Muerta estoy. Me parecía estar perdida en un espacio sin color, sin sentir, nadando en un inmenso mar sin fondo.
Creía firmemente no estar respirando, un pánico me envolvió cuando me di cuenta de que no recordaba nada de la razón por la que fui arrastrada a esta oscuridad. No, miento, un leve recuerdo hace aparición, la imagen de Geomar corriendo desesperadamente hacia mi cuando una fuerte explosión retumbo en el lugar.
El recuerdo de mi guardaespaldas, de su rostro desesperado mientras me arrastraba fuera del edificio colapsado se aferró a mi mente, me golpeó como un puñetazo en el estómago. Había sido él quien me había sacado de debajo de los escombros, quien me había salvado. Pero ahora, ¿dónde estaba? ¿Por qué no estaba a mi lado? Recuerdo vagamente que intente levantarme, ignorando el dolor en mi pierna herida, cuando una segunda explosión cubrió todo de negro. Tenía que encontrar a Geomar. Mi mente giraba en círculos, tratando de unir los fragmentos rotos de mi memoria.
Con pesadez abrí los ojos, el sol se filtraba a través de las grietas en las paredes derrumbadas. El aire estaba cargado de polvo y el sonido de mi propia respiración resonaba en mis oídos. El lugar estaba en ruinas, pero Geomar no estaba en ninguna parte. Solo había silencio y desolación. ¿Había muerto? ¿Había sido capturado por los tevas? ¿Qué eran los tevas? mi cabeza latía con dolor, y al intentar moverme, sentí que cada músculo protestaba. No podía concebir una explicación del cual fui secuestrada por ellos. Busque a tientas a mí alrededor.
Entonces, una sombra se movió en el rincón de mi visión. Gire la cabeza y lo vi: un hombre encapuchado, con ojos oscuros y una sonrisa siniestra. Los Tevas, el grupo que me había llevado a esta situación. Geomar apareció junto a mí, con rostro demacrado y ensangrentado.
—Ana—, susurró, —debes escapar. No puedo protegerte más—. Asentí débilmente. El cuerpo del hombre perteneciente a los Tevas cayó hacia delante luego de haber sido apuñalado por Geomar con una viga.
Me puse de pie con dificultad, todo se tambaleo y sentí un brazo rodear mi cuerpo evitando que cayera. Una leve sonrisa se dibujo en su rostro cansado y sentí la necesidad de limpiar el polvo pegado a su piel sudada. Un leve gemido salió de sus labios doblegándolo, sintiendo su peso atrayéndome de nuevo al suelo. Quise protestar cuando mis manos tocaron la pegajosa y caliente sangre sobre los escombros. Al ajustar mi visión el abdomen de Geomar estaba siendo atravesado por una cabilla, mientras la sangre ya había empapado casi por completo la camisa blanca que ahora estaba polvorienta.
Lo acosté completamente para ver mejor la herida, rasgue el vestido para hacer un torniquete alrededor pero antes de que pudiera reaccionar, los Tevas nos rodearon. Geomar luchó, pero era demasiado tarde. Por más que me resistiera fui arrastrada lejos de él mientras veía cómo lo apuñalaban una y otra vez.
Y entonces de nuevo, todo se volvió oscuro.
Cuando recobre el conocimiento, no estaba en el mismo lugar. No había escombros ni rastro de aquellas personas. En cambio, estaba en una habitación grande, con muebles y detalles que denotaban elegancia y riqueza; una ventana que daba a un jardín exuberante, también la lesión en mi pierna había desaparecido. Confundida me levante de la cama y mire alrededor, papeles por doquier con palabrerías sin sentido, acordes de piano desparramados en la alfombra; la vista me parecía conocida pero no tenía sentido ¿fue un sueño? Las sensaciones eran reales, el miedo y la confusión podían tocarse.
Mis pensamientos se interrumpieron cuando Geomar sin siquiera tocar la puerta entra a la habitación.
— ¡Oye! Si ya habías despertado debiste bajar a desayunar— exasperado se acerco. — La princesa aun no se ha vestido ¿Qué te pasa la fiesta de anoche fue demasiado para ti?
— ¿Fiesta? — intento poner en orden sus palabras con los recuerdos pero nada funciona. — ¿Qué hablas de repente?
La cara de Geomar se arrugo completamente para luego darse media vuelta suspirando, se volvió hacia mi mientras pellizcaba el puente de su nariz. Lo vi detenidamente. Llevaba una camisa negra ceñida al cuerpo con esas correas de cuero donde reposa su arma, inconscientemente lleve mi mano al lugar donde estaba la herida que había visto, sentí su cuerpo tensarse pero necesitaba corroborarlo, no estaba esa fea punzada terriblemente dolorosa, bueno era de esperarse no estamos en ese lugar infernal de lo que parecía ser mi pesadilla.
— ¿Qué se supone que haces? — se aparto bruscamente. — ¿Acaso estas borracha?
Si, seguro fue eso. Una fuerte jaqueca producto de lo que podría ser de la resaca ocasionaba que mi cabeza punzara con la gritería. No me creo que haya pensado que este hombre haya muerto por salvarme, si bien lo conozco desde hace diez años y es mi guardaespaldas nunca nos hemos llevado relativamente bien. Somos lo que parece una amistad a regañadientes, no somos amigos pero tampoco enemigos.
— ¿Debería decirle a la señora Mariela que no iras a la práctica de hoy?
Oh cierto, la señora Mariela está a cargo de mi itinerario diario. Salir despejara mi mente, me muevo hacia el espejo viendo su reflejo a través, su rostro muestra una clara confusión con lo que creo que es ¿preocupación? El rostro que viene a mi mente se complementa con su presencia, no estoy de humor para nada solo quiero olvidar esa pesadilla. Por lo que volteo para hacerle frente.