El destino en sueños

Capítulo 5

Naloy: Puerta o portal mágico que convocan los practicantes de la magia para pasar de un sitio a otro.

 

Althea - Beleth, Syukur

 

 

 

El druida le tomó las manos para que no se quitara los cordones encendidos que quemaban su piel.

 

— Es solo un momento — dijo, y ciertamente fue así, se bajó de la mesa y al tocar sus pies el piso ya no dolían.

 

Los cordones se habían esfumado y las marcas circulares con las estrellas por dentro ya estaban allí, iguales a las de su sueño.

 

Ella abrió la boca para decir cuánto le gustaba como habían quedado las líneas finamente marcadas que acababa de poner en sus pies, pero en ese momento, Primus ingresó intempestivamente.

 

— ¡Althea! — Exclamaba su esposo agitado. Al ver que el druida había regresado, lo observó un instante sorprendido antes de continuar hablando: — Tenemos que irnos.

 

— Primus, ¿qué sucede?

 

— Se ha desatado una revuelta en las calles, un ejército de los seguidores del dios ha invadido la ciudad — sus palabras salían agitadas mientras recogía sus cosas. — ¡Vamos, apresúrate!

 

— Pero, ¿por qué? No entiendo... — Respondió la chica mientras obedecía a su esposo.

 

— Tal vez... Me puse en una situación un poco riesgosa...

 

El brujo, que oía todo sin pronunciar palabra, también parecía estar recogiendo sus pertenencias.

 

— ¡¿Qué?! — Gritó ella deteniéndose a mirar a Primus. — ¿Qué fue lo que hiciste?

 

— Incité a los que estaban en el mercado a defender las viejas costumbres, yo...

 

La puerta se abrió y varios de los "amigos" del muchacho ingresaron.

 

— ¡Primus, vamos! — Lo jalaron del brazo y él a su vez tomó la mano de su esposa.

 

— Los acompañaré — dijo Rudolf.

 

Afuera los esperaba un grupo de aproximadamente veinte personas, quienes los condujeron al sur, hacia las afueras de la ciudad. Ya había oscurecido, por lo que les resultó más fácil escabullirse, pues a medida que se alejaban del centro citadino, había menos luces y las casas se hallaban bastante separadas unas de otras. No obstante, el temor se había apoderado de la chica a causa del caos.

 

Llegaron hasta un sitio rodeado de una muralla de piedra, se trataba de un torreón muy alto. Traspasaron los muros por un portón de gruesa madera reforzado por barras de hierro. Althea pudo comprobar que el lugar era más grande de lo que imaginaba; en derredor a la torre central había muchas casas, se podría decir que se encontraban en una suerte de poblado fortificado, aunque era demasiado pequeño para llamarse pueblo o aldea, caviló.

 

— Vengan por aquí, dijo uno de los hombres que los guiaba.

 

Su nombre era Baltar, era bastante mayor que los padres de Althea, llevaba barba larga y canosa, su piel y sus ojos eran oscuros. Los hizo entrar en el torreón y les proporcionó una habitación en la parte más alta de la edificación.

 

Tuvieron que subir muchas escaleras hasta llegar allí. Al entrar había una sala que contaba con una mesa con sillas, y una gran biblioteca. Del lado derecho de la habitación había una ventana con forma de arco y a la izquierda una puerta la cual llevaba a una recámara muy bonita.

 

Del lado derecho de la habitación había una ventana con forma de arco y del lado izquierdo una puerta la cual llevaba a una recámara muy bonita.

 

 

***

 

Morella - Al sur de Ahir, Cariad

 

 

Los rumores sobre la hija del príncipe Luciano eran ciertos, él se había casado con una humana, en contra de los deseos de la reina. De alguna forma, mágica, tal como son las hadas, habían mantenido el secreto hasta ahora.

 

Catalina de Monnate, dirigente de todo el reino de las hadas, había comenzado a sospechar que su nuera podría poner en peligro a su nieta, por lo que tenía siempre a alguien del clan de los lobos que habitaban aquellos parajes etéricos vigilando a la chica que tendría unos catorce o quince años, su nombre era Victoria.

 

Victoria era una muchachita preciosa, con cabellos cobrizos y los ojos dorados de la familia real, en apariencia una humana normal, pero recientemente la habían retirado de la escuela a la que asistía por un misterioso incidente en el que el lugar se prendió fuego, por lo cual la regresaron a su casa, donde se encontraba ahora, y la reina había solicitado que doblaran la guardia.

 

Las guardias cambiaban constantemente y esa noche a esta tarea acudieron, Morella, su madre Candela, el chamán de la tribu Asterio, y también la pareja de lobos que la acompañaran a dejar a su hija en Mordus: Bella y Romeo.

 

Era una noche muy luminosa, cercana a la luna llena. Los lobos se encontraban bastante cerca de la casa, ya que eran expertos en camuflarse con la naturaleza y el sitio estaba rodeado de altos árboles y preciosos jardines.

 

Entrada la noche, la madre de la joven se asomó a la ventana del cuarto de su hija en la planta superior de la casa, y luego de unos instantes, junto a ella comenzó a materializarse una figura. Al principio era como si un humo negro descendiera del cielo, pero pronto aquella oscuridad se materializó en la forma de un hombre. La primera en verlo a la distancia, fue Bella, quien alertó a los demás.

 

— Es Dionisio... — susurró su madre. — El vampiro de Itzoz.

 

— Pero ¿qué hace aquí? — Preguntó Morella. — ¿Se habrá atrevido a venir solo?

 

Esta pregunta apenas terminó de formarse cuando varios vampiros los atacaron, aparecieron corriendo detrás de ellos, envueltos en las sombras del bosque.

 

— ¡Asterio, avisa a la reina! — Gritó Candela.




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