El Destino De La Princesa Dragón Rosa

9 EL PLAN ESTABA EN MARCHA

El príncipe rugió a Finnian que retrocedió asustado, luego Kendrick comenzó a pasearse de un lado a otro, sus garras dejando marcas en el suelo rocoso. Su cola, parcialmente transformada, se agitaba con irritación, golpeando ocasionalmente las paredes de la cueva.

—Mi padre un día se dará cuenta de que mi madre no ha muerto —continuó, su voz bajando a un susurro amenazante—, y ya sabes lo que sucederá cuando descubra nuestra traición.

Ningurandd, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante. Sus ojos cambiantes reflejaban la luz de las antorchas como gemas multicolores, y su voz sonaba suave pero cargada de preocupación cuando habló:

—Y eso sin mencionar el peligro de que tu esposa, la princesa de plata Zelda, recuerde que puso dos huevos y no uno —agregó, sus dedos jugueteando nerviosamente con un mechón de su cabello verde—. El hechizo de olvido que lanzamos sobre ella no durará para siempre, y cuando se rompa, tendremos que enfrentar no solo la ira de tu padre, sino también la furia de todo el clan de plata y ya sabemos lo poderosos que son.

Un silencio tenso cayó sobre la caverna tras las palabras de Ningurandd. Sólo se escuchaba el goteo constante del agua en las profundidades y la respiración agitada de Kendrick, que luchaba por controlar su ira. Finalmente, el príncipe dragón apretó los puños, sus garras dejando marcas en sus palmas. El aire a su alrededor se cargó aún más de electricidad estática, creando pequeños arcos de luz entre las esmeraldas.

—Entonces, no tenemos opción —declaró Kendrick, fríamente y con una mirada calculadora—. Debemos acelerar nuestros planes.

Se quedó un momento en silencio como si pensara lo que iba a decir. Luego se volvió hacia Finnian, que seguía inclinado, y le ordenó:

—Intensifica tu búsqueda. Usa tu poderosa magia oscura, pero encuentra a esos dragones esmeralda. No me importa si tienes que drenar la vida de cada humano en ese miserable mundo, ¡encuéntralos!

El príncipe Kendrick, giró su mirada penetrante hacia la imponente figura de Ningurandd. La dragonesa, a pesar de su exilio, emanaba un aura de poder ancestral que hacía vibrar el aire a su alrededor. Era una visión impresionante. Su exilio no había mermado su poder; al contrario, parecía haberlo intensificado, como si la soledad hubiera forjado su magia en algo más oscura y peligrosa.

—Ningurand —la llamó Kendrick con autoridad cruel—, prepara el ritual de extracción. Cuando hayamos absorbido el poder de estas jóvenes dragonesas, podremos forzar una visión que nos revele el paradero de la reina y el príncipe esmeralda.

El príncipe hizo una pausa, sus ojos fijos en un punto distante, como si pudiera ver más allá de las paredes de roca.

—Ella sigue conectada con su clan, observa la gema madre. Su poder permanece intacto, latente, esperando ser despertado.

Todos levantaron la cabeza para ver a la imponente gema que permanecía sobre sus cabezas. Luego Finnian, con un atisbo de duda en su voz, se atrevió a sugerir:

—¿No puedes rastrearla como lo hace el emperador, mi señor? Eres el príncipe, tienes el derecho de convocar a cualquier dragón del imperio.

La sugerencia provocó una explosión de ira en Kendrick. Sus ojos brillaron con un fuego interno, y las sombras a su alrededor parecieron cobrar vida propia.

—¿Has perdido el juicio, Finnian? —rugió el príncipe—. ¿Crees que mi padre no se percataría de tal acción? Mi madre sustrae poder a través de su conexión para transmitírmelo. Él lo percibe, pero cree erróneamente que es Zelda quien lo canaliza hacia mi hijo Erick.

Kendrick respiró hondo, intentando controlar su furia. Las paredes de la caverna temblaron ligeramente, respondiendo a su agitación.

—Si no logramos encontrarlos, tendremos que esperar a que ascienda al trono imperial. Sólo entonces podré buscarlos yo mismo, con todo el poder del Imperio a mi disposición.

Los tres conspiradores intercambiaron miradas cargadas de determinación y un toque de desesperación. El silencio que siguió solo era interrumpido por el goteo incesante del agua en las profundidades de la caverna, un recordatorio constante del tiempo que se les escapaba.

Kendrick se giró entonces hacia las pequeñas cautivas. Su mirada se detuvo en la joven princesa de escamas rosadas, que abrazaba protectoramente a una llorosa dragonesa del clan del agua azul. Eran ellas, las herederas que todo el imperio buscaba con desesperación. Su poder era inmenso, y esta vez, el ritual de extracción debía funcionar. Las anteriores víctimas habían sucumbido al fuego, pero estas... Estas eran especiales.

Las pequeñas se estremecían bajo la mirada del temible príncipe, sus corazones anhelando el calor de sus madres y la seguridad de sus nidos. Entre ellas, la joven de escamas rosadas como el amanecer, con ojos que brillaban con una determinación inusual, observaba en silencio al príncipe traidor. En su corazón, una chispa de rebeldía comenzaba a arder.

Con un destello de astucia impropio de su edad, la pequeña princesa cerró los ojos, concentrándose intensamente. Ante la mirada atónita de Kendrick, su forma pareció fluctuar, sus escamas rosadas tornándose de un azul profundo como el océano. Era una ilusión magistral, digna de una dragonesa mucho mayor.

Intrigado, el príncipe se acercó, inhalando profundamente para captar su esencia. La voz de la pequeña princesa Mayra resonó en la caverna, clara y desafiante, haciendo que incluso las esmeraldas del techo parecieran estremecerse:




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