El Destino De La Princesa Dragón Rosa

6.  EL INICIO DE LA BÚSQUEDA

El emperador miró con curiosidad al pequeño príncipe para luego, desde la perla del poder en su frente, lanzar un fuerte rayo a la del pequeño príncipe, quien lo sostuvo sin problemas, sus ojos brillando con una determinación impropia de su edad.

—Vaya, sí que eres poderoso, pequeño príncipe azul. Serás un digno heredero de tu padre —dijo el emperador, impresionado—. Bueno, esto cambia todo. Si los dragones antiguos han secuestrado a princesas tan poderosas, sus intenciones podrían ser más peligrosas de lo que imaginamos —se detuvo un momento, su expresión tornándose sombría—. Aunque me temo que no han sido los dragones antiguos. ¿Están seguros de que la tierra se abrió?

—Sí, majestad. Lo pudimos sentir y ver cómo se cerraba —explicó uno de los dragones guardianes, su voz cargada de frustración y vergüenza por no haber podido proteger a las princesas.

El heredero al trono imperial, el rey Kendrick, con su característica impetuosidad, rugió:

—¡Debemos movilizar a todo el ejército imperial! Buscaremos en cada rincón del imperio, en cada cueva y montaña.

Pero su hermano, el príncipe Baduf, levantó una garra, pidiendo calma. Él estaba considerado un dragón sabio como su padre.

—Hermano, la fuerza bruta no nos llevará a ninguna parte contra enemigos tan antiguos y poderosos. Necesitamos sabiduría y estrategia. Lo primero que debemos hacer es investigar quién o quiénes las raptaron —rugió en un tono bajo y profundo, sus ojos brillando con una inteligencia aguda.

El emperador asintió, satisfecho con la actuación de sus dos hijos, su mirada recorriendo a todos los presentes.

—El príncipe Baduf tiene razón. Convocaremos a los sabios de todos los clanes. Buscaremos en los antiguos pergaminos cualquier pista sobre estos dragones y sus guaridas. Y mientras tanto... —Se volvió hacia el príncipe Adán Ludovic, sus ojos cargados de determinación—. Joven príncipe, tu vínculo con la princesa Mayra puede ser nuestra mejor esperanza. Debes aprender a fortalecerlo, a atravesar cualquier barrera que estos antiguos hayan levantado.

El pequeño Adán, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus jóvenes hombros, asintió con valentía.

—Haré todo lo que esté en mi poder, majestad —dijo, su voz firme a pesar del miedo que sentía—. Por la princesa Mayra y por nuestro imperio.

El emperador sonrió, una sonrisa que mezclaba orgullo y preocupación. Miró al rey del clan del agua azul, que mantenía un ala protectoramente encima de su pequeño príncipe heredero y sonrió. De tal rey había salido un poderoso príncipe como su nieto Erick.

Ahora entendía porque lo había elegido como a uno de sus mejores amigos. Sería un buen consejero para su nieto, pensó, al ver la inteligencia del pequeño. Lástima que Erick escogió a Oryún y no hay quien los separe.

—Bien dicho, joven príncipe. Ahora, debemos actuar con rapidez. Cada momento que pasa es crucial —se volvió hacia los reyes—. Enviaremos mensajeros a todos los rincones del imperio. Cada clan, cada dragón solitario, debe estar alerta. Y mientras tanto, príncipe Adán, trabajarás con nuestros mejores maestros para fortalecer tu vínculo.

Mientras los adultos comenzaban a planificar la búsqueda, Adán cerró los ojos, concentrándose en ese débil hilo que aún lo conectaba con Mayra. "Te encontraré May", pensó con toda la fuerza de su joven corazón. "No importa dónde estés, te encontraré".

El pequeño príncipe Adán Ludovic asintió, su corazón latiendo con renovada esperanza. Sus escamas azules brillaron tenuemente, reflejando su determinación.

—Haré lo que sea necesario, majestad —contestó, mirando a su padre con ojos que mezclaban valentía y un dejo de temor infantil.

El emperador recorrió con la mirada a todos los presentes, sus ojos dorados brillando con una intensidad sobrenatural. Luego, en un movimiento majestuoso, extendió sus enormes alas, cubriendo la sala con su sombra. Irguió su enorme cuello, las escamas de su garganta brillando con un fulgor rojizo, y lanzó un rugido de guerra que resonó en todo el imperio con autoridad. El sonido hizo temblar las paredes de cristal y estremeció a todos los presentes hasta la médula.

—Que comience la búsqueda —declaró con voz potente—. Que los ancestros nos amparen, pues nos enfrentamos a un enemigo que desconocemos, y pidamos que protejan a las princesas, porque ellas no son las únicas que han desaparecido en el imperio.

Se detuvo, mirando a su hijo por un instante, una sombra de preocupación cruzando su rostro escamoso. Sospechaba que Kendrick le ocultaba algo, pero todavía no podía saber qué. Luego retomó la palabra, su voz cargada de urgencia y determinación.

—Que la búsqueda sea tanto en nuestro imperio como en el mundo de los humanos. No podemos dejar a nadie fuera. Deberemos mandar mensajeros a todo el reino de la fantasía para que nos ayuden a buscar. Todos los clanes deberán revisar cada cueva, cada montaña, cada río y lago de su reino y reportar lo que encuentren directamente.

La sala del trono se llenó de inmediato de actividad frenética. Dragones de todos los colores y tamaños se movían en todas direcciones, sus alas creando corrientes de aire que hacían danzar las llamas de las antorchas. Órdenes eran dadas en rugidos y siseos, mientras mensajeros salían a toda prisa, sus alas cortando el aire con determinación.




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