Althea - Al norte de Syukur
El agua del lago Dow era completamente helada, por lo que se dio el baño más rápido de su vida, no obstante, al menos se había quitado todo rastro de excrementos que pudiera haber sobre ella. Pensó en deshacerse de la ropa, pero luego desistió. Porque únicamente tenía lo que había robado y estas prendas sucias. Decidió lavarlas y esperar que se secaran antes de continuar mientras comía una fruta bajo el sol de mediodía.
Si había tardado ocho días en llegar hasta aquí, seguramente estaría a más de un mes de distancia de Mordus. Se recostó sobre la tierra disfrutando la belleza del lugar. Sus ojos recorrieron el cielo celeste apenas moteado de algunas dispersas nubes. Las copas de los árboles parecían realizar una suave danza al son de la brisa que hacía cantar sus hojas en un arrullador murmullo. Bajo su sobra los troncos rústicos eran delgados y largos.
Todo parecía tan alejado de la realidad, de su realidad. El recuerdo de Primus la sorprendió, extrayendo del fondo de su pecho un gemido ahogado. Se incorporó acercándose al lago, para lavar su rostro, como le había enseñado su madre desde niña. El agua se llevaría sus lágrimas. Sin embargo, no podía parar, el llanto desconsolado sacudía su cuerpo sin cesar.
— Maldito sueño — gimió.
Él no creía en sus sueños. Sin embargo, sus sueños le dijeron que moriría, ella trató también de no creer. Pero, aun así, él se fue. Su sonrisa jovial pasaba por su mente, el brillo dulce de su mirada. ¿Cómo podría olvidar, si ellos habían pasado juntos toda su vida?
Sus lágrimas formaban pequeños círculos que se perdían en el agua de la orilla del lago. ¿Lloraría hasta que se secara completamente? El llanto se intensificó y cuando pensaba que no podría parar, una presencia la reconfortó en un cálido abrazo, que envolvió su cuerpo. Un suave olor de madera mezclada con naranja dulce, se filtró en su nariz. Alguien la estaba abrazando y eso la hacía sentir mejor.
Enderezó su espalda y levantó la cabeza para agradecer a quien estaba a su lado, pero no había nadie allí. Al recorrer con la mirada el lugar pudo descubrir a un hombre a unos cuantos pasos de distancia. La muchacha abrazó su propio cuerpo y con las manos se tocó los brazos preguntándose si sería él quien la había abrazado.
No podía distinguir su rostro porque él se hallaba resguardado a la sombra de los árboles, mientras que ella tenía el pleno sol en su cara.
— ¿Has sido tú? — Lo interpeló.
— ¿A qué te refieres? — Preguntó él. Su voz era grave y algo áspera. Podía ver que era un hombre alto y su cabello lo llevaba bastante largo.
— ¿Has sido tú quien me ha abrazado? — Volvió a preguntarle. Él pareció sonreír, pero no podría haberlo asegurado.
— No me he movido de este lugar — explicó el desconocido. ¿Sería peligroso? Se preguntó. Seguramente no. Podría haberla atacado antes...— ¿Cuánto hace que estás observándome?
— No podría verte, aunque quisiera... — Declaró el hombre y su voz se apagó.
Althea caminó hacia él, despacio, hasta que las ramas de los árboles taparon el sol y finalmente pudo verlo.
Contuvo el aliento sin decir nada por un momento. Su rostro estaba cruzado por dos cicatrices que iban desde el nacimiento de su cabello hasta el mentón, pasando por sus ojos. Esto le daba un aspecto bastante aterrador, pero siendo un hombre ciego, ¿podría ser una amenaza? Su actitud sin duda no era amenazante. Se hallaba apoyado en el árbol descuidadamente. Su cabello era de color chocolate, largo probablemente hasta la mitad de su espalda. Su piel bronceada. Tenía facciones firmes y armoniosas. Seguramente debía haber sido un hombre muy bello antes de quedar así... de hecho aún lo era. Las cicatrices parecían acentuar su masculinidad y mientras más lo miraba más atractivo le parecía.
Observó el resto de su cuerpo, sus ropas estaban raídas y viejas, descuidadas, por debajo de ellas se notaban músculos fuertes, y en el escote de su camisa se veían más cicatrices.
— ¿Qué haces aquí? — Finalmente preguntó.
— Estaba cazando un conejo cuando... te hallé — concluyó de manera misteriosa. — ¿Y tú que haces aquí?
— Viajo... — Althea no sabía si decirle a este extraño lo que le había sucedido, en su interior se sentía instada a confiar, pero su mente era cautelosa. — Hacia el sur, me dirijo a Mordus.
— Mordus está muy lejos — dijo. — ¿Por qué una loba viaja al sur? Es territorio del dios único.
— Soy humana — respondió confusa.
— Eso no es cierto — replicó él. — Puedo oler lo que eres.
Ella frunció el ceño y no respondió. Se volvió para buscar sus pocas pertenencias y decidió continuar su camino.
***
Morella - Monnate
Asterio había preparado todo para comenzar las luchas en pocos días. Muchos anhelaban el puesto de alfa, más de los que ella hubiera imaginado. Morella no quería participar, pero sabía que no podía permitir que Dulio ganara, todos sabían que sus ansias de poder podrían llevar toda la tribu a la perdición. Por lo cual participaría solamente para poder vencerlo y después se retiraría para que alguien más se hiciera cargo.
Anhelaba el día en que pudiera vivir en paz con su hija. Si no fuera porque tenía que atender la última voluntad de su madre acerca del liderazgo, ella misma habría ido por Althea. Su pequeña cachorra debía estar sufriendo mucho la pérdida de su esposo y además siendo perseguida.
Rememoraba cuando la dejó con sus padres humanos, envuelta en una manta marrón de lana de sérvila, en la cual se hallaba bordado su nombre.