Los dragones de la guardia imperial se retiraron, dejando a varios vigilando el lago por si los temibles Kraken Ness volvían a aparecer, sus ojos alerta día y noche. Los príncipes de todos los clanes siguieron al príncipe imperial Erick, que los llevó a visitar el gran palacio imperial.
—¿Qué quieres hacer, Erick? —preguntó Oryun.
—Si hay alguien que nos pueda decir qué buscan esas terribles criaturas en el lago del clan esmeralda, es el guardián del rubí imperial —contestó Erick con firmeza, mientras se adentraba en el santuario, seguido de todos ellos.
Los príncipes una vez más se quedaron asombrados al ver cómo el gran recinto se iluminaba completamente con tan solo Erick colocar un pie en su interior. Todas las paredes estaban repletas de rubíes, que se iluminaron y rodearon al heredero imperial de una energía roja, como si el propio fuego de los dragones se hubiera materializado en el lugar.
Tampoco dejaron de maravillarse al observar cómo cada vez que uno de ellos entraba, el lugar donde estaba la representación de su clan: pequeños santuarios con la perla del poder, se iluminaba ante ellos, mostrando la esencia misma de su clan presente en aquel lugar sagrado. El palacio imperial era el epicentro de todo el mundo de los dragones, el lugar donde se encontraban los secretos más profundos y los poderes más elevados.
—Abuelo Rui —rugió el príncipe heredero —. Abuelo aparece en este instante, estamos en serio peligro.
El guardián imperial, el ancestro supremo de los dragones, apareció en el acto, sus ojos brillantes se posaron en ellos. Todos los príncipes se inclinaron ante él con respeto, como si su mera presencia pudiera hacerlos más grandes y más fuertes.
—Abuelo Rui, el príncipe del agua Adam casi fue atrapado por varios Kraken Ness en el lago esmeralda, y no solo eso, dice que vieron a varias dragonesas esmeralda que desaparecieron de pronto —le contó Erick de inmediato, con preocupación. Y prosiguió: —Papá ni el abuelo se explican por qué aparecieron ahora y están reunidos con los ancianos del imperio. ¿Sabes algo del motivo de por qué están aquí?
Se hizo un silencio en el que la poderosa imagen del dragón milenario se giró para el santuario, y en ese momento lanzó una poderosa llamarada que iluminó todo, haciendo aparecer a los ancestros de todos los clanes. Uno de ellos, de color azul, se adelantó y se inclinó ante el guardián. Con su aprobación, se acercó al príncipe del clan del agua azul, Adam y sin más se introdujo en él.
—¿Qué significa eso, abuelo Rui? No quiero que utilices a mis amigos así, te lo dije la otra vez —protestó el príncipe heredero, corriendo al lado de su amigo que se inclinó con una gran reverencia ante él, como si fuera otro dragón.
La preocupación se reflejaba en los ojos de Erick, pero Rui no hizo caso a sus palabras y continuó hablando en voz baja y grave, como si estuviera revelando un secreto de la más alta importancia.
—Hijos míos —comenzó con la sabiduría de milenios—, los Kraken Ness son los enemigos ancestrales de los dragones. Desde que las escamas brillaron por primera vez bajo los soles gemelos de nuestro mundo, hemos estado en conflicto. El que acaba de poseer al príncipe Adam es su más antiguo ancestro, el entonces príncipe Aquarious.
El guardián hizo una pausa, mientras entrecerró sus ojos que brillaban con recuerdos de eras pasadas. Las escamas de su pecho se erizaron ligeramente mientras continuaba:
—El príncipe heredero del clan azul Aquarius, fue el primero en sufrir el ataque del príncipe Zephyr de los Kraken Ness. Él y su prometida, la princesa del clan de los zafiros rosas, cuya belleza rivalizaba con los jardines, fueron el catalizador de nuestra enemistad eterna con ellos.
Luego, el abuelo Rui dirigió su mirada hacia el santuario del clan rosa. Con un movimiento de su garra, hizo aparecer una imagen etérea de una princesa de belleza incomparable. Su piel brillaba con un tono rosado suave, y sus ojos bajo largas pestañas desprendían una luz tan brillante como el firmamento draconiano.
—Esta es la princesa Aria —explicó el guardián—, cuyo amor y valentía trascendió en el mismo tiempo.
La imagen etérea de la princesa rosada, al ver al príncipe del agua Adam, ahora poseído por su amado Aquarius, corrió y se lanzó en sus brazos, besándolo con una pasión desbordante.
—¿Al fin vamos a poder regresar como lo prometió el guardián del imperio cuando nos salvó? —preguntó Aria, esperanzada. Giró, buscando a la dragonesa rosada que debía poseer, pero al no ver a ninguna, solo al príncipe rosa Adrián, volvió a buscar a su amado con la mirada, la confusión nublando sus ojos cristalinos.
—Aquarius, mi amor eterno —susurró con preocupación—, ¿por qué yo no tengo una dragonesa rosada para reencarnar? ¿Acaso el ciclo de las almas se ha roto?
La pregunta de Aria quedó suspendida en el aire. Todos los presentes, giraron sus miradas hacia el abuelo Rui. El guardián, permaneció en silencio mientras los observaba.
Con un movimiento de su garra, el abuelo Rui indicó al príncipe Aquarius que abandonara el cuerpo del príncipe Adam. La esencia del antiguo dragón de agua se desprendió como una neblina azulada, tomando forma frente a todos.
—Mi amada Aria —comenzó Aquarius, mientras entrelazaba sus garras etéreas con las de la princesa rosa—. Desconozco el motivo por el que hemos sido convocados, pero debe ser de gran importancia para que se nos haya permitido atravesar el velo entre mundos. Espero, con todo mi ser, que esta vez sea para siempre.
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Editado: 19.11.2024