El deseo del jefe

2: "Doble cara"

Capitulo dos: “Doble cara”.

Ezekiel Djindjić maniobró con destreza el volante del vehículo que conducía. El tiempo se acababa y todavía le quedaban un buen par de millas por recorrer. Aceleró y mirando al borde inferior derecho del cristal, notó que sus enemigos lo tenían cercado. ¡Maldición! Él era el último con vida que quedaba de su flota.

Era ahora o nunca.

El estruendo de disparos comenzó a aturdirlo haciéndole imposible continuar con su carrera. El auto comenzó a tambalear y oyó perfectamente cuando uno de los neumáticos traseros estallaba a causa de un balazo. Las alarmas se encendieron con luces rojas mientras el vehículo se giraba para volcarse y terminar como un montón de chatarra.

Un pitido se oyó sobre la cantidad de insultos que su boca lanzaba al observar el cartel de “YOU ARE DEAD” que la pantalla de su computadora mostraba.

Kittykisses96: Estas muerto, serbio. Ve a llorar con tu abuelita.

—Imbéciles, ¡denme la revancha! —tecleó a toda prisa cuando los participantes del equipo contrario festejaban su victoria. —¿O tienen miedo de mí?

Kittykisses96: ¿Por qué tendríamos miedo a un muerto? A los vivos es a quienes hay que temerles… y lamentablemente tu no eres uno de esos.

Ezekiel se rio por el ingenio de sus contrincantes. Seguramente eran críos de escuela secundaria que se mearían encima si conocieran de su verdadera identidad.

Y no lo decía porque formase parte de un clan mafioso de origen serbio, sino porque él era el desarrollador y principal programador del juego en el que acababa de perder. Era, a quien esos niños admiraban tanto.

La inspiración para escenarios realistas e historias atrapantes era su lamentable vida diaria, pero la diferencia radicaba en que en los juegos podías arreglar todo con un simple par de comandos y en la vida real, al menos en la suya, se arreglaba con balazos y palizas de por medio.

Se levantó de su cómoda silla estilo gamer, diseñada exclusivamente para su metro noventa y cinco, y caminó a su recamara. A estas horas seguramente alguno de sus sirvientes vendría a despertarlo y él tenía que dar la imagen de despreocupado heredero serbio.

Ezekiel se quitó la ropa y destapó una de las botellas de licor que el minibar de su habitación tenía. Ni siquiera se atrevió a olisquear el aroma del alcohol, dejó todo sobre la mesa y se recostó en su cama. Exactamente tres minutos después uno de sus empleados ingresó con cautela a la habitación.

—¡¿Qué?! —gruñó, fingiendo una resaca y tuvo que hacer de piedra su expresión al ver que un joven se encogía en su sitio aterrado de haberlo molestado. —¿¡Y tú quién eres?!

El chiquillo, que se presentó como Max, era nuevo en la casa. Ezekiel reconoció en sus rasgos a uno de los hombres que su padre había perdido en un atentado años atrás.

—¿Eres el hijo de Aleksandar? —Max asintió. —¿Qué haces aquí? ¿no eres todavía muy joven para entrar al clan? —bufó. Le parecía triste que un joven prometedor se envolviera en un mundo como el que ellos pertenecían. Ezekiel decidió jugar una última carta; —Yo no seré niñera de nadie, si trabajas para mi debes estar dispuesto a morir por mis órdenes.

Él tuvo que maldecir por lo bajo al ver que el muchacho asentía con predisposición.

—Mi vida por usted, señor —bajó la cabeza. —Mi lealtad es suya, lo único que me atreveré a pedirle es la protección de mi madre y mi hermana menor. Por eso me pongo a disposición del heredero del clan Djindjić.

Mierda.

—Bien —Ezekiel fingió disgusto al tener que aceptar a un niño en su grupo, pero estaba seguro que el reclutador del joven quería algo bueno para él y no había querido dejarlo a su suerte. —Busca mi desayuno y prepara la mesa del jardín, frente a la piscina. Quiero que llames a Zelko y le digas que quiero hablar con él. Esa es tu primera tarea.

Max asintió y se apresuró a marcharse a cumplir las ordenes de su señor. Estaba agradecido de que el importante señor Ezekiel le hubiese dejado quedarse a su lado y no lo enviara a hacer otras tareas más peligrosas. Él era la persona más importante en el clan, por ser el próximo heredero al mando, y no pensaba decepcionarlo.

ººº

Zulema se marchó del centro de salud con los ánimos por las nubes y una nueva resolución en mente; al llegar a su casa, ella contaría el dinero que tenía guardado en su costurero, dentro del mueble que utilizaba para guardar la ropa, y se decidiría a contarle sobre sus planes a sus padres.

La charla con Tamara había incluido costos de traslado y consejos sobre las actividades en las que una muchacha como ella podría desarrollarse.  

Sonreía llena de esperanza al imaginarse en la capital, tomando un bus o comiendo en algún puesto callejero, cuando se cruzó de frente con la persona que sacudía su tranquilo mundo.

Matías la miró y esta vez no pudo huir de su presencia.

—¿Vas a casa? —preguntó ella al acercarse y él asintió escueto. Se veía tenso a su lado y su mirada verdosa rehuía de la suya. —Bien, ¿puedes avisarle a mi mamá que demoraré un poco? Doña Licha me ha pedido ayuda con una de sus gallinas.

Matías asintió y Zulema lo miró con tristeza. ¿Qué le había sucedido a ese chico bromista y alegre que era su amigo?

Antes de que se marchara ella recordó algo que le quería preguntar desde que llegara con su hermana una semana atrás y anunciaran su casamiento. Bueno, que lo anunciaran a ella y a su padre, ya que su madre sí sabía de la noticia y no cabía de la dicha.

—Matías —llamó su atención y él la miró a los ojos por primera vez en varios días. —Quería… —su voz se quebró, —yo quería saber si tu…

—¿Qué cosa?

—¿Si tienes el prendedor ese?... —Zulema estaba nerviosa al mirar otra vez el par de ojos verdes que le robaban los sueños. Matías se veía ansioso y ella no encontró las palabras correctas para hablarle de igual a igual. —Es decir, ¿utilizaste el prendedor que te obsequié? Sé que era un regalo para ayudarte, pero ya sabes…




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