Las luces del escenario cambiaron abruptamente, y todo se volvió de un color rosa vibrante. Un mundo de pétalos de rosas rosadas comenzó a caer, y la imagen de un dragón rosa apareció junto a Mayra en el escenario. Era la primera vez que veía esa decoración, pero algo en ella parecía identificarse con ese escenario mágico.
Con un salto grácil, Mayra hizo su entrada, y para sorpresa de la audiencia, la imagen en el telón de fondo de una hermosa dragona rosa la seguía como si fueran una sola entidad. Sus movimientos fluían con la elegancia de las corrientes de aire que los dragones dominaban en el cielo.
En los palcos reales, el viejo ex emperador disfrazado de humano, entrecerró los ojos y utilizó su poder para conectarse con la joven sin ningún problema. Pudo ver, para su satisfacción, cómo la energía primordial del Príncipe Azul la buscaba con hilos invisibles para todos, excepto para él. Esos hilos, tejidos con magia antigua, eran las conexiones predestinadas entre almas draconianas.
Mientras Mayra bailaba con una gracia que había dejado sin aliento al público, siempre seguida por el dragón rosa, el viejo dragón buscaba a la familia real del Clan Rosa entre el público hasta localizarlos. Sus ojos, dotados de la sabiduría de milenios, reconocieron las sutiles marcas en sus auras que los identificaban como miembros de la nobleza draconiana.
La danza de Mayra no era solo un espectáculo; era un despertar, un llamado a su verdadera naturaleza que resonaba en cada escama oculta bajo su piel humana. Con cada giro y salto, se acercaba más a la revelación de su destino como la Princesa Dragón Rosa, heredera de un legado de poder y magia que pronto cambiaría el equilibrio entre el mundo humano y el reino de los dragones.
De repente, el escenario se transformó en un lienzo de azul profundo, casi negro, como si las profundidades del océano hubieran invadido el teatro. Ante los ojos atónitos de todos los presentes, en lugar del compañero de baile de Mayra, apareció el príncipe Nereius, su figura imponente y misteriosa contrastando con la gracia etérea de la princesa dragón.
En el telón de fondo, junto a la majestuosa imagen del dragón rosa, se materializó una criatura de pesadilla: un ser de múltiples tentáculos que se retorcían como sombras vivientes. Solo el viejo dragón ex emperador, con su sabiduría milenaria, reconoció la verdadera naturaleza de esta aparición.
—El Príncipe Nereius de los Kraken-Ness —murmuró para sí, sus ojos brillando con preocupación—. ¿Qué busca en este mundo y detrás de la princesa rosa?
Sin perder un instante, el ex emperador canalizó su energía draconiana, envolviendo al príncipe Adam Ludovil en un halo de luz roja. Con un gesto de su mano poderosa, lo transportó al lado de la princesa Mayra, quien miraba desconcertada hacia su profesora entre bambalinas.
La maestra, tan sorprendida como su alumna, solo pudo encogerse de hombros y hacer un gesto urgente para que continuara. En un parpadeo, Mayra había pasado de ser segunda bailarina a protagonista de una danza cósmica, una disputa inédita entre un príncipe dragón y una criatura diabólica de las profundidades del océano más allá del imperio draconiano.
El escenario se convirtió en un campo de batalla etéreo, donde la gracia y el poder se entrelazaban en una coreografía improvisada pero sublime. Mayra, guiada por un instinto que desconocía poseer, se movía con una fluidez sobrenatural. Nereius, ejecutaba movimientos hipnóticos, sus brazos ondulando como tentáculos, intentando atrapar a Mayra en una danza oscura y seductora.
El público, sin saberlo, estaba presenciando más que un espectáculo; era el preludio de una guerra entre reinos, donde el destino de mundos ocultos pendía al parecer de los movimientos de una bailarina que apenas comenzaba a descubrir su verdadera capacidad de danzar.
Con la entrada en escena del príncipe dragón azul, el telón de fondo cobró vida, reflejando al más increíble de los dragones azules. La visión era tan impresionante que incluso el Príncipe de los Kraken Ness lo observó con incredulidad.
Casi instintivamente, Nereius se apresuró a agarrar a Mayra, sus movimientos fluidos y urgentes. Pero ella, aunque desconocía su verdadera naturaleza, se movía con una gracia inherente a los dragones rosa. Se deslizó por el escenario con movimientos suaves y sin esfuerzo, como si hubiera nacido para bailar.
Tentáculos invisibles, manifestados a través de los gestos ondulantes de Ness, luchaban por atraparla. Sin embargo, Mayra los esquivaba con una agilidad sorprendente, girando y saltando con una elegancia etérea. Sus pies apenas parecían tocar el suelo mientras se movía, su vestido rosa ondeando como pétalos en el viento.
El Príncipe Nereius, al conocer a la princesa rosa por haber sido su pareja de baile por mucho tiempo, inició con pasos ondulantes a acercarse a ella, sus brazos serpenteando en el aire con tentáculos invisibles. Ejecutó una serie de giros rápidos, acercándose a Mayra con cada vuelta. Sus movimientos eran hipnóticos, casi sobrenaturales en su fluidez.
El Príncipe Adam, el compañero de alma de Mayra, sentía cada movimiento que su amada realizaba y determinado, contrarrestó con pasos firmes y precisos. Sus saltos eran poderosos, cada aterrizaje perfectamente sincronizado con la música. Extendía sus brazos en gestos protectores, creando una barrera invisible entre Mayra y Nereius.
Mayra, inicialmente confundida, comenzó a responder instintivamente a la música y a lo que considero un juego de poder de sus acompañantes. Sus pasos se volvieron más seguros, alternando entre los dos príncipes. Realizó una serie de piruetas, su vestido formando un remolino rosa a su alrededor.
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Editado: 19.11.2024