El rugido del príncipe heredero hizo que se girara y corriera a inclinarse ante él. En su alianza macabra con Ningurandd y Kendrick, Finian jugaba un papel crucial. Su habilidad para cambiar de forma le permitía infiltrarse en comunidades de criaturas mágicas, identificar a las más poderosas y facilitar su captura. Pero el plan no terminaba ahí.
En una retorcida estrategia utilizando el poder que le robaban al emperador para hacer que la gema madre esmeralda lo ejerciera sobre ella, obligaban a la reina esmeralda a transformar a estas criaturas en dragones esmeraldas. Estos nuevos dragones, eran entonces introducidos en el clan. El clímax de esta conspiración era una ceremonia macabra y secreta, donde Finian, Ningurandd y Kendrick absorbían los poderes robados de algunas de esas criaturas, aumentando sus propias habilidades mientras diezmaban lentamente al clan esmeralda desde dentro.
Finian se deleitaba en esta retorcida estrategia, viendo cada nueva víctima como un paso más hacia un poder ilimitado. Su ambición no conocía límites, y su lealtad hacia sus cómplices era tan volátil como su propia forma, siempre listo para traicionar si eso significaba obtener más poder para sí mismo.
El príncipe Kendrick recorrió la cueva, sus escamas negras reflejando tenuemente la luz de las esmeraldas luminiscentes que crecían en las paredes. Sus ojos de rubí brillaban con satisfacción al contemplar la multitud de jóvenes dragonesas capturadas, sus alas plegadas y sus cuerpos encadenados con grilletes forjados en el fuego eterno de las Montañas de Obsidiana.
Sonrió a Ningurand, revelando una hilera de dientes afilados como dagas, y habló con una voz que hizo retumbar las paredes de la caverna como un trueno, haciendo temblar los nidos de huevos robados:
—Con estos nuevos huevos y estas jóvenes, forjaremos un nuevo orden. Una de ellas tiene que ser ese dragón dorado. El Imperio de los Dragones que dirige mi padre, con sus anticuadas tradiciones y su débil compasión, caerá —dijo mientras inspeccionaba a las asustadas criaturas que se abrazaban entre ellas. — De sus cenizas surgirá nuestra visión de un mundo dominado por el poder puro, donde la magia fluya libremente para aquellos lo suficientemente fuertes para reclamarla.
Ningurand, cuyas escamas cambiaban de color sutilmente reflejando las emociones que bullían en su interior, se transformó en su forma humana. Su piel adquirió un tono oliváceo y su cabello se volvió una cascada de rizos verdes. Los demás la imitaron, adoptando formas humanas diversas, algunas con rasgos que delataban su herencia dracónica: ojos de pupilas verticales, dientes inhumanamente afilados o piel con un sutil brillo escamoso.
—Príncipe Kendrick —preguntó Ningurand, su voz ahora suave y cargada de intención—, ¿cuándo va tu padre a cederte el trono? Ya te casaste con la princesa de plata Zelda, quien te ha dado un heredero. ¿No dijiste que te lo prometió? —Sus ojos, ahora de un verde intenso, brillaron con astucia—. Creo que si adquieres el poder del imperio que él debe otorgarte, encontrarás a la reina esmeralda y su hijo, y estará obligada a revelarte dónde esconde al último dragón dorado. Con su poder que tú obtendrás, y su cuerpo que será mío, podremos completar el ritual de la Convergencia Dracónica y desatar un poder que ni siquiera los Antiguos pudieron soñar. Yo me convertiré en tu emperatriz y reinaremos el imperio.
Finnian, que había adoptado la forma de un hombre alto y delgado con cabello del color de las algas marinas, asintió con entusiasmo. Sus dedos, anormalmente largos y terminados en uñas afiladas, trazaban patrones mágicos en el aire mientras hablaba:
—Tiene razón ella en eso, mi príncipe. No olvide que seré el rey esmeralda, y sabe porqué —insinuó algo que hizo que Kendrick lo observara fijamente y prosiguió en otra dirección. —Ya logramos debilitar considerablemente el poder del emperador eliminando al clan de los dragones ocre y a su emperatriz. Sus rituales de fertilidad y su conexión con la tierra eran un obstáculo para nuestros planes. Es hora de que le exijas que te pase el trono. Con el cetro imperial en tu poder, podremos desbloquear los secretos del Rubí imperial que es el Alma Dracónica y reescribir las leyes mismas de la magia a su antojo.
Kendrick sonrió, un gesto que no llegó a sus ojos fríos y calculadores. El aire a su alrededor pareció oscurecerse, como si las sombras respondieran a su voluntad. Las antorchas de fuego eterno parpadearon, proyectando sombras danzantes en las paredes de la caverna. Debía esperar el momento oportuno; una cosa era convencer a su padre de que le cediera el trono y otra muy distinta era enfrentarse al poderoso guardián del Rubí Imperial y su magia ancestral.
—Pronto, muy pronto, mis queridos aliados —dijo Kendrick con una fuerte voz que resonó con un eco sobrenatural que hizo estremecer a las jóvenes dragonesas cautivas. Sus ojos brillaban con una mezcla de anticipación y crueldad mientras recorría la caverna con la mirada—. El eclipse de las tres lunas se acerca, y con él, nuestro momento de triunfo. Pero primero, debemos encontrar el escondite de la reina esmeralda y su hijo.
El príncipe dragón hizo una pausa, sus garras arañando inconscientemente la roca bajo sus pies. El sonido chirriante llenó el aire, mezclándose con el goteo constante del agua en las profundidades de la cueva.
—Sé que los ocultaron entre los humanos, en ese mundo de criaturas efímeras y magia diluida —continuó, su voz cargada de desprecio hacia la raza que consideraba inferior—. Un lugar perfecto para esconder a un dragón, si no fuera porque su poder los delata como un faro en la oscuridad.
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Editado: 21.11.2024