Roy estaba es su oficina pensando en el comportamiento de Samantha. Siempre fue una persona que actuaba de forma compulsiva, pero ese nuevo comportamiento no solo lo dejó en la cancha con las bases llenas, sino que le parecía insólito. Para ser una persona que no quería nada con él, quería mucho saber si remojaba su cereal en jugo de naranja, y si cambiaba sus bóxeres de vez en cuando. Para ser cero interesada, parecía muy interesada.
—¿Ya tienes lo que te pedí? —le preguntó uno de sus colegas.
Roy volvió a la tierra y se levantó para darle el documento. Su colega lo sujetó y lo movió. Había algo diferente en él.
—¿Todo bien? —le preguntó.
Roy tenía la mirada perdida y el colega le chasqueó los dedos.
—¿Qué sucede contigo? —preguntó.
Roy hizo un ademán.
—Nada. No pasa nada.
—¿Seguro? ¿Puedo ayudarte en algo?
Roy agitó la cabeza y le sonrió.
—No, pero agradezco que te ofrezcas —dijo regresando a su silla—. Hay que trabajar. Eso es lo que debemos hacer.
Su colega salió de la oficina y Roy se pasó las manos por la cara y los ojos. Estaba realmente cansado. Estuvo toda la noche anterior ocupado con el tema de los nuevos negocios. Domenic estaba presionando para que contabilizara la totalidad de ventas y esquematiza las ventas a futuro. Le pidió un plan de consumo, así como de publicidad para expandirse, y tablas con gráficas de los puntos exponenciales de ventas. Era demasiado para él solo, pero podía hacerlo. Trabajar lo ayudaba a no pensar en Samantha, así como a Samantha la ayudaba llenarse de helado antes de la cena, y evitar en todo lo posible comer cosas verdes, todo lo verde.
—Eso no es bueno para el bebé —comentó Paige—. Ni para ti.
Samantha hundió el cubierto en el pote de helado.
—¿Y fue bueno para ti embarrarte de crema batida para Domenic?
Paige se colocó los tacones y se miró en el espejo completo.
—Eso fue diferente —dijo colocándose los aretes.
Samantha sopló su flequillo y la miró alistarse. Lucía hermosa esa noche, con medias que seguro Domenic le rompería, y un vestido negro ceñido al cuerpo con un cierre largo en la espalda. Era un vestido muy recatado para ella, por lo que supuso iría a un lugar fino. Domenic era un hombre de gustos finos.
—¿A dónde te llevará el señor perfecto esta noche?
Paige le sonrió al espejo.
—Dijo que reservó lugares en un nuevo restaurante —comentó con una sonrisa de enamorada—. Y luego iremos a su pent-house.
Samantha se colocó de pie.
—Ten cuidado con eso. Eso te provoca esto —dijo sobándose la panza—. Y luego no tendrás vientre plano ni cara bonita.
Paige inclinó la cabeza a un lado y se acercó a ella. Esos cambios de humor provocaban jaqueca en todos a su alrededor, pero era normal. Eran los cambios hormonales y físicos que tendría.
—El vientre plano es muy de los dos mil —comentó Paige al acariciar su mejilla y meter los dedos en su barbilla—. Lo de ahora es tener mucho vientre, como globo. Es la moda ahora.
Samantha hizo un puchero.
—¿Estás segura de ello?
—Muy segura.
Samantha sonrió antes de empujarla por los hombros.
—¿Y por qué no engordas, perra? ¡Embarázate!
Paige chasqueó los dientes.
—No creo que a Dom le guste. Le gusto mucho así.
Samantha se volvió a tirar en el sofá y sujetó el helado.
—Te odio, lo sabes —escupió Samantha.
Paige sonrió.
—Y yo te amo —dijo lanzándole un beso—. te veré más tarde.
Samantha hizo mímica de lo que Paige le dijo.
—Te veo —dijo lanzando la puerta al salir.
Samantha suspiró y subió su camiseta ancha. Miró su vientre y lo tocó. Ella sentía que no había crecido, pero estaba enorme. Lo sentía enorme, los pocos centímetros que su vientre se infló.
—¿Cuándo vas a salir? —le preguntó—. Me urge que salgas.
Samantha dejó el pote de helado a un lado y alcanzó el control.
—¿Qué podemos hacer esta noche? ¿Qué te gustaría?
Lo encendió y apareció justo el canal menos feminista.
—¿Vemos The Bachelor? —le preguntó—. No. Demasiadas personas perfectas que me harán odiarme aun más.
Comenzó a cambiar de canales, uno tras otro. Ninguno le parecía tan interesante como para quedarse sola en el apartamento, entonces fue cuando pensó en él. Se había dado a la tarea de no pensarlo, pero se filtraba en su cabeza como el agua entre los dedos. Pensaba mucho en él, y en la estúpida que le tocó el hombro.
—¿Y si lo llamamos? —Suspiró—. ¿Qué crees que hará tu padre ahora? Seguro esta con señorita acuario de vientre plano.
Samantha apagó la televisión y se tocó el vientre. Lo dijo como un juego, pero ¿qué pasaba si en verdad estaba con acuario?