Son tantas las personas a las que me gustaría agradecer su apoyo constante e incondicional, que me faltarían palabras para poder expresar todo lo que siento.
Pero en este momento, en el día en que escribo estas frases, en mi pensamiento están todos esos trabajadores que salen a la calle para librar una batalla, una guerra contra un enemigo invisible que jamás imaginamos que nos golpearía tan fuerte. Confinada, y desde mi ventana, observo la lluvia caer deseando que sea una señal de tregua, y que tras esta aparezca un brillante arcoíris para indicarnos que todo ha acabado.
Gracias a todos los sanitarios del mundo, quienes se han convertido en nuestros ángeles de blanco, por ser valientes, por no renunciar a pesar de terminar exhaustos cada jornada, en especial a mis compis de la promoción XVI de enfermería, con los que compartí nervios, experiencias inolvidables y muchas alegrías. Gracias Mariluz, Nuria y Mili.
Mi gran aplauso a quienes se encuentran detrás de los teléfonos, gestionando el torrente de llamadas en esta crisis, entre ellos, el personal del 112 de Canarias. Antes de salir de casa, mi hermana Anabel, siempre nos dice «Me voy a salvar el mundo», hoy más que nunca esas palabras cobran sentido para mí. Gracias Verónica, Bety y Nacho.
También mi agradecimiento va para todos esos psicólogos que de manera gratuita, han ofrecido sus servicios, dedicando frases de aliento y ahuyentando esas emociones negativas que nos invaden con crueldad, y llegan a quebrar nuestra esencia. Gracias Luca, Ana y Lorena.
No me olvido de mis compañeros del aire, quienes con entrega e ilusión, han facilitado el regreso a casa de miles de turistas atrapados. Gracias Elsa, y a todo mi equipo de Tenerife Norte.
En mis pensamientos también están todo el cuerpo y las fuerzas de seguridad, quienes velan por nosotros en estos meses de incertidumbre. Agricultores, ganaderos, repartidores, dependientes, y a todos los que no han cesado de trabajar para que a los demás no nos falte de nada en casa. Gracias Carolina.
Gracias a mi familia y amigos, nos mantenemos distantes en el confinamiento, pero cerca en nuestros corazones. Después de esto, todos mis cafés pendientes tienen que celebrarse más que nunca.
Gracias a todos los niños, que se están portando como campeones, y dibujan grandes arcoíris iluminando nuestros días grises. Gracias Sam, Ariadne, Daniela, Hugo y Eric.
Y a todos aquellos que con responsabilidad y sensatez han decidido quedarse en casa.
Este enemigo no conoce fronteras, ni lenguas ni razas. Nos ataca a todos por igual. Nos ha mostrado lo débiles que somos, pero también lo fuertes que podemos llegar a ser. Ya es hora de que reflexionemos y entendamos que no necesitamos armas biológicas, ni de ningún tipo. No se trata de combatir a nuestros hermanos, quienes poseen iguales derechos porque todos hemos nacido en el mismo mundo, bajo el mismo sol. Se trata de salvar juntos nuestro hogar, un lugar llamado Tierra.
«Y aunque el miedo tenga más argumentos, elige siempre la esperanza», Séneca.
Finalmente, gracias a toda mi familia de Lxl por hacer posible la edición de este libro, y a todos los lectores que cada día me brindan sus muestras de afecto. Espero que esta trilogía cale tan hondo como lo ha hecho el mundo mágico de Silbriar.