Y con un impulso Mayra salió del agua elevándose convertida en una hermosa dragonesa esmeralda, para luego depositarse nuevamente en la orilla mirando asustada al lago más allá de la barrera.
—Deja de asustarnos —dijo Elenita, que ya se sacudía fuera del agua, sus escamas esmeralda brillando bajo el sol—. Es el lago de nuestro clan, esos seres viven muy lejos.
—¿Qué seres? Te juro que lo vi, eran largos y solo se dirigían a mí, pero gracias al cielo crucé la barrera —insistió Mayra, con el corazón latiendo aceleradamente bajo sus escamas.
Todas las dragonesas miraron a Mayra con preocupación. Si era verdad eso que decía, debían informar a los antiguos. Los Kraken Ness eran enemigos de los dragones, sobre todo de los dragones del agua.
Las jóvenes dragones continuaron en silencio, cada una perdida en sus pensamientos. El misterio del Kraken flotaba entre ellas como una promesa de peligros por venir, un recordatorio de que el destino de Mayra podría ser más grande y complejo de lo que ninguna de ellas podía imaginar.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, las dragonesas salieron del agua, sacudiendo sus escamas. El aire se llenó con el sonido cristalino de las gotas cayendo y el suave batir de sus alas.
—Debemos informar al Consejo de Ancianos —dijo Elena, con determinación—. Si los Kraken Ness han regresado, todo el clan está en peligro. Yo he escuchado historias terribles de ellos y los dragones.
Mayra asintió, pero su mente estaba dividida entre la amenaza de los tentáculos oscuros y el recuerdo de aquellos ojos azules que la observaban desde las profundidades. ¿Podría haber alguna conexión? ¿O era simplemente su destino entrelazándose con fuerzas más allá de su comprensión?
Mientras emprendían el vuelo hacia el corazón del territorio del clan esmeralda, Mayra no pudo evitar lanzar una última mirada al lago. Por un instante, creyó ver un destello azul bajo la superficie de la parte de afuera de la barrera, pero desapareció tan rápido como había aparecido, dejándola con más preguntas que respuestas.
Al aterrizar en la gran plazoleta del clan, las escamas de las jóvenes dragonas brillaron bajo el sol del atardecer. Para su fortuna, el padre de Saray, el venerable consejero real Indentuan, las esperaba con una mirada de preocupación en sus antiguos ojos esmeraldas. Al verlo, todas corrieron a su encuentro, sus alas plegándose con un suave susurro, ansiosas por contar lo que Mayra había visto justo fuera de la barrera protectora que rodeaba su reino celestial.
El anciano dragón las escuchó, su rostro oscureciéndose como el cielo antes de una tormenta. Su mirada se fijó en Mayra, quien mantuvo su color esmeralda, temerosa de un regaño. Las escamas de la joven dragona reflejaban la luz como un bosque de jade viviente.
—¿Y dices que eran varios tentáculos negros? ¿Estás segura? —insistió el anciano con la voz grave como el trueno distante.
—Sí, señor —respondió Mayra moviéndose nerviosamente—. Venían directamente hacia mí, como sombras del abismo.
—¿Por casualidad habías adquirido el tono rosa que a veces cubre tu cabeza? —la interrogó el anciano, entrecerrando los ojos con sospecha.
—No, señor, se lo juro —aseguró Mayra, respaldada por las demás. Sus amigas asintieron moviendo la cabeza en señal de apoyo—. Era verde, verde esmeralda. ¿Por qué me pregunta eso?
El anciano guardó silencio, recorriendo con su mirada a todas las jóvenes, que lo observaban entre curiosas y asustadas. La confianza en el consejero era absoluta, y sabían que cuando ponía esa expresión seria y preocupada, significaba que estaban frente a un gran problema. Las escamas de Indentuan parecieron oscurecerse aún más, reflejando su inquietud.
Luego de resoplar, dejando escapar una pequeña nube de humo de sus fosas nasales, el anciano comenzó a contar:
—Hay una leyenda muy antigua, pero que yo sepa, habla de una princesa rosa, nunca de una elegida esmeralda. A menos que... —hizo una pausa, mirando intensamente a Mayra—, crean que tú posees en ti el poder de nuestro clan, Mayra, o que se hayan enterado de que puedes convertir tu color en rosado.
—¿Qué dice la leyenda, padre? —preguntó Saray, con curiosidad.
El anciano dragón extendió sus alas, creando un dosel de escamas que brillaban como esmeraldas pulidas, y comenzó a narrar la antigua leyenda que unía los destinos de los Kraken Ness del abismo y los Dragones Rosas del cielo:
—Hace eones, cuando el mundo era joven y los reinos del cielo y el mar aún no se habían separado, existían dos razas poderosas: los Kraken Ness del abismo y los Dragones del cielo. Vivían en armonía, cada uno en su dominio, pero sin mezclarse jamás.
Ellos dominan las profundidades más oscuras del océano de los Abisales, donde la luz nunca llega. Allí habitan los temibles Kraken Ness, criaturas de pesadilla con tentáculos capaces de rodear montañas enteras y ojos que brillan con una inteligencia malévola y ancestral. Sus cuerpos, cubiertos de escamas negras como el abismo mismo, se funden con la oscuridad eterna de su reino submarino.
Todo esto contrasta drásticamente con nuestro majestuoso Imperio Draconiano. Sin embargo, hace milenios, los Kraken Ness descubrieron un secreto que podría alterar el equilibrio de poder entre nuestras especies: la existencia del clan de los dragones rosa. Estos seres etéreos que habitan en las hermosas praderas doradas, bañadas por un sol eternamente cálido. Son criaturas de belleza incomparable, con escamas que reflejan los tonos del amanecer y alas tan delicadas como pétalos de rosa.
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Editado: 19.11.2024