Mayra observaba con horror cómo los Kraken Ness arrastraban a su hermano Ariam hacia las profundidades del mar. Un grito desgarrador escapó de sus labios mientras la impotencia la inundaba como una marea oscura. Su corazón latía con la fuerza de un trueno en su pecho, y un torbellino de miedo y rabia la consumía. No podía quedarse inmóvil, no mientras su hermano se enfrentaba a un destino incierto en las garras de aquellas abominables criaturas.
Sin vacilar, se lanzó en picada hacia las aguas turbulentas, decidida a rescatar a Ariam. Adam, a su lado, la seguía con la misma determinación grabada en su rostro. Pero Ariam, mientras era arrastrado por los Kraken Ness, al verla, invocó un poderoso rayo que la envolvió en una esfera luminosa color rosa. La magia la transportó en un instante al palacio de los dragones rosas, depositándola frente a los reyes.
—¡Princesa! ¡Al fin te han encontrado! —exclamaron ambos al unísono, corriendo hacia Mayra, quien sollozaba desesperada—. ¿Qué ocurre? ¿Qué te aflige?
Mas antes de que pudiera articular palabra, el príncipe del agua, Adam, arribó con la noticia del rapto de Ariam por los Kraken Ness. La consternación se apoderó de los reyes.
—¡Nadie actúe precipitadamente! —ordenó el rey con voz grave—. Debemos informar de inmediato al emperador. Esta batalla excede nuestras fuerzas; necesitamos todo el poderío del imperio para rescatar a mi hijo.
Bajo las órdenes del rey, la corte entera se movilizó. Mientras él se comunicaba con el emperador, quien de inmediato le pidió que se presentara en el palacio imperial, los demás miembros de la corte se apresuraron a cumplir sus tareas. En el palacio imperial ya se encontraban reunidos todos los reyes de los diferentes clanes de dragones, pues los guardianes imperiales habían dado la voz de alarma.
Mientras tanto, la princesa dragón rosa, Mayra, no dejaba de caminar de un lado a otro en su habitación del palacio de los reyes rosas, la ansiedad carcomiendo su interior. El príncipe Adam Ludovic, su esposo, debía presentarse al llamado del príncipe heredero Erick. Antes de partir, se giró para hablar con ella, con una profunda expresión de preocupación en sus facciones.
—May, por favor, te conozco. No vayas a realizar ninguna locura —le imploró—. Vendré en cuanto informe al príncipe Erick de tu aparición y de que necesitas mi ayuda. —Se detuvo un momento para mirarla a los ojos, buscando la promesa en su mirada—. May, mírame. Confía en mí. Te llevaré con nosotros a rescatar a tu hermano, pero tienes que esperarme aquí, promételo.
La princesa dragón rosa lo miró por un instante, pero desvió su mirada al ver cómo Adam arrugaba su frente al notar su determinación de no quedarse sin hacer nada. En un impulso, Mayra lo besó con toda la pasión contenida que su corazón le permitía expresar. Al separarse, apoyó su frente en la de su amado esposo, dejándose llevar por la placentera sensación que la unión de sus perlas del poder le hacía sentir.
Adam Ludovic aprovechó ese momento para estrecharla más entre sus brazos y unir aún más sus esencias primordiales. No sabía cómo explicarlo, pero presentía que ella se estaba despidiendo.
—Prométeme que me esperarás, May. No salgas de aquí sin mí —repitió de nuevo con un ruego en la voz. Mayra no dijo nada, se quedó allí mirando cómo se alejaba su amado.
Pero el príncipe azul, al no escucharla decir nada, se detuvo en su camino hacia la terraza para observarla. Vio la determinación en los ojos de su amada y, antes de que ella pudiera hacer nada, la atrapó en una burbuja de agua y energía. La burbuja se encogió, haciéndola pequeña, y Adam la colgó de su cuello.
—Lo siento, May, pero no te volveré a perder. Te prometí que irías conmigo, y lo harás, pero así —dijo, escuchando las voces de protesta de su amada mientras extendía sus grandes alas y levantaba el vuelo rumbo al palacio imperial.
—Adam, no seas así, sácame de aquí. Prometo no hacer nada sin ti —le pedía Mayra en su mente, pero no obtuvo la respuesta que esperaba.
—Amor, permanece ahí. Cuando sea la hora te sacaré; tu seguridad es lo primero, eres muy valiosa. Te amo, May, todo lo que hago es por tu seguridad —fue lo último que le dijo el príncipe mientras agitaba sus enormes alas surcando el cielo azul.
Con Mayra convertida en miniatura y colgada de su cuello, Adam batió sus alas, azules como el cielo y salpicadas de destellos plateados, impulsándose en el aire. Debajo, el mundo se extendía como un tapiz multicolor, con los bosques esmeralda, los ríos plateados y las montañas violetas.
Mayra no dijo nada más; al menos iba con él a rescatar a su querido hermano. No era la primera vez que Adam hacía eso, ahora lo recordaba muy bien. De niños, cuando había peligro, él, por ser de mayor tamaño, siempre la protegía de esa manera. Mientras ascendían a través de las nubes, un mar blanco y esponjoso se abría a su paso. Mayra, desde su diminuta prisión, observaba todo con asombro.
Aunque había vivido como una dragona esmeralda, jamás había volado tan alto en busca del palacio imperial. Las gotas de agua parecían diamantes líquidos que flotaban a su alrededor; los rayos del sol las atravesaban creando arcoíris en miniatura. Un revuelo a su lado hizo que girara para ver de qué se trataba, y sonrió al ver disímiles criaturas fantásticas, con alas de mariposa y cuerpos de serpiente, que revoloteaban en un juego entre las nubes. Más en la lejanía, el resplandor de las aves de fuego con plumas incandescentes surcaba el cielo dejando estelas de luz.
#739 en Fantasía
#472 en Personajes sobrenaturales
aventuras fantasia princesa principe, romance sobrenatural, aventuras lugares extraordinarios
Editado: 05.01.2025