convivido demasiado con Mar, las cosas con Aída iban bien y mi plática con ella se iba aplasando. Y claro que quería decirle, pero cada vez que estaba apuntó de decirle ella llamaba para decirme que las cosas con su familia seguían empeorando.

Aída hacía mostrar su enojo, el porque no quería regresar, se había ofrecido en dejar todo para venir conmigo y mi respuesta fue un no. Fue duró y se que había echó mal.

Mamá me preguntaba si volvería a la casa, le dije que no, que necesitaba tiempo para mí y que seguía pensando en quedarme los seis meses aún.

Eso no le pareció del todo bien e incluso habló con mi padre para que él pudiera convéncerme de que volviera, el me entendió y me dijo que tomara mi tiempo.

La casa oficialmente era mía, había mandado evidencia de que Fiore estaba bien y que había cuidado de ella, después me hicieron firmar papeles y algunas de las personas que trabajaban para el notario llegaron a la casa para comprobar que todo estuviera en orden, tanto como con la flor, también el que yo no hubiera salido de Florencia.

La noche cayó y una gran tormenta hacía las paredes retumbar, los rayos iluminaban la habitación.

Estaba en mi habitación intentando dormir, después de unos segundos tratando de intentar quedarme dormido, terminé por desesperarme y tome mi tablet para poder ver una película. Posiblemente eso me haría tener sueño y capaz quedaría dormido a menos de la mitad de la película.

Mientras veía en las listas, recomendaciones, escuché la puerta de mi habitación abrirse y ahí estaba Mar, con una camisa mía, le quedaba bastante larga, color azul marino con el logo A de Avengers, mientras que los pantalones que llevaba era de Spiderman, era una pijama que me gustaba tanto ponermela, la había dejado de usar, porque yo había crecido y ya no me quedaba.

Todo el conjunto la hacían ver más bajita de lo que ya era, su cabello negro amarrado en una coleta despeinada. Me sorprendía que ni estando amarrando su cabello dejaba de ser largo.

Se mantuvo en la puerta y yo la ilumine con la luz de mi tablet, ella entrecerró los ojos, un poco molesta con el brillo, estaba asustada, aferrada a la puerta, como si fuera un escudo, me quedé callado por unos segundos esperando a que dijera algo, al ver qué solo me miraba en silencio me dispuse a hablar.

—¿Pasá algo?

Otro trueno, primero la habitación se iluminó y después el sonido fue seco y bastante fuerte, Mar dió un saltó y tapó sus oídos.

—Tengo miedo...

No ví a Mar, la ví a ella por primera vez, también le tenía miedo a los truenos. Lloraba cada vez que había una tormenta, y le asustaba que la electricidad se fuera.

Muchas veces cante y traté de calmarla, hasta que se sintiera mejor.

Solté un pequeño suspiro y acomodé la almohada que tenía encima de mi estómago.

—Ven acuéstate aquí.

Mar cerró la puerta detrás de ella y corrió hasta la cama, se lanzó a ella como niña pequeña haciendo que rebotará un poco, levantó las sábanas y de escondió debajo de ellas.

Miraba aterrada la puerta y yo sonreí al verla así.

—¿Le tienes miedo a los truenos? ¿O a la oscuridad?

Mar apartó la mirada de la puerta y me miró, el miedo no desaparecía de su mirada y se aferró más a las sábanas, como un pequeño gatito, la cual agrrabas y en instantes ya había atrapado con sus garras tu camisa.

—Truenos, suenan horrible.

Podía escuchar la respiración agitada de Mar y la lluvia golpeando fuertemente la ventana.

Solté un suspiro y me comencé a mentalizar, que Mar, dormiría hoy en mi cama. Toda una noche completa.

Era raro, al menos para mí lo era.

Comencé a deslizar mi dedo sobre la pantalla de la tablet en busca de una película o documental, que me hiciera aburrirme, tanto que me dejará dormido.

Otro trueno, la habitación se iluminó unos segundos, y después el sonido fuerte.

Mar emitió un gritó ahogado y se aferró a mi brazo, enterrando sus uñas en mi piel, yo mordí mi labio para no soltar ningún gemido de dolor.

El dolor es mental.

El dolor es mental...

Repetí en mi mente, para que el dolor fuera disminuyendo, hasta que el dolor fue casi insoportable.

Me safe del agarré de Mar como pude y pase mi brazo por encima de sus hombros atrayendola a mi, ella me abrazo y puso su cabeza encima de mi pecho.

—Dios, Mar.

Sus uñas sujetaban y arrugaban mi camisa, solté la tablet y dudé un momento antes de llevar mi mano libre a su cabello.

Al final lo hice y acaricié su cabeza.

No me gustaba para nada el contacto físico, de ninguna mujer, de nadie, se sentía raro y muy axficciante, a mi parecer.

Algo que me hacía sentir bastante incómodo, cuando era niño, en navidad o año nuevo y llegaba la hora de abrazos, corría a esconderme en cualquier lugar, para así evitar abrazos apretados, de esos que te quitaban la respiración y venía acompañado de una jalón de mejillas.

Y después salía como si nada, sonreía y les hacía creer que ya nos habíamos abrazo. Al final terminaban asintiendo creyendo que si lo hicieron.

Tener cerca a Mar, me hacía sentir tranquilo y en definitivo no me molestaba.

Había tenido demasiadas muestras de cariño con ella, a la hora de desayunar depositaba un pequeño beso en la coronilla de su cabeza.

Ella no es como las demás.

Gritó mi consciencia en alguna parte de mi cabeza, no era como otras, porque el corazón no se me aceleraba con otras chicas cuando solo me miraban, o incluso una sonrisa.



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En el texto hay: misterio, amorenitalia, marluan

Editado: 05.08.2024

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