El dolor de cabeza vuelve al día siguiente, las imágenes de una persecución, miedo, llanto, dolor, todas intercaladas a la vez hacían mucho ruido. La desesperación de Ana, escapar de la muerte. Me sentí ahogado, entumecido. Otras escenas nuevas, sangre, todo cubierto de rojo, salpicaduras esparcidas a un ritmo ensordecedor, corriendo de nuevo, el corazón desbocado y tres pares de ojos que dictan un mal final.
Y allí estaba de nuevo, despierto en medio de la madrugada. Se estaba haciendo frecuente. Cerré los ojos con la esperanza de volver a dormir, imposible. El dolor solo volvió con más fuerza, el ruido de las cuerdas desafinadas hicieron eco en la sala de práctica. La señora vuelve a intentarlo, es inservible, ella ya no puede hacerlo. Después de aquel accidente no pudo volver a tocar, nadie sabe con exactitud qué fue lo que ocurrió y la señora Vanessa ha borrado ese momento de su mente, hay veces que creo saber lo que pasó como un vistazo en primera persona de alguien atacándola pero eso no puede ser cierto. No habría forma de saber lo que pasó hace más de veinte años. Queda creer en los rumores de un fatal accidente de tráfico del cual por un milagro mágico quedó con vida, aunque nadie tenga pruebas de ello.
La detuve de nuevo, no quería escuchar ese horrible sonido taladrando en mi cabeza. Estaba de muy mal humor, quería dormir pero no podía, las pastillas no parecían estar teniendo tanta efectividad como antes y la guinda del pastel, tener que soportar a una ama que no comprende que su momento ha culminado. Una lástima, según videos en internet era maravillosa en cada presentación y comprendía de donde venia aquella majestuosidad de su hija. Me miró angustiada, no quería que se sintiera mal e hice que tomara asiento en su lujoso sofá.
— ¿Quiere que toque para usted? —propuse, no sería tan bueno como ella. Pero creo recordar que mis padres hicieron que tomara clases cuando era pequeño.
— ¿Puedes hacerlo? — una emoción asomo en sus ojos.
—Solo… no espere mucho de mí.
No salió tan mal, me daría golpes en la espalda por ello. Los aplausos de la señora me avergonzaron un poco, pero ella solo me felicito sintiéndose conmovida por volver a escuchar su violín. Como Ana nunca se dedico a ello, ella sentía que perdía algo de sí misma y no estaba alejada de la realidad en ese aspecto. Tal vez y solo tal vez pueda cerrar ese ciclo si escucha por momentos lo que se perdió y con el tiempo sane por completo.
De nuevo el cansancio, tenía hambre. El chef se levanta tarde porque la única que come en casa es Ana. Su madre siempre sale a tomar el té con sus amigas y su padre pasa todo el tiempo en la compañía. Y viendo que Ana se levanta a la hora del almuerzo, no hay necesidad de madrugar. No quiero cocinar, si tomo el cereal de Ana no creo que se enoje. Creí dormirme por momentos sobre el mesón de mármol, revolviendo y comiendo, encontrado paz en el crujir del cereal al contacto con la cuchara. No sé cuánto tiempo estuvo de pie allí, el pelo empapado mojaba su pijama ¿Por qué siquiera esta vestida de esa manera?
— ¿Ana? —llamo su atención, parecía frágil, tan frágil que podía romperse con el simple hecho de querer moverse. Mirando hacia todas partes como si escuchara algo. No podría saberlo sin preguntar — ¿Por qué aun no estás lista?
—No saldremos hoy— ¿Qué? ¿Se sentía mal? ¿Es eso? Bueno siendo ella tan perfecta en el piano podría asumir que está cansada de repetirse en los ensayos pero una persona que prefiere estar haciendo cualquier tontería en la calle que quedarse encerrada en casa ¿no quería salir? Aunque sería bueno quedarse a descansar. La cabeza me va a reventar de un momento a otro.
—No es que esté en contra de no trabajar— digo mientras muevo una silla indicándole que se siente para luego tomar otro tazón y servirle del cereal —, pero puedo preguntar ¿Por qué tan de repente?
Empezó a jugar con la cuchara ¿habrá ocurrido algo? Ayer… ¿A dónde fuimos? No puedo recordar los eventos de ayer, se desvanecen entre las palpitaciones dolorosas. Una cita, si eso es. Habrá sido aburrida ese encuentro que no puedo recordarlo con claridad, no debió ser fatal, ella está bien. Parecía querer decir algo, tal vez esa era la persona con la cual quería quedar como una fortuna para su madre que esperaba con esperanza transformarse en algo más que solo ser madre. Bostece, queriendo reprimir el dolor ahora de mi pecho. Lo que ella haga o decida no es de mi incumbencia, solo debo seguirla.
Me levante para lavar los platos. Olvídalo, olvida estos sentimientos. Ah, mierda olvídalo, guárdalos en un cofre con llave y aviéntalo al lago. El cuerpo entumecido quisiera voltearse y abrazarla, no puedo hacer eso. Olvídalo, olvídalo, olvídalo, maldición esto solo empeora el dolor de cabeza. Debo respirar y centrarme, concentrarme en mi trabajo.
—Ana, no me mires así. Pareces preocupada y eso me fastidia.
—Solo tuve un mal sueño, no es nada que te pueda importar.
— ¿Qué? — La molestia distorsionó mi rostro. No quiero invadir su privacidad pero últimamente me ha estado evadiendo como si huyera. Si quiero convencerme de seguir haciendo mi trabajo quisiera saber que la aqueja. — No por eso haces un drama tan temprano en la mañana, solo debo llamar a la señora Mariela y resuelto todo. Eso no es lo único que te esta inquietando, tonta.
Y ahí estaba, empezó a llorar.