INICIO

"Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante de Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras".
— Apocalipsis 20:12

1

Ezekiel Halcyon vive una vida en dos mundos. De día, es un trabajador metódico, un hombre común, atrapado en la rutina de una vida ordinaria. Nada en su apariencia sugiere lo que ocurre cuando las luces se apagan. En el silencio de la noche, Ezekiel desaparece y emerge Adrian Solstice, un escritor cuya existencia es un secreto guardado con meticulosa precisión.

Durante cinco largos años, Adrian Solstice ha sido más real para Ezekiel que su propio nombre. Bajo este seudónimo, ha escrito nueve libros. Nueve obras que exploran las profundidades de la existencia, tratando de comprender el misterio de la vida, el abismo de la muerte o la naturaleza de los sueños. Pero esos libros, llenos de preguntas y vacíos de respuestas, han pasado completamente desapercibidos. Las pocas copias impresas han languidecido en estantes polvorientos, sin ser leídas, ignoradas incluso por quienes podrían haber encontrado en ellas un reflejo de sus propias dudas. El fracaso es un compañero constante para Ezekiel, un recordatorio de que, en este mundo, el éxito literario no es solo cuestión de talento o profundidad, sino también de estar en el lugar y el momento correctos, bajo la luz adecuada.

Pero Ezekiel no escribe para que nadie lea sus libros; al menos eso es lo que se repite cada noche. Escribe porque no puede evitarlo, porque la voz de Adrian Solstice lo obliga a volcar en palabras las sombras que lo habitan. Sin embargo, detrás de esa convicción también se esconde la amarga frustración de no ser visto, de que sus ideas no logren tocar a nadie. Se siente atrapado en la soledad de su propio intelecto, desgarrado entre dos identidades que nunca se encuentran realmente: el hombre común y el creador invisible.

Los años pasan y, con ellos, se desvanece la esperanza de que esos nueve libros alguna vez importen. Hasta que, un día, todo cambia. Sin previo aviso, las ventas de sus obras comienzan a crecer de manera inexplicable. Las notificaciones de ventas inundan su correo, las reseñas empiezan a aparecer en blogs y foros literarios, y de la noche a la mañana, Adrian Solstice se convierte en un autor codiciado. Ezekiel observa con asombro cómo los libros que había dado por muertos, por irrelevantes, cobran una vida propia. No entiende qué ha ocurrido; no ha habido ninguna campaña, ningún evento que justifique esta explosión de interés. La lógica se quiebra, y con ella, también se resquebraja la calma con la que había soportado la indiferencia durante tantos años.

Este éxito repentino lo deja perplejo y, al mismo tiempo, lo inquieta profundamente. Ezekiel no puede evitar sentir que hay algo oscuro y desconocido detrás de todo esto, una fuerza invisible que ha decidido, por razones que escapan a su comprensión, ponerlo bajo los reflectores. Pero él no es un hombre de grandes certezas ni de rápidas conclusiones. Así que decide hacer lo único que siempre ha hecho: escribir.

2

El décimo libro no nace de la misma manera que los anteriores. Esta vez, Ezekiel no busca responder preguntas filosóficas ni adentrarse en las profundidades del alma humana. Lo que escribe ahora es un acto de exorcismo. Regresa cinco años atrás, a los días de aislamiento y fracaso, reviviendo cada una de las noches solitarias en las que Adrian Solstice se aferraba a las palabras como único refugio. Las páginas se llenan de recuerdos dolorosos: el vacío que siente al ver cómo sus ideas, que en su mente son tan vibrantes, se convierten en polvo al tocar la realidad, ignoradas por un mundo que no está preparado para entenderlas.

Mientras escribe, Ezekiel se enfrenta a su propia dualidad, a ese conflicto interno que ha existido desde que creó su seudónimo. ¿Es Adrian Solstice una parte esencial de él, o simplemente una máscara que usa para ocultar lo que realmente desea? ¿Es el fracaso de aquellos años una prueba de la inutilidad de sus esfuerzos, o fue necesario para llegar a este momento?

El décimo libro se convierte en un espejo en el que Ezekiel refleja todas sus dudas, sus temores, y su propia soledad. No es solo una obra literaria; es una confesión, un relato íntimo de un hombre dividido entre lo que es y lo que quiere ser. Mientras más avanza, más siente que algo está observando desde las sombras, esperando a que termine, como si completar este libro fuera un rito, una invocación que ha estado preparando sin saberlo.

3

Ezequiel observa la pantalla en blanco de su computadora. El cursor parpadea, como un corazón latiendo, esperando que la vida cobre forma a través de las palabras. Ha escrito nueve libros, pero esta vez todo es diferente. El Décimo Libro es más personal, más íntimo. Cada vez que se sienta a escribir, siente que no está solo. Como si las mismas palabras lo estuvieran observando, juzgando cada elección, cada frase.

Piensa en el prólogo, en cómo debe empezar esta historia. No es un comienzo cualquiera; es la clave que abrirá el umbral a todo lo que sigue. Un prólogo que debe resonar como una verdad y, al mismo tiempo, velar la realidad en un manto de misterio.

Mientras reflexiona sobre las primeras líneas, se da cuenta de que en ellas se encuentra una verdad incómoda sobre su propia vida. Es un eco de lo que ha experimentado en carne propia: años de lucha, de soledad, de fracaso, de escribir en la oscuridad sin la certeza de ser leído. Es como si, de alguna manera, estuviera escribiendo su propio juicio.

"El juicio inminente, el balance eterno entre acciones y consecuencias", murmura para sí mismo, recordando la cita bíblica que lo persigue desde que comenzó este libro. Siente que su vida entera ha sido una acumulación de actos que ahora deben ser revisados, evaluados por algo o alguien. Los cinco años de anonimato bajo el nombre de Adrian Solstice no fueron solo un capricho creativo, sino un intento desesperado por escapar de una verdad que no quería enfrentar.