El rey Maximiliano contestó con rabia la pregunta del príncipe Adam, al ver que en verdad parecía no conocer de las artimañas de su padre. Justo después de que la princesa Mayra desapareciera, él había hecho la solicitud de que rompieran el compromiso, e incluso había acudido al guardián imperial para que lo hiciera como un recurso para salvaguardar la vida de su hijo.
La reina rosa se enderezó en su asiento, mostrando una expresión que denotaba su intensa su indignación.
—Si lo que dices es cierto, esto va más allá de una simple manipulación —intervino con voz firme—. Estamos hablando de traición entre reinos. Él claramente vino a romper la unión de ustedes al ofrecernos el trato de que nuestra hija fuera tu segunda esposa, que rechazamos de inmediato.
El ambiente en el salón se volvió más pesado, mientras los presentes asimilaban la gravedad de la situación. Los guardias apostados en las entradas intercambiaron miradas inquietas, y hasta los pétalos de durazno parecían caer más lentamente, como si la naturaleza misma contuviera el aliento ante estas revelaciones. Mayra dio un paso adelante. Mayra avanzó con gracia y determinación.
—Adam — se giró hacia su esposo—. ¿Qué más nos ha estado ocultando tu padre? ¿Qué significaban sus palabras sobre mi supuesto sacrificio al Kraken?
—Te juro que desconozco el significado de esas palabras —respondió con sincera preocupación—. Todos fuimos testigos de la declaración del emperador: los Kraken no tienen poder sobre ti, y el guardián imperial te protegerá en tu próximo encuentro con Nereus —hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus siguientes palabras—. Debemos ser prudentes antes de acusar a mi padre de traición.
—¿Traición? —La voz resonante del príncipe heredero imperial Erick cortó el aire como una daga de hielo.
Todas las miradas se dirigieron hacia la entrada del salón, donde Erick acababa de materializarse, se enderezó con autoridad mientras avanzaba con su séquito hacia el centro de la sala.
—¿De qué traición hablas, Adam? —inquirió, mirando penetrante al príncipe azul.
El rey Maximiliano se levantó con presteza de su trono de cristal, dirigiéndose con dignidad a recibir al príncipe imperial. Con una reverencia ceremonial, le ofreció el asiento real y, en breves pero precisas palabras, le puso al tanto de la delicada situación.
—Perdón Majestad, estamos analizando muchas cosas —contestó Adam inclinando su cabeza ante Erick. —Antes es necesario saber si es cierto que mi esposa ha sido convocada al palacio imperial para un encuentro con el Kraken Ness esta noche.
Erick, con la elegancia propia de su linaje imperial, giró su cabeza hacia su consejero Oryun, quien de inmediato estableció contacto mental con su padre. La respuesta fue desconcertante: aún no se había establecido fecha alguna para el siguiente encuentro entre Mayra y el Kraken. La pregunta flotó en el aire como una nube de tormenta: ¿Quién había osado enviar ese mensaje falso?
El rey Maximiliano miró a su ahora yerno Adam que levantó sus alas en señal que desconocía la respuesta. Podría haber sido su padre, pero también otros enemigos en su empeño por apoderarse de la princesa rosa.
—No podemos pasar por alto —intervino el príncipe Erick, al notar todas las miradas acusadoras puestas en su amigo. — Que Finnian y la princesa adoptada Elgida siguen en libertad —hizo una pausa significativa—. Es probable que estén tras Mayra, conscientes de su extraordinario poder. Al igual que mi Esthela, último dragón dorado puro, Mayra representa un objetivo valioso —miró a Adam fijamente como si quisiera leer sus pensamientos—. Por ello mi amigo, no deberás separarte de tu esposa un instante. Permanezcan aquí, en el reino de los zafiros rosa, bajo la protección de estas murallas y toda su guardia. Primero debemos rescatar al principe Ariam, y después analizaremos esta situación con mi abuelo, el emperador.
—Mi príncipe —Adam se inclinó delante de Erick—, acabo de realizar la ceremonia de unión con la princesa dragón rosa. Le suplico que reconozca nuestra unión y ordene su registro en los anales imperiales.
—Tu petición me desconcierta, Adam —respondió Erick, arqueando una ceja—. Ese es un deber que corresponde a tu padre o a tu suegro, el rey Maximiliano —se volvió hacia el monarca rosa con expresión inquisitiva—. ¿Acaso te opones a su unión después de todo lo que ha sufrido el príncipe Adam esperando por su amada?
El rey Maximiliano avanzó hacia la pareja con pasos medidos, mientras el peso de lo que debía confesar se reflejaba en cada arruga de preocupación en rostro.
—No me opongo, príncipe Erick. De hecho, bendigo esta unión con todo mi corazón —declaró el monarca chocando su perla del poder con la de Adam. El gesto, aunque cálido, no logró ocultar la inquietud que emanaba de él—. Sin embargo, existe un problema que debo confesar.
Adam apretó instintivamente sus garras ante tal declaración, preparándose para cualquier obstáculo que pudiera amenazar unión con Mayra. Erick, por su parte, se inclinó ligeramente hacia adelante en el trono,con curiosidad.
—Verán —prosiguió Maximiliano, deteniendo sus pasos en el centro del salón—, el rey del clan del agua ha comprometido a Adam con la princesa Ariana del reino glacial. Lo ha hecho oficial y los inscribió en los anales de los dragones.
El color abandonó el rostro de Adam mientras la noticia caía como un balde de agua fría sobre todos los presentes. La reina, con la gracia propia de su linaje, se levantó del trono y se acercó al grupo con preocupación maternal.
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Editado: 05.01.2025