En los días siguientes, la familia real del clan de agua se mudó temporalmente con los dragones rosados. Las hermanas del príncipe Adán Ludovic Drag, curiosas y protectoras, observaban con atención a la pequeña princesa Mayrita, ahora unida a su hermano. Mientras tanto, los adultos se reunían frecuentemente para discutir el futuro:
—Debemos mantener esto en secreto —dijo la reina rosa Mayra, su voz cargada de preocupación—. Si el Emperador se entera de que se han unido tan jóvenes, y más aún, entre clanes diferentes...
—Estoy de acuerdo —respondió el rey rosa Maximiliano, pasándose una mano por el cabello—. Pero también debemos prepararlos. Tarde o temprano, tendremos que revelarles la verdadera naturaleza de lo que hicieron.
El rey Maximiliano miró a su linda hija que jugaba con el príncipe heredero del clan del agua y sintió una punzada en su corazón al saber que estaba destinada a irse de su lado. Con un suspiro, asintió.
—Propongo que comencemos a introducir sutilmente elementos de nuestra cultura draconiana en su educación de humanos para que nada como esto vuelva a suceder —sugirió, todavía incrédulo—. Cuentos, leyendas, incluso algunas habilidades básicas que puedan pasar por juegos infantiles, pero que les vayan enseñando nuestras leyes.
Mientras los adultos planeaban, los príncipes Mayra y Adán Ludovic Drag continuaban su vida, ajenos a la magnitud de lo que habían hecho. Su vínculo crecía día a día, manifestándose en pequeños detalles: sincronización en sus movimientos, capacidad de sentir las emociones del otro, e incluso, en ocasiones, compartir pensamientos.
La tarea de los padres era ahora doble: proteger el secreto de sus hijos y prepararlos para un futuro que había llegado mucho antes de lo esperado. El desafío era grande, pero la unión entre los clanes rosado y azul nunca había sido más fuerte.
—No sé cómo le vamos a explicar esto al emperador —dijo el rey Maximiliano, frotándose las sienes—. Fue un gran descuido.
—Eso es lo de menos ahora —opinó con preocupación el rey Ignacio—. Si los enemigos se enteran, de seguro tratarán de hacerse de ellos.
La reina Mayra, que hasta ahora había permanecido en silencio, miraba a su pequeña princesa junto al príncipe Ariam que miraba furioso al príncipe Ludovic, intervino:
—Quizás deberíamos considerar esto como una oportunidad, no sólo un problema —dijo, con voz suave—. Esta unión podría ser la clave para fortalecer nuestros clanes. Piénsenlo —continuó—. Una unión entre el agua y el fuego rosa. Es algo sin precedentes. Si logramos guiarlos correctamente, podrían convertirse en líderes poderosos y sabios.
El rey Ignacio asintió lentamente. Miraba a los chicos que se miraban entre sí como niños que eran, no entendía el alcance de lo que habían hecho al unir sus esencias primordiales de dragón.
—Tienes razón, pero el camino será difícil. Necesitaremos aliados. Debemos pedir una audiencia al emperador lo antes posible —dijo con firmeza.
—Y debemos buscar maestros excepcionales —añadió el rey Maximiliano—. Tendremos que solicitar al emperador que nos ayude a encontrar a quienes puedan enseñarles a manejar sus poderes combinados.
Mientras los adultos continuaban su discusión, en los jardines del palacio, Mayra y Adán jugaban cerca de un estanque. De repente, la princesa Mayra se detuvo, sus ojos brillando con una idea.
—Luvi, ¿y si intentamos hacer algo juntos? —preguntó emocionada—. Como cuando cambiaste mi cabello, pero los dos al mismo tiempo.
El príncipe Adán Ludovic la miró, luego a sus padres que hablaban entre ellos y gran emoción lo sacudió seguida de un aviso de cautela en sus ojos. —No sé, May. ¿Y si pasa algo malo? Ya viste como se pusieron nuestros padres.
—No pasará nada malo —insistió ella, tomando sus manos—. Confía en nosotros.¿No viste como no nos regañaron? De seguro no fue nada malo.
El príncipe tuvo que darle la razón. Ninguno de los dos había sido castigado. Por lo que ambos cerraron los ojos y se concentraron. Al principio, no pasó nada, pero luego, lentamente, el agua del estanque comenzó a elevarse, formando delicadas figuras en el aire. Pequeñas chispas rosadas danzaban entre las gotas de agua, creando un espectáculo de luz y color.
Los niños abrieron los ojos, maravillados por lo que habían creado juntos. No se dieron cuenta de que, desde una ventana del palacio, los reyes observaban la escena, sus rostros una mezcla de asombro y preocupación. Este incidente marcó el comienzo de una nueva era para los jóvenes príncipes.
A partir de ese día, sus padres intensificaron su vigilancia. La magia draconiana que corría por sus venas ya no podía ser ignorada, y el tiempo de las grandes revelaciones se acercaba más rápido de lo que nadie había anticipado. Urgía una reunión con el emperador, era algo que ellos no podían decidir por sí mismos.
Por tal motivo regresaron al imperio draconiano, dejando a los niños al cuidado de las reinas dragones rosa y azul. Ese día se encontraban todos en el gran palacio, mientras los niños dispersos en el jardín jugaban entre ellos.
—Luvi, ¿no vas a buscarme lo que te pedí? —preguntó la princesa Mayra que jugaba junto a la princesa Thalía.
—Está bien, pero no se muevan de aquí —aceptó el príncipe alejándose presuroso.
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Editado: 19.11.2024