La pregunta quedó suspendida en el aire, la barrera de energía que rodeaba parte la montaña del clan esmeralda había aparecido misteriosamente hacía màs de una veintena de años, y ni siquiera los dragones más antiguos y sabios habían logrado penetrarla o comprender su naturaleza.
Kendrick frunció el ceño con preocupación y determinación a la vez. Él también había sido perjudicado por esa barrera que apareció un buen día de la nada. Había perdido todas las pequeñas princesas y huevos raptados de los clanes. El deseo de extraer el poder mágico de todos ellos se convirtió en nada.
—Si los Kraken Ness han logrado entrar donde nosotros no podemos, la situación es más grave de lo que pensábamos —declaró con autoridad—. Debemos hacer lo que ordenó el guardián imperial. Declararé el estado de emergencia a todos los clanes. Esta amenaza podría afectar a todo nuestro mundo más de lo que creemos, quizás hasta ya estén dentro del imperio.
Los demás reyes asintieron solemnemente, conscientes de la gravedad de la situación. Mientras se preparaban para partir, ninguno de ellos notó la silueta plateada que se deslizaba silenciosamente entre las sombras, llevando consigo secretos que podrían cambiar sus vidas para siempre.
El príncipe Adám, tras despedirse de su cuñado, el príncipe Andrés de los zafiros rosa, en las vastas praderas rosadas, emprendió el vuelo de regreso a la majestuosa montaña esmeralda. Sus poderosas alas cortaban el aire con gracia, mientras sus escamas azules reflejaban la luz de la luna que iluminaba el cielo nocturno.
Al llegar, se posó con delicadeza en una colina cercana, desde donde podía observar la entrada del antiguo territorio del clan esmeralda. Sus ojos, agudos como los de un águila, escrutaban cada sombra y movimiento, buscando cualquier señal de vida o actividad inusual.
La noche transcurrió con una lentitud exasperante, sin que Adám lograra descubrir nada fuera de lo común. Las horas pasaban, y el silencio solo era interrumpido por el ocasional ulular de un búho dragón o el susurro del viento entre las hojas de los árboles centenarios.
Inquieto y determinado, el príncipe decidió recorrer el vasto territorio del antiguo clan esmeralda. Sobrevoló valles ocultos, exploró cuevas misteriosas y bordeó lagos cristalinos que reflejaban las estrellas como espejos mágicos. Sin embargo, el resultado fue el mismo: una ausencia total de vida que resultaba casi antinatural en un lugar tan rico en magia y recursos.
Mientras el alba comenzaba a teñir el horizonte con tonos dorados y rosados, Adám se posó en la cima más alta de una montaña, su frustración creciendo con cada momento. ¿Cómo era posible que sintiera la presencia de Mayra en este lugar aparentemente abandonado? La conexión mágica que compartían pulsaba con fuerza, indicándole que ella estaba cerca, y sin embargo, sus ojos no podían encontrar ni el más mínimo rastro de su amada.
El príncipe dragón cerró los ojos, concentrándose en el vínculo que lo unía a Mayra. Tal vez, pensó, la respuesta no estaba en lo que podía ver, sino en lo que podía sentir. Quizás existía algún tipo de magia antigua, algún velo de ilusión que ocultaba la verdad a simple vista.
Con renovada determinación, Adám extendió sus alas una vez más. No se rendiría hasta descubrir el misterio que envolvía a la montaña esmeralda y encontrar a su amada Mayra, sin importar cuánto tiempo le tomara o qué peligros tuviera que enfrentar. Cansado de su vigilia, con los primeros rayos del sol voló al palacio de su clan y se dirigió directamente a sus aposentos. Sobrevoló varias veces su inmenso tesoro de diamantes azules, mientras su mente no dejaba de pensar en Mayra.
De repente, otra imagen cruzó por sus pensamientos: aquella pequeña humana que reía con Andrés, la llamada Thalia. Le recordaba a su hermana Luddie. ¿Sería posible que fuera su hermana menor Thalía? Incluso compartían el mismo nombre, lo cual no podía ser otra mera coincidencia, como tampoco lo era el nombre de Mayra. Ambas fueron raptadas el mismo día y ya eran lo suficientemente grandes para recordar sus nombres.
El príncipe se incorporó, listo para informar de todo a su padre, cuando una voz resonó en su cabeza: "Adám, por favor, no te rindas. Espérame donde te dije, prometo que un día volveré a verte".
¿Qué había sido eso? Se preguntó el príncipe, comprendiendo con asombro que era la humana Mayra. La conexión que él había establecido solo era para poder sentirla y localizarla, ¿cómo era posible que ahora pudiera escucharla? Sin comprender lo que sucedía, pero ilusionado por la posibilidad de que en verdad fuera su amada esposa dentro de la humana, respondió: "Te esperaré, May. Sin importar el tiempo que pase, te estaré esperando".
Las escamas de Adám brillaron con un intenso azul, reflejando la emoción que sentía. El vínculo mágico que compartía con Mayra parecía estar fortaleciéndose, desafiando las barreras entre especies y dimensiones. Este desarrollo inesperado abría un mundo de posibilidades, pero también de peligros.
El príncipe dragón azul sabía que debía actuar con cautela. Si sus sospechas eran ciertas, no solo Mayra sino también Thalía podrían estar atrapadas en formas humanas. ¿Qué fuerza ancestral o qué enemigo poderoso podría haber realizado tal hazaña? Y más importante aún, ¿cómo podría revertirlo?
Adám extendió sus majestuosas alas, sus escamas azules brillando bajo la luz del amanecer. La determinación ardía en sus ojos mientras contemplaba sus opciones. Sabía que necesitaba investigar más a fondo, pero debía hacerlo con cautela.
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Editado: 02.12.2024