Mayra regresó junto a su familia y su esposo Adam al clan de los dragones rosas. El ambiente en el palacio era agridulce: la alegría por el regreso de la princesa perdida se mezclaba con la angustia por el rapto del príncipe heredero Ariam. Los dragones rosa revoloteaban inquietos, sus escamas brillando con preocupación bajo la luz del atardecer.
Cuando por fin se retiraron a sus aposentos, Mayra y Adam se contemplaron en silencio. Sus largos cuellos se entrelazaron en un gesto de profundo amor, mientras las majestuosas alas azules del príncipe la envolvían como solía hacer cuando eran pequeños y ella buscaba consuelo. El tiempo pareció detenerse en ese abrazo, como si los años de separación nunca hubieran existido. La magia entre ellos permanecía intacta, tan poderosa como siempre.
De repente, una oleada de emociones invadió a Mayra. El gran amor que sentía por Adam surgió con tal intensidad que las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, recordando la agonía de creer que jamás volvería a verlo.
—Oh, Adam, cuánto te extrañé —susurró, sintiendo las lágrimas de su esposo caer sobre sus escamas rosadas.
—No he podido respirar durante todos estos años, May —respondió él con voz quebrada—. Todos me decían que debía seguir adelante, pero algo dentro de mí sabía que regresarías. El dolor de la separación me ahogaba, pero mi corazón nunca perdió la esperanza.
Adam se separó ligeramente para mirarla a los ojos. Se quedó allí mirando a su adorada esposa, la imagen de la niña en su mente ahora era sustituida por esta hermosa dragona rosa.
—Jamás volveremos a separarnos. Prométeme que sin importar dónde vayas, me llevarás contigo de alguna forma. Por favor, May, promételo—exigió temiendo que ella volviera a visitar al Nereus sola.
Mayra guardó silencio, consciente del peso de aquella petición. Sabía que Nereus desconfiaría si percibía la presencia de Adam, y podría negarse a revelar la verdad sobre Ariam. Pero, ¿cómo negarse a la súplica de quien había esperado por ella durante tanto tiempo?
—De acuerdo, te lo prometo —cedió finalmente—. Pero debemos encontrar una forma de que me acompañes sin que Nereus lo note.
Una sonrisa misteriosa se dibujó en el rostro de Adam. De niños al ser el príncipe heredero de su clan, había sido educado por su padre prácticamente desde que nació en la habilidad del dominio de cada poder que poseía. Todo lo contrario a su amada, que era la niña preciosa de su padre y lo único que le interesaba a sus cinco años era volar y bailar. Sus padres habían dejado la educación para más adelante.
—Eso es más sencillo de lo que crees, May. Hay poderes que aún no conoces, incluso los tuyos propios. ¿No recuerdas cómo solíamos hacerlo cuando querías traerme a esta misma habitación? —Sus ojos brillaron con un destello de complicidad—. Observa.
Sin más palabras, el cuerpo de Adam comenzó a brillar con una luz azul intensa. Su forma draconiana se disolvió en energía pura que fluyó como agua cristalina hacia la perla del poder en la frente de Mayra. El color azul se fundió con el rosa, creando un destello iridiscente apenas perceptible.
Mayra se acercó al espejo de agua cristalizada que decoraba la habitación, maravillada ante el sutil cambio en su perla. Una duda cruzó su mente: si planeaba visitar a Nereus en su forma etérea, ¿podría llevar consigo la esencia de Adam? La respuesta llegó como un susurro en su mente, con la voz de su amado: "Juntos somos más fuertes, May. Siempre lo hemos sido".
—De acuerdo, lo haremos —respondió Mayra, observando fascinada cómo Adam retomaba su forma material. Sus escamas azules brillaron como diamantes bajo la luz del atardecer—. Pero antes, Adam, necesito que me ayudes a descubrir cuáles son mis poderes y, lo más importante, cómo utilizarlos.
El príncipe del agua la contempló con ternura mientras desplegaba sus alas, creando un suave remolino de gotas cristalinas que danzaron alrededor de ambos.
—Por supuesto, mi amor —asintió pensativo—. Aunque tradicionalmente son los dragones mayores quienes educan a los jóvenes en el uso de sus poderes, no podemos perder tiempo si queremos salvar a Ariam y... —hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras— manejar la situación con Nereus.
Las escamas rosadas de Mayra reflejaron un destello de preocupación ante la mención del Kraken, pero Adam se acercó a ella con movimientos fluidos y elegantes. Sus ojos brillaban con un amor tan profundo que parecían contener todo el océano en ellos.
—Pero hoy... —susurró, rozando suavemente su cuello con el de ella—. ¿Podemos olvidarnos de todo? ¿Podemos ser solo tú y yo, como cuando éramos pequeños y el mundo se reducía a nosotros dos?
La habitación pareció llenarse de una luz mágica mientras las escamas de ambos dragones brillaban al unísono, creando un espectáculo de destellos rosa y azul que se reflejaban en las paredes como auroras boreales.
Mayra sintió que su corazón se expandía ante aquellas palabras. Sus escamas rosadas emitieron un suave resplandor mientras Adam la rodeaba con sus alas, creando un íntimo santuario de luz y agua. El aire a su alrededor se llenó de diminutas gotas que reflejaban los colores de ambos, como si estuvieran envueltos en un arcoíris líquido.
—Te he extrañado cada día, cada momento —susurró Adam, rozando suavemente su hocico contra el cuello de Mayra—. Cuando dormía, soñaba con tu aroma a flores de cerezo y mar.
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Editado: 05.01.2025