Las escamas de su cuello se erizaron por la confusión y la ansiedad. Buscó en el rostro de su ahora esposo alguna explicación, pero solo encontró una expresión serena que ocultaba sus pensamientos.
Sin dudarlo, y guiada por un instinto más fuerte que la razón, retrocedió hasta colocarse junto a Adam. Desplegando ligeramente sus alas en un gesto protector, una silenciosa pero clara declaración de que, sin importar lo que hubiera sucedido en el pasado, ella permanecería al lado de su compañero de enlace.
La actitud de su padre la desconcertaba profundamente. Cuando había regresado con Adam del clan esmeralda para informar sobre el secuestro de su hermano Ariam, sus padres no habían mostrado hostilidad alguna hacia el príncipe azul. ¿Qué había cambiado en su ausencia? El aire se había vuelto denso y pesado, cargado de secretos que amenazaban con destruir la frágil paz entre los clanes.
Las escamas rosadas brillaron con determinación mientras la cola se entrelazaba instintivamente con la de Adam, un gesto que en su cultura significaba unión inquebrantable. Fuera cual fuera la verdad, ella defendería su elección, incluso si eso significaba enfrentarse a su propia familia.
El príncipe azul sostuvo la mirada de sus suegros con firmeza, aunque su interior bullía de inquietud. La pareja real, que hasta hace poco lo había tratado como a un hijo, ahora lo enfrentaba como si fuera un enemigo declarado. Sus escamas azules reflejaron la tenue luz de la habitación mientras su mente trabajaba velozmente, intentando descifrar el enigma que se presentaba ante él.
De pronto, como un relámpago en una noche oscura, un destello de comprensión iluminó sus pensamientos. La imagen de la princesa Ariana en el palacio del clan azul cobró un nuevo significado. Sin duda, su padre, al enterarse del regreso de Mayra, había enviado a buscar a Ariana con la intención de frustrar su unión matrimonial.
Otra memoria, más perturbadora aún, emergió de las profundidades de su mente: las palabras enigmáticas de su padre sobre Mayra y el Kraken. "Mayra será sacrificada al Kraken", había dicho. Las escamas de su espalda se erizaron ante la terrible posibilidad. ¿Estaba su padre cometiendo traición? ¿Intentaba forjar una alianza secreta con los temidos Kraken Ness, a espaldas del mismo emperador?
La pregunta más inquietante resonaba en su mente como un eco interminable: ¿Qué podría motivar a su padre a cometer semejante acto de traición? Las implicaciones eran demasiado graves para ignorarlas, y el peso de esta revelación se sentía como una corriente helada atravesando sus venas.
La tensión en la habitación era tan densa que podía cortarse con una daga. Las escamas de todos los presentes brillaban con diferentes intensidades, reflejando el tumulto de emociones que los embargaba.
—Papá, por favor, cálmate y explícate —suplicó Mayra, mientras su ala rozaba suavemente la de Adam. Ese simple contacto le proporcionaba el valor que necesitaba para enfrentar la ira de su padre —. Lo que sea que esté sucediendo, podemos resolverlo juntos. Te juro que Adam no ha hecho nada en contra de mi voluntad, y si te refieres a la princesa Ariana, él ya me explicó todo y lo comprendo perfectamente. Todos me creían muerta.
El rey Maximiliano, cuyas escamas rosa oscuro palpitaban con destellos de furia apenas contenida, se irguió en toda su imponente altura. Sus ojos, normalmente bondadosos, ahora ardían con una mezcla de indignación y dolor paternal.
—¿Qué quieres decir con eso? —rugió haciendo retumbar las paredes de cristal de las ventanas. Golpeando con su cola rítmicamente el suelo, un gesto que todos los presentes reconocían como señal de su creciente irritación—. ¿Acaso te ha convertido en su segunda esposa? ¡Jamás permitiré semejante ultraje a nuestra familia!
Adam, sintiendo el temblor en el ala de Mayra, dio un paso al frente con determinación y sinceridad. El joven príncipe sentía una mezcla de confusión y frustración ante las acusaciones veladas de su suegro, pero se mantuvo firme, sabiendo que debía defender su amor y honor.
—¿De qué está hablando, Su Majestad? —preguntó, manteniendo un tono respetuoso y firme—. La princesa Mayra fue, es y será mi única compañera de vida. Se lo acabo de demostrar ante los antiguos dioses mediante la ceremonia sagrada de unión. Este vínculo que hemos forjado es inquebrantable, ni siquiera mi padre tiene el poder para romperlo.
La reina, que hasta entonces había permanecido en silencio, observaba la escena con ojos perspicaces. Ella era de un rosa más claro que su esposo, pensaba rápidamente, intentando descifrar la verdadera naturaleza del conflicto que se desarrollaba ante ella. En su corazón, comenzaba a sospechar que había más en juego que un simple malentendido matrimonial.
El aire se volvió más pesado, cargado con el peso de secretos no revelados y verdades a medio decir. La reina rosa, conocida por su infinita sabiduría, intervino con delicadeza en la tensa situación. Con un gesto elegante de sus alas, sugirió que todos abandonaran la habitación de su hija para trasladarse al salón del trono, donde los pétalos de durazno danzaban suavemente a través de los ventanales abiertos, creando un contraste etéreo con las columnas de cristal rosa.
Al llegar al majestuoso salón, cuyas paredes de cuarzo rosa capturaban y multiplicaban la luz del atardecer, se encontraron con una situación inesperada: dos mensajeros imperiales aguardaban bajo la cascada de pétalos rosados. Sus escamas grises contrastaban dramáticamente con el ambiente predominantemente rosa del palacio mientras comunicaban que la princesa Mayra debía prepararse para una audiencia nocturna con el príncipe Ness de los Kraken.
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Editado: 05.01.2025