El despertar de los Tevas

Capitulo 4: Luz roja.

Los pitidos hacen eco en un rincón sombrío. Luces parpadeantes muy tenues de color verde, dibujan siluetas en las paredes, danzando con gracia, emergen y se desvanecen. Movimientos sutiles y enigmáticos al compás de tacones sincronizados.

—Se está alejando—dijo una de las siluetas con voz suave, casi como si de un arrullo se tratase. — ¿Cree que vale la pena arriesgarse?

La pregunta quedo en el aire, solo hubo risas, pequeñas risas de marionetas que se perdían entre los pitidos electrónicos de las computadoras. No dicen nada, solo se mueven, como animal que espera que su presa esté cerca. Cuatro personas se pueden vislumbrar entre parpadeos, de pie, esperando tal vez, mientras miran hacia un punto entre aquella oscuridad.

—Tráiganla— una voz masculina rompió aquella sinfonía de fondo y como impulsadas por esa orden, las figuras se despiden con una amplia sonrisa, dejando sus dientes al descubierto entre labios brillantes.

 

***

 

            Estaba preparándome para salir, Jenna había vuelto a llamar que ya se encontraba con Alicia y María y que venían en camino para ir a la discoteca. Sentí mi cuerpo temblar por un momento, ir a la boca del lobo, una discordia mediática arremolinada en un solo lugar. La policía en su arduo trabajo de retirar a todos lo que quisieran ir sin mucho esfuerzo, los dejaron ser. A cambio dejaron una leve seguridad, no se puede confiar en ellos de eso no hay duda.

            Si quisieran atrapar a alguien que haya manifestado algún poder por ese revuelo de poder no podrían hacer nada y solo perderían a sus efectivos. No es algo por lo que ellos se quieran arriesgar por su miserable sueldo. Nadie dice que la ciencia mágica te ayude a sobrevivir, te da lo justo y necesario para ello. Mi padre siempre me ha dicho que aquellos que no son seleccionados por la magia deberían adaptarse a la ciencia. Nunca tuve interés en ello, no hasta ahora. Sería como ellos, como aquellos tras las rejas, sin una escapatoria, sin libertad en años e inclusive nunca.

            Ser seleccionada por la magia ¿Qué pensara mi padre de eso? Desearía decírselo o tal vez no. Un hombre dedicado a la ciencia mágica, solo me usaría como un conejillo de indias, sacarle provecho para un ¿bien mayor? Muy difícil fue para mi madre convencerle de que no tenía ningún don para ello y que era mejor dejar que siguiera sus pasos de ser una artista. No quería involucrarme, madre me ayudo a huir, refugiarme entre la música pero ¿A qué costo? Mi madre perdió la capacidad de volver a tocar, su carrera de deshizo como un hechizo fallido y yo no pude cumplir la expectativa de reemplazarla, no pude tocar el violín por ella. Ahora esto, un poder que atrae a personas despreciables obligándome a morir  y ver morir.

Estaba preparada  y debía dejar de pensar, enfocarme en lo que estoy a punto de hacer. Debo aprender, poder dominarlo a voluntad que sirva de protección y al voltear lo vi. Geomar, a quien más deseo salvar más que a mí misma, estaba parado junto a la puerta, los brazos cruzados sobre el pecho. Su mirada era un torbellino de emociones: preocupación, miedo y una pizca de ira. Sabía que él no entendería, que no podría soportar la verdad que había descubierto o al menos eso quería creer. Pero no podía quedarme. No cuando la vida de Geomar estaba en juego.

—Ana, No hagas esto —suplicó Geomar—. ¿A dónde vas? No puedes irte sin decirme nada. Siento que me evitas y creo que tengo el derecho de saber hacia dónde se dirige mi señorita.

Me detuve en medio de la habitación, mis ojos encontrándose con los de él. Quería tocarlo, abrazarlo, pero no podía, no ahora. Debía seguir trazando esa línea entre ambos. El es mi guardaespaldas y sé que solo está haciendo su trabajo, no hay nada más entre nosotros más allá de una relación laboral.

—Geomar, escúchame —dije con voz firme—. Hay algo que debes saber. Lo que haga o deje de hacer no es asunto tuyo.

Geomar frunció el ceño, confundido. Sus dedos se aferraron al marco de la puerta como si temiera que ocurriera algo que decidí ignorar.

— ¿De qué estás hablando? —preguntó—. ¿Por qué no me cuentas? Solo cumplo con el trabajo que se me ha encomendado.

—Pero esta vez no quiero que lo hagas tu— mentí, deseaba que no me dejara ir. Pero no podía poner su vida en riesgo. —Otro guardaespaldas hara tu trabajo hoy.

 Tragué saliva, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar. No podía decirle. No podía cargarlo con el peso de una verdad que no se puede revelar. No cuando eso significaría su muerte. Lo sentí acercarse, por favor no, perderé la fuerza que me costó encontrar desde esta mañana y como salvada por la campana se detuvo cuando la alguien toco al marco de la puerta abierta.

—Señorita— hablo el mayordomo—, alguien la busca. Dice que tiene algo muy importante que hablar con usted.

Ignorando cualquier cosa salí y sentí a Geomar seguirme detrás. Ya tendríamos momentos de hablar, tendríamos el tiempo de evitar los malos entendidos. Al bajar las escaleras una chica vestida de negro estaba sentada plácidamente en el sofá, mirando el techo con adornos de yeso como perdida. Al escuchar el taconeo en el suelo dirigió su mirada hacia mí, al mismo tiempo que esboza una sonrisa.

Parece una muñeca, por su apariencia pequeña, ojos grandes y el cabello recogido. Cruzo sus piernas mientras miraba divertida a su alrededor mientras jugueteaba con lo que parecía ser una carta en sus manos, es una niña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.