El destino en sueños

Introducción

Reino de Syukur

 

Eran los días previos a Aastarni, el inicio de un nuevo ciclo. Por este motivo, los movimientos de la pequeña villa habían cesado un poco más tarde de lo habitual, a causa de los preparativos de aquella fiesta.

Tres enormes lobos, rondaban silenciosos por el bosque que circunda el pueblo de Mordus. Se movían en la oscuridad casi total, buscando el camino más seguro para llegar al centro de la aldea sin ser vistos.

 

Las cabañas estaban construidas de piedras y troncos de antiguos árboles, y aunque eran pocas y se encontraban algo apartadas unas de otras, se atisbaba el diagrama cuadriculado de las ciudades modernas. En este sitio todavía se respetaba el Hálito, a pesar de que los seguidores del dios único se habían instalado allí varios años antes, pero a estos no les era tan fácil derribar la fe de siglos de los moradores del lugar.

 

Uno de estos lobos, llevaba en sus fauces un bulto de ropa que se veía pequeño al lado de su gran cabeza, era el que iba en medio de los tres. Sus pelajes eran oscuros, y nadie hubiera dicho que no eran lobos normales, de no ser por su tamaño, mucho mayor al habitual.

 

Finalmente, cuando estuvieron seguros de que nadie los veía, se introdujeron en el pueblo por un pequeño camino desierto. El guía se detuvo tras andar un poco y sin mucho preámbulo su forma lobuna se tornó en humana, y lo mismo sucedió con los otros dos.

 

— Señora Morella, aquella es la casa — dijo quien iba al frente.

 

Morella, era quien llevaba el paquete, que ahora se notaba que era un bebe. La mujer asintió y se acercó con sigilo a la cabaña señalada, desde la cual era apenas audible el sollozo de una joven. Depositó el pequeño niño en la entrada.

 

— ¿Aquí nadie encontrará a mi cachorrita, verdad?

 

— No debes preocuparte por nada, tu hija estará a salvo, el chamán lo dijo, la selló para que no tenga su despertar hasta que te hayas reencontrado con ella.

 

— Además, eres afortunada de que no haya nacido en Aastarni — susurró la tercera mujer.

 

— Debemos regresar a Monnate antes de que alguien note nuestra ausencia — las instó el guía.

 

La criatura profirió una queja que anticipaba el llanto, luego de lo cual, los cambiaformas se marcharon.




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