El Deseo de Tenerte✓

09: Macarena.

ELLIOT.

(Maratón 2/5)

 


 

(Un año antes de la muerte de Macarena Rickman) 

 

​​​​Era una locura pensar como la vida puede cambiar en un año o en unos años, en las personas que perdernos en ese lapso, en las que ganamos. Y ahora pensaba en mis padres y en lo mucho que me hacen falta ahora que estoy a segundos de casarme con el amor de mi vida. Sonreí al recordar a mi madre y en lo emocionada que estaría al saber que finalmente habría contraído matrimonio con mi hermosa Macarena, a ella siempre le agradó mi prometida. 

Era triste darme cuenta y encontrarme solo en la habitación preparándome para lo que sería el inicio del resto de mi vida. Inhalé hondo y sujeté la corbata para darme una mirada rápida al espejo y salir al encuentro con mi único padrino de bodas; Henry. 

—¿Y cómo te sientes? —. Él venía con Bruce en su portabebés dormido y con un lindo esmoquin negro. 

—En cualquier momento vomitaré, no lo dudes. 

Y él ríe de mi a medida que nos acercamos al altar en dónde esperaría por mi esposa. 

—Tu solo relájate. Todo saldrá bien. —. Me dice antes de ir con su madre para que sostenga a Bruce. 

Alan estaba en la primera fila de mi lado en la habitación y al verme de pie en el altar se acerca para abrazarme y darme sus palabras de aliento. 

—Recuerda lo que hablamos en casa, hijo… 

—No lo olvidaré nunca, papá. 

Alan me sonríe y vuelve a su silla junto a los padres de Henry, y más atrás estaba mi cuñado Omar pero sin rastros de Madeleine. Ella todavía sigue enojada con Macarena y conmigo por haber mantenido la relación en secreto durante bastante tiempo y le enfada el doble que ahora vamos a casarnos para siempre. 

—De pie. —. Ordenó el sacerdote a mis espaldas cuando comenzó a sonar la típica canción cuando la novia va a salir. 

Y ella sale por una puerta usando un vestido blanco muy sencillo y que se le acentúa muy bien a su delgado cuerpo. Su cabellera negra bailaba en ondas al final de su espalda y en su rostro angelical resplandecía una sonrisa que demuestra lo feliz que está mujer de ser mi esposa. Ella se detiene delante de mi y las palabras no me alcanzan para describir lo majestuosa que se ve. 

Sollocé delante de ella ante la emoción que está unión me causa. 

—Estás preciosa, Maca. —. De mis labios salieron dichas palabras al sostener su frágil mano en la mía. 

Ella me regaló aquella sonrisa que logra calmar la tempestad en mi mundo, que hace cambiar mi temperamento en cuestión de segundos. 

A ella yo la amaba como a nadie nunca amé. 

—Estamos acá reunidos para festejar la unión de Elliot Rickman y de Macarena Holsen. 

Las palabras del sacerdote pasaron a un segundo plano ahora que la veía directamente a los ojos y, vaya que había ganado la lotería con mi Maca hermosa y reluciente. 

A ella la conocía cuando tan solo éramos unos críos, iba siempre en las tardes cuando Madeleine llegaba del ballet y se marchaba cuando su padre salía de la empresa. Pasamos toda la infancia juntos, crecimos juntos, lloramos juntos y aprendimos juntos sobre muchas cosas. A ella le encantaba el arte y a mi la historia, se pueden imaginar que tan profundas eran nuestras pláticas en la noche en el porche de mi casa a la espera de sus padres. 

A ella igual que a mí le apasionaba la música clásica y las charlas hasta que uno de los dos se quedase dormido. Siempre que estábamos sin mi hermana la pasábamos muy bien y puedo apostar mi herencia que mi madre tenía el presentimiento que me casaría con Macarena. Ella siempre me hizo saber que le agradaba, que era una gran chica y que debía de cuidarla siempre. 

—Si acepto. —. Deslicé su anillo por el dedo en dónde relucía aquel argolla que alguna vez perteneció a mi abuela y a mi madre. 

—Acepto. —. Ella hizo lo mismo conmigo y yo no podía estar que más que agradecido con la vida de haberla puesto en mi camino. 

Luego de marcharme a España no tuve a nadie más que no fuera a ella y creo que esa fue una de las tantas razones por la cual terminamos enamorados el uno del otro; nos entendíamos. Ella sabía por el dolor que estaba pasando, comprendía que ahora mi vida dependía de mi padrastro y me aceptó con todo y fragmentos. Macarena se quedó cuando destruí mi residencia ante el dolor que sentía por haber perdido a mi madre en un accidente. 

Ella sostuvo mi mano y me miró a los ojos para decirme a continuación una de las frases más lindas que jamás sacaré de mi cabeza y que espero recordar el día que me muera. 

“Se que ahora todo parece confuso y no ves la salida por ningún lado. Encuentras oscuridad y soledad en cada rincón de tu cabeza, se que vuelan por dentro de ella millones de recuerdos que ahora parecen una daga. Pero Elliot… nos tienes a Alan y a mi, jamás te dejaríamos solo o varado en medio de la nada. ¿Lo puedes comprender? Te amo Elliot y se que no es momento adecuado para decirlo pero debes saberlo. Te amo con cada fibra de mi piel y aunque se que no debo amarte por ser el hermano mayor de mi mejor amiga lo hago, te amo desde la primera vez que nos vimos, desde nuestra primera charla. 

Con esto no quiero que creas que tienes un compromiso conmigo, no para nada. Solo quiero que veas que tienes millones de razones para continuar en la tierra con Alan… y conmigo, por supuesto. Así como yo te amo Alan te adora y estima muchísimo, eres el hijo que nunca pudo tener y de perderte a ti también le estarías dejando sobre sus hombros el dolor de haber perdido a su esposa e hijo. ¿Deseas que Alan cargue con ello? ¿No? ¿Entonces sabes lo que debes hacer, no es así? Debes ponerte de pie y darle frente a la vida y hacer que tu madre dónde sea que esté se sienta orgullosa de ti y de lo que has logrado. 

Eres fuerte. Eres valiente. Eres importante para muchos, Elliot. Pudiste con el dolor ante la pérdida de tu padre hace años y se que no es nada fácil, pero a puesto a qué tu madre no quisiera que te deprimas. Al contrario, te pediría que te pares y sigas. Vuelvo y repito por si se te olvida: te amo, Alan te ama, todos te amamos, Elliot Rickman. 




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