La preocupación en la voz del rey rosa era palpable, aunque ambos sabían que aún faltaban muchos años para que las esencias primordiales de sus hijos emergieran y pudieran unirse oficialmente.
—Te doy mi palabra, amigo —respondió Luis Ignacio con solemnidad. —Ojalá que mi Luddie se fije en Ariam y él en ella. El destino de nuestros clanes podría depender de ello.
Ambos reyes asintieron, sus corazones cargados con el peso de sus deseos y preocupaciones. Por ahora, sin embargo, permitían a sus hijos disfrutar de su infancia dividida entre lo humano y lo draconiano, sabiendo que el tiempo de las revelaciones y los grandes desafíos llegaría demasiado pronto.
Los meses pasaban rápidamente en el mundo de los humanos, cada día una nueva aventura para los jóvenes príncipes. Sin embargo, para el imperio draconiano, estos años eran apenas un parpadeo en su existencia milenaria. Mientras tanto, ajenos a los planes y preocupaciones de sus padres, Mayrita y Adán Ludovic continuaban forjando un vínculo que trascendía su apariencia humana.
Una tarde apacible, como tantas otras, los reyes se encontraban sentados en la terraza, conversando y disfrutando de la vista de los pequeños príncipes jugando entre ellos. El aire estaba cargado con el aroma de las flores del jardín y el sonido de risas infantiles llenaba el ambiente. Sin embargo, la tranquilidad se vio interrumpida de manera abrupta cuando la princesa Mayra regresó de sus juegos con una transformación sorprendente: su cabello, antes de un rosa uniforme y delicado, ahora lucía una mezcla llamativa de rosa y azul.
Los reyes se incorporaron de inmediato, sus ojos abiertos de par en par ante la visión inesperada. El rey Maximiliano, del clan rosa, fue el primero en romper el silencio atónito.
—¿Qué pasó, mi pequeña? ¿Por qué tienes el cabello así? —preguntó con asombro y preocupación. Sus ojos recorrían el cabello de su hija, tratando de comprender cómo era posible tal cambio.
El rey Luis Ignacio Drag, por su parte, dirigió su mirada penetrante hacia su hijo, el príncipe Adán Ludovic Drag, quien se había quedado inmóvil junto a la princesa Mayra, con una expresión que oscilaba entre la sorpresa y la culpabilidad.
—¡Príncipe Adán Ludovic Drag! —rugió el rey del clan azul con voz severa, aunque teñida de una curiosidad apenas contenida—, ¿qué le hiciste a la princesa rosada Mayra?
Los dos niños se miraron entre sí, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y asombro. La princesa Mayra tocó su cabello feliz, mientras el pequeño príncipe bajó la cabeza. Mayra luchaba por bajarse de los brazos de su padre y, al ver que no lo lograba, gritó:
—¡No es su culpa! Luvi solo me complació. Yo le pedí ser azul como él, y lo hizo —explicó ella, logrando al fin correr al lado de su amigo y tomarlo de la mano—. Nosotros estamos unidos para siempre.
—Yo... no sé qué pasó —balbuceó Adán Ludovic Drag, su voz apenas un susurro—. Estábamos jugando cerca del estanque y de repente..., y luego la princesa me pidió...
—¡Fue mágico! —interrumpió Mayra, sus ojos brillando con emoción—. Luvi me estaba mostrando cómo hacer ondas en el agua con sus manos, y cuando intenté hacerlo yo, sentí un cosquilleo en todo el cuerpo. Luego, mis hermanos Max y Ixac dijeron que nos iban a separar, ¡y yo no quiero separarme de Adán! No quiero. Además, papá..., digo su majestad, a mí me gusta el color azul, y le pedí que me lo hiciera, y luego... ¡puf! Mi cabello cambió con las energías del corazón.
—¿Energías del corazón? —preguntaron al unísono los dos reyes, intercambiando miradas de preocupación y asombro.
Este evento inesperado no sólo revelaba que la magia draconiana de los niños estaba despertando mucho antes de lo previsto, sino que también sugería una conexión más profunda entre los clanes rosa y azul de lo que jamás habían imaginado.
Para sorpresa de ambos padres, vieron cómo del pecho de los niños salían sus energías primordiales y se unían. Primero los observaron llenos de incredulidad, luego se abrazaron entre ellos al ver que sus hijos eran parejas destinadas. Con un gesto entre ellos se pusieron de acuerdo y envolvieron a los jóvenes con sus energías, ocultando lo que los niños habían hecho sin saber. Se habían casado a esa temprana edad.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó el rey del clan del agua, Luis Ignacio Drag—. No los podemos separar, tenemos que permanecer juntos.
—Déjala aquí hasta que pase el periodo en que se consolide su unión, o vengan a pasar un tiempo tu reina y tus otras hijas con nosotros —ofreció el rey del clan de dragones rosados.
Los reyes se encontraron ante un dilema sin precedentes. La unión accidental de sus hijos, aún niños, los había tomado por sorpresa. Después de un momento de reflexión, el rey Luis Ignacio y asintió.
—Tienes razón, amigo mío. No podemos separarlos ahora. Traeré a mi familia aquí. Es crucial que estemos juntos para guiar a nuestros pequeños en este camino inesperado.
—Esto es... extraordinario —murmuró el rey Maximiliano, acercándose para examinar más de cerca el cabello de su hija—. Nunca había oído hablar de algo así en toda la historia de nuestro clan.
El rey del clan del agua azul, Luis Ignacio Drag se levantó avanzando al encuentro de los príncipes en lo que asintió gravemente.
—Parece que nuestros hijos están destinados después de todo. —Habló pensativo el rey del clan del agua Luis Ignacio. — Esto podría cambiar todo lo que creíamos saber sobre la magia de nuestros clanes. Jamás había escuchado que dos niños realizaran la unión sagrada.
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Editado: 19.11.2024