Me encontraba en una habitación oscura, el aire estaba cargado de una tensión que se podía cortar con un cuchillo. Retenida en una celda que mira directamente a lo que parece ser la sala central, muchas computadoras monitoreando graficas y números sin sentidos, fechas aleatorias, destinos indistintos. Varias personas a las cuales no podía ver bien sus rostros en el lugar solo iluminado por aquellas pantallas se mostraban ansiosas por lo que se mostraba tras intensos pitidos revelando un papel. El sonido de un teléfono hizo eco en el lugar, tras intensos repiques uno de ellos levanto el cabezal. Un minuto de silencio, no respondió nada, solo volvió a dejarlo como estaba.
No creo que haya sido por nada esa acción porque justo cuando terminó la llamada me rodearon. Intentaba ser fuerte y evitar que me vieran temblar, aun si no pudiera retener el corazón batirse con miedo. Uno de los misteriosos hombres se acerco para tocarme, cerré los ojos, apretándolos con fuerza cuando un ruido sordo hace que los abra de nuevo para ver que sorpresivamente cayó sobre una rodilla; al ver en su dirección veo a Geomar amordazado en el suelo quien lo había golpeado para que no se me acercara tanto. Verle herido y sufriendo golpeaba en mi pecho con dolor punzante.
Otro de los que estaba presente golpeo a Geomar en el estomago y un quejido lastimero fue ahogado por la mordaza. A pesar del dolor que seguro le provocaba la bala en su pierna, luchaba con cada fibra de su ser. Mi cabello fue tironeado hacia atrás por lo que quite mi vista sobre él para que enfocaran el rostro que tenía delante.
—Hemos comprobado que tiene el enlace temporal— dijo con voz cansada y rasposa—, el señor estará complacido cuando la entreguemos.
—Debemos verificar que también sea el recipiente— la voz era ahora de una chica. —Llevémosla y se acaba todo. Debemos darnos prisa antes de ellos se enteren.
¿Enlace temporal? ¿Quiénes son ellos? Quería hacer muchas preguntas y como si escucharan mi curiosidad silenciosa la chica se dobla hasta mi altura y toma la punta de la cinta, desprendiéndola con fuerza. Solté un quejido, las mejillas y mi boca ardían, es probable que estén hinchadas y enrojecidas.
—Habla, podrían ser tus últimas palabras. —amenazó.
— ¿Qué es lo que quieren? Si quieren dinero mi padre puede darles lo que ustedes quieran, yo…
—No nos importa —dijo el hombre que estaba lastimando a Geomar. —Queremos el enlace temporal que posees y listo, no hay nada más que queramos de una caprichosa como tú.
— ¡Se los daré! No sé que sea eso, pero se los daré si nos dejan ir.
A este punto cada palabra temblaba en mis labios, las lagrimas amenazaban con escapar. No quería estar aquí, quería que dejaran ir a Geomar.
—No lo comprendes— el hombre jalo aun mas mi cabello moviendo con brusquedad mi cabeza hacia atrás, sintiendo dolor en el cuello. —No es algo que puedas entregarnos tan a la ligera. Solo los elegidos de ese dios poseen las facultades del tiempo, no es algo que se pueda modificar con la ciencia.
Hizo una pausa, meditando. Sus dedos se movieron dibujando la línea de mi barbilla para luego señalar a una de las pantallas en el cual se veían otras celdas, en ellas se podían ver desde niños hasta adultos de diferentes edades y complexiones. Otro de los presentes activo el micrófono dejando escuchar por medio de los altavoces en la sala el llanto, los gritos agonizantes, el sonido de las rejas chirriantes y el miedo de quien era arrastrado por las personas muy cerca de los míos, escuche una patada seguido del quejido de Geomar. No podía voltear ni apartar esa terrorífica mirada, cerré los ojos solo para sentir una cachetada seguido del sabor metálico de la sangre en mi boca.
—No hagas eso de nuevo— soltó mi cabello para limpiar con sus dedos la sangre de mis labios rotos. —No eres como esas personas, tú eres la personificación de la perfección, el recipiente que albergara a esa divinidad. Ellos en cambio serán la muestra al mundo de la nueva ciencia, sujetos adecuados, sin miedos. Personas reformadas para obedecer.
— ¿Para quién? — la voz de Geomar se escucho detrás, voltee con miedo de lo que pudiera ver. La mordaza de tela se había aflojado y se empapaba de sangre que se deslizaba de su cabeza y nariz. — ¿Que es ese enlace que dicen que tiene ella?
—Nada que te importe.
El hombre junto a Geomar vuelve a amordazarlo y le arrastra hacia la pared lejos de nosotros, la sangre de su pierna dejaba un fino rastro con el movimiento. La chica me toma por el brazo incitando a que me levantara guiándome a salir del lugar.
—Pongamos a prueba tu poder.
—No sé hacerlo— respondí.
—No te lo estoy pidiendo, te lo ordeno— la chica saco un cuchillo y se dirigió a Geomar colocando el filoso instrumento en su cuello. —Hazlo, llévanos unas horas atrás. Eso ha de ser fácil.
— ¡Que no se hacerlo! —grite en pánico.
—Entonces quieres que el chico muera. —la punta del cuchillo punzo un poco la piel dejando fluir un poco de sangre de su cuello hacia abajo.
—Explícame como hacerlo… yo lo haré… solo deja a Geomar— las lagrimas fluyeron sin poder contenerlo.
El silencio se hizo en el lugar nadie hizo ningún movimiento, el único leve sonido era el de mi llanto que luchaba por acallar. La chica empezó a contraer su rostro en un claro enfado que dejo a Geomar y caminaba para acortar la distancia entre nosotras, cuando un golpeteo se escucho. Geomar se levanto rápidamente golpeando a quien lo tenía retenido para luego embestir con fuerza contra la chica tomando su cuchillo. Rápidamente corto la soga de sus manos, apretó un botón que ni había visto en el escritorio donde estaba recargada que abría la puerta y tomándome de la mano salimos corriendo.