Mayra se preguntó y de inmediato negó con la cabeza. Ella no creía que fuera eso, sí iba a tener un novio, ese sería Maurin. Se dejó caer en su cama, agotada tanto física como emocionalmente. Los acontecimientos de los últimos días la tenían al borde de un colapso nervioso. Primero, el espectáculo de baile, toda la presión de la fama. Después se habían mudado para el palacio, porque sus padres no parecía que tuvieran intención de regresar a su casa.
Ahora, el incidente con el extraño, y luego Adam, el guardia de ojos azules del príncipe que la había salvado y besado como si la conociera de toda la vida, y ahora…Al menos eso creía que había pasado. Su teléfono volvió a vibrar. Era otro mensaje de Maurin.
—¿Podemos vernos mañana? Necesito hablar contigo.
Maurin, su eterno admirador desde la infancia, quien la miraba de una manera diferente. Sus atenciones se habían vuelto más evidentes, más... románticas. Y ella no sabía cómo sentirse al respecto. Aunque, le agradaba verlo en cada espectáculo, cada vez que volteaba la cabeza, Maurin estaba. No debía decepcionarlo, ella lo había ilusionado, y porque negarlo, le gustaba el joven.
Sin embargo, se llevó los dedos a los labios, recordando involuntariamente el beso de Adam. ¿Por qué no podía sacárselo de la cabeza? Era una locura sentirse así por alguien a quien apenas conocía.
—Está bien—, respondió a Maurin. —Nos vemos en la cafetería de siempre.
Desde las sombras de su habitación, invisible para ella, Adam apretó los puños. Observarla así, tan cerca y a la vez tan lejos, era una tortura. Pero debía respetar el acuerdo con Erick. Si quería ganar su corazón, tendría que hacerlo como un humano más.
—Serás mía, May —susurró cuando ella se durmió, rodeándola con una energía protectora. Retomando su figura de dragón, se acostó en el piso a su lado, invisible para ojos humanos—. Nadie me robará a mi esposa, no importa qué figura tomes.
Las escamas de Adam brillaban tenuemente en la oscuridad mientras observaba el rostro sereno de Mayra. Como dragón, podía percibir la esencia rosa que emanaba de ella, recordándole a su verdadera naturaleza, a la princesa que fue en otra vida. Sus garras se tensaron al pensar en Maurin, en cómo ese humano se atrevía a cortejar a su compañera destinada.Un suave murmullo escapó de los labios de Mayra mientras dormía:
—Adam...
El corazón del príncipe dragón se estremeció. Incluso en sueños, ella lo recordaba. Quizás, en algún nivel subconsciente, su alma reconocía el vínculo que compartían.
—Pronto, mi amor —prometió en voz baja—. Pronto recordarás quién eres realmente, y estaremos juntos como debe ser.
La noche avanzaba, y Adam mantuvo su guardia, protegiendo el sueño de quien, sin saberlo aún, era su otra mitad. Un roce apenas perceptible hizo que abriera los ojos. La ventana se había abierto y vio con terror cómo unos enormes tentáculos se dirigían a la cama donde Mayra dormía apaciblemente. Iba a intervenir, pero esperó al ver cómo el Kraken Ness se transformaba en un humano, y a su lado apareció el extraño que habían visto en la fiesta.
—¿Por qué no la raptamos y llevamos a nuestro reino de los Abisales? Allí nadie la podrá rescatar —dijo el extraño.
—No puedo hacer eso, ¿acaso no conoces la leyenda? Ella debe venir conmigo por voluntad propia y de esa misma manera entregarme su poder. Pero ahora no puedo aparecer ante ella porque mi cuerpo material está preso en el pasado, en el palacio imperial que tú no has podido penetrar —contestó el príncipe de los Kraken Ness—. Además, no estoy seguro todavía de que en ella reencarnó la princesa dragón rosa. Solo es una sospecha, una energía que siento en ella desde niña, nada más. Pero si se enamora de mí, saldrá su verdadera esencia.
—Le digo, mi príncipe, que mejor la raptamos y la llevamos a esa celda en que usted está encerrado, ¿qué me dice? O quizás yo podría cuidarla en las profundidades del océano hasta que logremos liberarlo—insistió el extraño.
—¡Te dije que no! No asustaré a Mayra de esa manera, siempre fue buena conmigo. Además, si es cierto que se casó con el príncipe de los dragones del agua Adam, él la sentirá y encontrará donde quiera que la metamos. Mejor vamos a ponerle la marca para saber dónde está —dice el príncipe.
—¿Cree que en verdad fue él quien me la quitó hoy cuando la rapté para llevarla ante usted? —preguntó el extraño.
—¡No me recuerdes esa tamaña estupidez que hiciste! ¿Cómo vas a raptarla así? De seguro por eso se ve así de demacrada. ¡La asustaste, imbécil! Y no sé quién te la arrebató, pero los pusiste en alerta. Ahora la tendrán vigilada todo el tiempo y no podré acercarme a ella —rugió por lo bajo el Kraken Ness, haciendo que le aparecieran tentáculos en su cara.
Adam, aún en su forma de dragón, escuchaba cada palabra con creciente ira. Así que había sido ese sirviente quien había intentado llevarse a Mayra. Sus garras se clavaron en el suelo, conteniendo el impulso de atacar allí mismo.
—Mi señor —susurró el sirviente—, pero si esperamos más tiempo, el dragón podría despertar sus recuerdos y entonces...
—¡Silencio! —ordenó Ness, sus tentáculos ondulando amenazadoramente—. Ya bastante has arruinado con tus acciones precipitadas. Debemos ser pacientes. La princesa dragón rosa debe recordar por sí misma, y cuando lo haga... —sus ojos brillaron con malicia— tendrá que elegir.
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Editado: 19.11.2024