El tiempo ¿Cómo lo conocemos realmente? Ese tejedor invisible, un hilo con un inicio incierto y un final abrupto. Como un reloj de arena, fluyendo sin piedad, llevándose consigo momentos preciosos y dejando cicatrices en nuestra piel. Cada risa, cada lágrima, cada promesa rota o cumplida, están unidas a ella. La separación de acontecimientos empañado con nuestras decisiones, que gana o pierde valor con cada punzada. ¿De qué sirve entonces volver en el tiempo? Incluso si encontráramos otra manera de hilar mejor el tejido de nuestra vida, sinceramente no creo que sea muy diferente.
El cómo se producen los eventos, se parece más a una explosión relativa y cíclica en un momento dado de un lugar en particular. Un experimento peculiar con asuntos cotidianos; el tiempo se distorsiona y se dilata cuando se expone a lo imprevisto, a lo exagerado. Queremos explorarlos, superarlos, ser parte del cambio.
Entonces ¿Cuál es nuestro propósito? Somos hojas en el viento, danzando entre la realidad y los sueños. El tiempo nos separa de nuestros pensamientos, de nuestros logros; nos acerca a nuestras imperfecciones, en un ser y no ser eterno…la eternidad ¿Que es la eternidad mas allá de lo concebido por la mente? Desapercibido por las leyes del mismo tiempo, la creencia de algo continúo, sublime, infinito como el amor.
¿Cómo puede algo tan frágil sostenernos, consumirnos y elevarnos? Una fuerza temporal que se abre paso entre la multitud; un sueño profundo, aferrado a un ancla de posible salvación. Los recuerdos de la discoteca seguían frescos en mi mente, pero ahora eran solo eso: recuerdos. Un rumbo trágico y una vuelta en el tiempo, lo haría, lo necesitaba. El tiempo podía ser caprichoso, pero está decidida a vivir cada momento, sin importar las circunstancias. O eso es lo que creo, no debe volver atrás, no debe regresar ¿Volverá en el tiempo? Que estupideces se crean, asumir tal cosa…
No de nuevo, este dolor de cabeza pesado volviéndose insoportable. Las imágenes superpuestas se revuelven sin contexto, abstracto, en escalas de grises, de muy blanco a demasiado negro. Un camino de luz, enceguecedor; un frio calándose a mis huesos, no puedo respirar; los pulmones ahogados en sangre, tratando de liberarse por la nariz o la tráquea.
— ¡Mamá! — los gritos desesperados de alguien se escuchan lejos, seguido de las sirenas.
Alguien, sin poder distinguir ninguna característica mas allá de su figura en contra luz se acerca a ellas. Perdido en una fugaz luz blanca, la figura aparta sin descaro el cuerpo de la madre para acercarse a la hija; gritos de miedo llenaron el pequeño espacio, el olor a gasolina y carburación encuentran lugar en mi sistema respiratorio colapsado.
Un sonido atronador, un miedo de explosión pero una fuerza protectora movió mi mano al arma que abrió fuego ¿Le había dado? No, solo llamaba su atención. Acercándose, decidido pero precavido; mirando hacia su alrededor, la puerta mellada fue apartada de su camino dejando libertad entre nosotros. Una resistencia inútil cuando el cuerpo maltrecho golpea contra el suelo; el dolor nublando la visión en la oscura noche. Los últimos ecos de sus zapatos alejándose.
<<—…Proteger al dios de la eternidad… Bompart…recipiente…orden. >>
Murmullos alterados, un caos frenético acompañado de pasos volátiles en el asfalto. Una oración entrecortada y sin sentido, la desesperación de pequeñas manos sobre mi pecho, temblando con rostros estoicos. No quise mirarlos, mi corazón se estrujaba sin razón ¿Quiénes eran? ¿Por qué tengo este recuerdo vivido? Volteo mi rostro en dirección a un llanto desgarrador, las perlas que se escapaban de los ojos sobre las mejillas de la chica; me ve, sus ojos se abren como si no lo creyera.
— ¿Estas bien? — alcance a preguntar, en la medida de lo posible y lo que me permita ser escuchado a través de la máscara de oxigeno.
— ¡Estas loco! — reprimir su llanto estaba haciendo que la pasara mal. Quería abrazarla, consolarla. —Mi mama…esta…— el llanto de nuevo.
—Vas a morir…— una voz desesperada en medio del caos en mi cabeza— sálvate, haz el salto temporal, regresa en el tiempo, lo que sea… ¡No mueras!
—No llores— la chica enfoco sus iris de miel sobre mi—, todo se resolverá.
Mire de nuevo a los rostros que lloraban en silencio, a las pequeñas formas sin sentimientos, vacios, sin expresión pero que irradiaban una preocupación a su manera. Quería de alguna manera decirles que todo estaría bien, que todo estaría bajo control, aunque no lo pareciera; cuando mi propio sistema estaba pereciendo, cuando la base de esta seguridad gritaba despavorida por lo que pudiera pasar, por cualquier error.
Tome la mano de la chica o eso creía, no puedo sentir ni la punta de mis dedos. No llores, no lo hagas, basta… debes detenerte…
—A…na— su nombre queda en mi garganta, mientras alaridos ensordecedores se convierten en un tinitus molesto y nauseabundo en mis oídos.
El cuerpo entumecido, la mente procesa lento ante la visión borrosa que se forma. Mover el brazo era intentar levantar un camión volcado, el pinchazo en el antebrazo y en el costado me reafirma que estoy vivo; una figura pavoneándose se acerca con cautela, creo recordar que también estaba presente en el desastre de la discoteca. Era una de las que sujetaba a Ana.
—Al fin despiertas— dijo Mónica mientras come unas papas fritas—, nuestro jefe quiere tener una conversación amena contigo. Dependiendo de tu respuesta puede que te quitemos la intravenosa, de otro modo volverás a dormir.
***
De pie ante la ovación del público, el aire cargado de un aroma familiar. Lo había hecho, había vuelto; la felicidad recorría hacia mis dedos que aun sentían las teclas, en mis oídos la armonía de las cuerdas resonaban como si el recital aun no terminase. Los aplausos llamaban a una calma interior, una recompensa por el esfuerzo, un dulce desasosiego emanaba de cada fibra de mí ser ¿Dónde estaba Geomar?