El despertar de los Tevas

Capitulo 3: No lo hagas.

Las pesadillas que han estado atormentándome últimamente no eran solo malos sueños producidos por el cansancio, porque no lo eran. Dos meses que se han repetido en un bucle que termina con mi muerte y la de Geomar ¿Los Tevas serán consientes de estos cambios? Si están tan obligados en capturarme en cada oportunidad que se les presente, entonces existe esa posibilidad. Ahora que caigo en cuenta he estado realizando las mismas actividades como si fuera algo irremplazable, eventos que siguen una línea continua e inalterable. Si cambiara el curso de estos ¿Tendría la capacidad de cambiar mi destino? ¿Podría salvar a Geomar de una muerte agonizante y perversa? Enfrentar a un grupo del cual desconozco totalmente su forma de trabajar, eso suena como si nos atraparan en una película de acción de búsqueda y rescate.

            Sea lo que sea que este por venir no es algo que pueda solventar, si tocar el piano creara un campo que me alejara del enemigo ya estaría hablando de otra cosa.

            —Debería preguntarle a mi padre si es posible hacer eso.

            Salgo de la bañera que se había vuelto fría, tomo la toalla y me envuelvo en ella. Deambulo, las gotas que caen sobre la mullida alfombra las uso como un canto que calme esta ansiedad floreciente de mi pecho y otra duda se forma en mi cabeza ¿Geomar también puede notar el cambio? Lo he visto preocuparse más que de costumbre; la impresión por dejar de respirar, el dolor que corre por tus venas y que cubren tu piel, la ultima vista, el último suspiro. Tiemblo, como esas manos que tocaron mi piel y pedían que me calmase, que lo mirara solo a él. Pedía llevarse mis miedos consigo y yo ¿Qué dije? No hice nada, ni una muestra de compartir su inquietud. Lo vi como solo un personaje más que hace su trabajo, aquel que cumple su deber: protegerme.

            Quiero verlo, asegurarme de que todo está bien. Debo preguntar, salir de esta duda y poder trazar un plan de acción, hablar sobre este poder que desconocía hasta hace poco. Evaluar las posibilidades de manejarlo a voluntad, si es que eso es posible. Me visto rápidamente con lo primero que consigo a la mano, una franela de algodón y unos pantalones de pijama. Corro por el pasillo hasta las escaleras de madera mientras el cabello empapado lo recogía en una coleta. Y allí lo vi, sentado junto al mesón de la cocina. Geomar, vestido como siempre, la típica camisa blanca pero sin abotonar hasta arriba con la corbata desajustada, sus pantalones y zapatos negros completan su atuendo.

            Parece sumido en sus pensamientos, quizás reflexionando sobre los acontecimientos que hemos pasado o tal vez pensando en algo mas, no podría saberlo. La monótona escena mientras agrega mas leche al tazón de porcelana blanca se refleja en su expresión y su postura. ¿Cómo cambiar su destino? ¿Cómo podía evitar esos sucesos peligrosos? No quiero perderlo, no quiero que sufra lo mismo cada vez que se repita ese patrón de secuestro y agitación. Aun si no supiera nada de lo que hemos pasado en meses que se repiten debería saberlo.

            —No debes decir nada.

La determinación se detuvo como si un baño de agua fría me cayera de improvisto, una voz, voltee rápidamente chocando con una silla atrayendo la atención de Geomar quien me miraba ahora impresionado de que estuviese allí sin que me notase.

            —El tiempo del presente aun no está listo para unirse al tiempo del pasado. —La voz se repitió en un tono que no sabría decir si era de un hombre o una mujer grave.

            — ¿Ana? —lo escuche llamarme, pero estaba concentrada en si volvía a oír aquella voz de mi cabeza, lo que no sucedió. — ¿Por qué aun no estás lista?

            —No saldremos hoy— respondo sin dejar de mirar hacia todos los lados, lo más probable es que piense que estoy loca. Al mirarle de nuevo su expresión aburrida cambio por el de asombro.

            —No es que esté en contra de no trabajar— dijo mientras movía una silla indicándome que me sentara para luego tomar otro tazón y servirme del cereal —, pero puedo preguntar ¿Por qué tan de repente?

            No respondí, miraba sin decir nada mientras me servía de mi cereal favorito de chocolate. Empecé a juguetear con la cuchara, la leche se volvió achocolatada y los copos se volvieron pastosos. Sentí como se levantaba a recoger su tazón terminado. Quería preguntar ¿estaría mal desobedecer a esa voz que dejó un dilema en mi conciencia? Un bostezo exagerado, lo veo de espalda mientras se estiraba con pesadez. Miro en detalle su cabello que esta despeinado y tiene ojos soñolientos, acomoda el tazón en su lugar y salpica agua de sus manos mojadas a mi cara.

            —Ana, no me mires así. Pareces preocupada y eso me fastidia.

            —Solo tuve un mal sueño, no es nada que te pueda importar.

            — ¿Qué? — La molestia distorsionó su rostro— No por eso haces un drama tan temprano en la mañana, solo debo llamar  a la señora Mariela y resuelto todo. Eso no es lo único que te esta inquietando, tonta.

            Un nudo se formaba en mi garganta, las lágrimas amenazaban con asomarse, no podía. Por más que quisiera hablar algo dolía en el pecho, era molesto. No era solo alimentar mi curiosidad querer preguntarle, necesitaba decirle, necesitaba aferrarme a esa idiota expresión que tiene cada mañana, quería quejarme pero mi boca no dejaba salir ningún sonido. Mis dedos perdían el color al apretar con fuerza el tazón con cereal y es ya notorio, no puedo decirle, no puedo contarle.




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