Un rumbo que seguir, un camino envuelto en incógnitas sin respuestas. El capitán Víctor Arias miraba con detenimiento el lugar al cual deben dirigirse, la "tierra lluviosa"; lugar donde se cree que nació la magia bajo la personificación de las "cuatro Bocas", nombre dado a cuatro bestias que protegían a dios y sus poderes. Se dice que quien se acerque a las inmediaciones es recibido por riachuelos que conducen al visitante a caer en un sueño pintado de amarillo del cual jamás podrá escapar, solo aquellos escogidos por el mismo dios pueden acercarse sin sucumbir.
Víctor suspira con pesadez, el plan que vaya a ejecutar debe ser cuidadoso, un solo ruido podría atraer a las bestias de las cuatro bocas que protegen los alrededores o peor aún, a monstruos generados por anomalías producto de la magia manchada. Los Tevas debieron conseguir un permiso por dios para encerrarse en semejante fortaleza. Génesis se acerca al auto donde se encuentra su capitán, sacándolo de sus pensamientos.
—Es inevitable pensar que ese chico Geomar trae muchos secretos consigo. —Hizo una pausa a la par que recostaba su cuerpo al auto— ¿Cree que si le preguntamos a las amigas de la chica sacaremos mas información? Esa chica Jenna, no ha dejado de llamarnos. No sé cómo ha conseguido nuestro contacto.
—No molestes al capitán con tonterías.
—No lo molesto, Teniente Bricen—. Génesis pasó sus manos con brusquedad por su cabello— El mensaje de Adela nos pone en una encrucijada. Si tenemos que ir a ese lugar, es muy probable que no salgamos bien parados. Hemos perdido mucho tiempo recuperándonos de la anomalía.
—Ella tiene razón, Dan— dijo mientras miraba la ruta marcada en la laptop sobre sus piernas.
Víctor les dirigió la mirada a sus compañeros, aunque no quisiera aceptarlo este tipo de misiones se le dejaba al escuadrón UnLoved, por ser resistentes a la magia debido a ciertas condiciones con sus cuerpos que no quisiera traer a colación. Ir ellos con solo las indumentarias sería tan peligroso como enfrentarse a un dinosaurio con los ojos vendados, surreal.
—Ha pasado una semana desde el incidente en la discoteca, aun así las amigas de la chica no aportarían ninguna información relevante si contamos con que también fueron afectadas por las anomalías.
—Lamento interrumpir. Capitán, tenemos orden de la base. —el hombre al volante quien escuchaba todo atentamente habló cuando la tensión en el grupo se estaba incrementando.
— ¿Qué dijeron, Cesar? — respondió.
—Que esperemos en el punto designado, enviarán un pequeño refuerzo.
***
¿Estaba bien lo que estaba haciendo? Hacía mucho tiempo que no se cuestionaba. No puede recordar con claridad todo lo que ha hecho, las anomalías generadas por la magia manchada en ocasiones nublaban los pensamientos y las decisiones. ¿Por el bien de quien exactamente? Los gritos en los pasillos mas los incesantes pitidos de las maquinas en la sala lo estaban mareando. Las jeringas llenas de líquidos brillantes se posaban de las manos de su asistente a sus manos enguantadas, vaciando su interior en la intravenosa del chico frente a él; quien se retorcía de tanto en tanto, arrugando su frente con quejidos estremecedores.
Un momento sería suficiente para que la magia manchada hiciera el efecto de invadir el cuerpo y manipular su energía. Pronto seria trasplantado a un sujeto para probar la teoría de los Tevas, crear cuerpos con las mismas capacidades de controlar un poder en específico. Los resultados no han sido los esperados, años de fracasos, meses de lamentables pérdidas; las personas escogidas no son capaces de soportarlo y se transforman en monstruos o fallecen luego de agonizantes horas.
La preocupación cruza por sus ojos al ver como Geomar comienza a sangrar por la nariz. Los dolores de cabeza estaban empeorando de manera alarmante, y su resistencia a la magia intrusa estaba causando estragos en su cuerpo. Se estaba escapando de sus manos, sería cuestión de tiempo antes de que... pasos, los pasos tranquilos del hombre líder de los Tevas, Sergio Dibucchanico quien se acercaba con su secretaria cuyo nombre varía del humor de su jefe.
— Esto tiene que parar. —Su voz transmitía una preocupación que no podría ocultarse— Está sufriendo demasiado.
—No importa, es un pequeño sacrificio.
—Sergio, para. —dijo como una pequeña suplica. Una que se encuentra atada a su corazón.
— ¿Qué pare? —una mirada, una única mirada suficiente para hacerlo temblar; una víbora acechando entre las sombras—. Esa no fue la palabra que mencionaste cuando tu esposa perdió el afecto de dios.
—Eso...
—No seas hipócrita, Antonio. —Se acerca a Geomar y pasa sus dedos por la nariz de este manchándolo con la sangre que se desbordaba— No interfieras, no ahora que estamos tan cerca. No niegues los dones a los demás.
Hablando de hipocresía, no quieren regalar dones, quieren es administrarlos a voluntad. Los pasos parecen estruendosos truenos en sus oídos, sus manos temblaban mientras lo veía caminar hacia la celda donde estaba una de sus víctimas; una chica que milagrosamente se adaptaba al poder del enlace temporal. Antonio siente un nudo en el estomago, una preocupación y una duda emergente ¿Qué tanto debió creerle? Su esposa ya estaba cumpliendo con una condena de perder lo que más amaba, tocar el violín y su hija siendo perseguida por este grupo sin escrúpulos sin poder evitarlo.
Cuando ocurrió el accidente se sintió impotente, quiso gritar, quiso hacer algo, pero sus piernas quedaron clavados al suelo con la voz atrapada en su garganta. Sentía como si una mano invisible lo estuviera sujetando; los minutos pasaban lentamente, cada una mas agonizante que la anterior. Fue un cobarde cuando las personas a quienes más amaba estaban en peligro, nadie se acercó a él para empujarlo a hacer lo que debía. Sigue siendo un imbécil, un maldito títere de las circunstancias esperando que alguien más haga lo que le corresponde.