El Destino De La Princesa Dragón Rosa

71. CONCESIÓN DE PODER

La silueta etérea de Rui brilló tenuemente en las profundidades marinas, mientras consideraba la súplica del joven príncipe. El destino de dos razas ancestrales pendía de aquella decisión. Los ojos milenarios de Rui brillaron con un destello de sabiduría y compasión mientras pronunciaba las siguientes palabras:

—¿Y qué hay de la princesa Mayra, el dragón rosa que ha cautivado tu corazón? —inquirió Rui con suavidad, sus palabras ondulando en las profundidades como una caricia amarga—. ¿Has considerado que con esta alianza estás renunciando a ella para siempre? Deberás aceptar que ella pertenece al príncipe Adam, con quien forjarás una alianza inquebrantable. ¿Podrás verdaderamente controlar tus sentimientos por ella?

La pregunta flotó en el agua como una corriente helada, atravesando el corazón de Nereus como un arpón de hielo. Por primera vez desde que había tomado su decisión, la duda nubló su determinación. Sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que era el príncipe heredero de los Kraken Ness, nacido y criado para defender a su pueblo sin importar el sacrificio personal que debiera hacer. Era el mismo destino que compartían Adam, Mayra y todos los príncipes herederos: el peso de la corona antes que los deseos del corazón.

Tragó saliva mientras cerraba los ojos, y en su mente apareció la imagen de Mayra, radiante y hermosa, tratándolo con ese cariño especial que solo los mejores amigos comparten. Su corazón se estremeció ante el recuerdo, pero una voz interior le susurró que quizás... sí, quizás eso sería suficiente. Ser su amigo, su confidente, su aliado. Tendría que serlo.

El silencio se extendió por las profundidades marinas mientras Nereus luchaba contra la tormenta en su interior. Las corrientes oceánicas acariciaban su rostro como si intentaran consolarlo, mientras las luminiscentes criaturas abisales danzaban a su alrededor, testigos silenciosos de su dilema.

—El amor y el deber raramente siguen el mismo camino, joven príncipe —murmuró Rui con ancestral sabiduría—. Pero a veces, el verdadero amor se manifiesta en el sacrificio que hacemos por aquellos que amamos.

El príncipe de los Kraken Ness Nereus alzó la mirada hasta donde su madre sufría, luego la dirigió de nuevo llena de determinación y dolor hacia Rui.

—Mi madre sufre, mi pueblo se desangra en una guerra sin sentido, y el futuro de tres reinos pende de un hilo —su mirada vagó por todo su pueblo—. No puedo permitir que mis sentimientos personales pongan en peligro la única oportunidad de paz que tenemos.

Las escamas de sus tentáculos brillaban con un destello azul plateado mientras nadaba en círculos, procesando sus pensamientos.

—Además —continuó, esbozando una sonrisa triste—, ¿qué clase de amor sería el mío si no deseo la felicidad de Mayra por encima de todo? Si su destino es estar con Adam, entonces mi deber como amigo es asegurarme de que ese futuro sea posible... y pacífico.

Rui observó al joven príncipe con una mezcla de orgullo y compasión. En sus milenios de existencia, había visto a muchos nobles guerreros tomar decisiones difíciles, pero pocas veces había presenciado tal madurez en alguien tan joven.

—Entonces, ¿estás listo para comenzar la transformación? —preguntó Rui mirando al príncipe directamente—. Una vez iniciado el ritual, no sólo cambiarás físicamente; tu esencia misma se transformará para siempre.

Nereus cerró los ojos una última vez, permitiéndose un momento final para recordar la risa cristalina de Mayra, el brillo de sus escamas rosadas bajo el sol, y la calidez de su amistad. Luego, con un movimiento decidido, abrió los ojos, que ahora brillaban con una determinación inquebrantable.

—Estoy listo —declaró con voz firme—. Por mi madre, por mi pueblo, por la paz... y por Mayra. Que así sea.

Hasta ese momento, todos los Kraken Ness que no poseían el don de ver a Rui permanecían expectantes, observando a su príncipe quien, ante sus ojos, parecía mantener una enigmática conversación con el mar. Algunos murmuraban que dialogaba con los ancestros en busca de guía para su decisión. Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, sabían que los espíritus antiguos solo respondían al Kraken más poderoso, título que tradicionalmente ostentaba el rey. El príncipe solo obtendría tal poder una vez coronado, por lo que lo miraban con una mezcla de compasión y preocupación, conociendo los crueles designios del rey actual.

No obstante, su madre, a pesar de estar encadenada a la piedra sagrada que drenaba implacablemente su poder, logró distinguir la figura translúcida del dragón ancestral. Con un esfuerzo sobrehumano que hizo temblar sus cadenas, alzó su voz en un grito desgarrador que resonó por las profundidades marinas:

—¡No lo hagas, Nereus! ¡No traiciones a tu padre aliándote con ese dragón! —su voz se quebró por el dolor y la desesperación—. ¡No permitas que te engañe con sus promesas!

Por un instante, todos los Kraken presentes dirigieron sus miradas hacia donde se encontraba su príncipe, intentando en vano distinguir la presencia que solo él podía ver. Sus ojos se desviaron rápidamente hacia la reina, quien se había desplomado contra la piedra sagrada. Nereus intentó precipitarse hacia ella, pero los ancianos, firmes en su deber, lo contuvieron nuevamente.

El más antiguo de ellos, un Kraken de escamas tornasol y ojos que parecían contener la sabiduría de los océanos, extendió sus tentáculos hacia la cabeza del joven príncipe. Sus apéndices detectaron una energía pulsante y poderosa que emanaba del heredero al trono.




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