Capítulo 22

Miro a los ciervos con sorpresa. Parecen muy tranquilos para poner en problemas a tres zampabollos con hambre. La sargento Sonrisitas sospecha mis pensamientos porque me habla:

-No te creas todo lo que ves en el Bosque Inhóspito. Estos ciervos son lo suficiente peligrosos para que destrocen el ejército con el que entraste y que no tengan casi pérdidas en su manada.

-Solo necesitan una pequeña motivación. Que se la daremos para que no toquen nuestras colmenas -dice el sargento Risitas. Esta vez parece bastante enfadado: -La miel no es negociable, además cuando los zampabollos comen miel destrozan las colmenas y las pobres abejas tardan en construir unas nuevas.

-Podemos decir que sois incluso los protectores de las abejas del Bosque Inhóspito.

-Bueno se protegen ellas mismas que huyen antes de que las puedan matar, pero si los protectores de sus colmenas. Espero que nunca tengas que ver unas abejas buscando una nueva colmena.

Mientras hablamos aparecen más soldados de su escuadra con antorchas encendidas. Sin pararnos ni un solo momento nos situamos detrás de los zampabollos con las antorchas encendidas y varias flechas en el suelo. Los sargentos no tienen que decir nada para que cinco arqueros y cinco compañeros que sujetan las antorchas se queden en el suelo mientras el resto se sube a todos los árboles cercanos. Antes de que me haya podido colocar bien en el árbol, las cinco flechas en llamas son disparadas hacia los ciervos. Todo ellas acaban en zonas sin vegetación, pero muy cercana a los ciervos que levantan la cabeza. Parecen cabreados y lo único que ven son los tres zampabollos. Cargan contra ellos mientras los monstruos salen huyendo despavoridos. Los pequeños focos de fuego que habían provocado las flechas son apagados con las propia estampida de los ciervos.

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