Althea - Al norte de Syukur
Mientras avanzaba en silencio, Althea no podía dejar de mirar a Gaebon que caminaba por delante, ¿cómo podía ser ciego y no chocarse con ningún árbol? Él le había dicho que era porque sus otros sentidos estaban más desarrollados que los del resto de los hombres lobo. Y esto la llevó a la siguiente pregunta, ¿por qué atraía a estos cambia formas? ¿Qué era lo que ellos querían de ella? ¿Y por qué decían que era una loba también?
Suspiró resignada sin poder hallar la respuesta a todas sus preguntas, solamente podía hacer suposiciones, sus progenitores tal vez eran licántropos y la habían dejado con estas personas que ella conocía como sus padres por algún motivo, pero Althea nunca había tenido ningún síntoma de ser diferente o rasgos de la supuesta transformación.
— Gaebon, ¿cómo puedo saber si soy como tú? — Preguntó finalmente deteniéndose.
Él se volvió y parecía que la mirara en la oscuridad.
— Tu olor es el de una mujer lobo, deberías haber tenido tu cambio entre los trece y los dieciséis años. Si eso no ha sucedido, probablemente estés bajo algún hechizo, pero es indudable para mí lo que eres.
Ella se sentó contra un tronco caído.
— ¿Crees que este sea un buen lugar para descansar?
— Sí, me alejaré un poco para transformarme y veré si encuentro comida.
— Tengo unas frutas — ofreció la muchacha.
Él sonrió hacia un lado y sus dientes resplandecieron en la oscuridad.
— Cómelas tú, yo encontraré un conejo.
— ¿Y lo comerás crudo? — Exclamó ella sorprendida.
— Soy un lobo... — Susurró él antes de alejarse.
Althea se sintió incómoda ante su ausencia, de repente se dio cuenta de que Gaebon la hacía sentir protegida y segura. No sabía por qué, tal vez era su aroma cálido, o su voz grave, o simplemente que necesitaba desesperadamente confiar en alguien.
Tomó del atado de ropa que portaba, un melocotón, y lo comenzó a comer mientras esperaba, era dulce y jugoso. Hasta ahora no se había dado cuenta de que estaba famélica, llevaba muchas horas de ayuno.
Se quedó con hambre; no obstante, no quiso tomar otra cosa para que los alimentos le rindieran lo más posible, no quería verse expuesta a tener que comer un animal crudo, lo cual probablemente sucedería, pero mientras pudiera evitarlo, mejor.
No supo cuánto pasó, estaba cansada de escudriñar en las oscuras sombras y ya empezaba a tener frío. Hizo un gesto para levantarse con intención de caminar un poco por el lugar, pero no pudo completarlo. Se quedó completamente inmóvil al ver una bestia junto a ella. No era un lobo común, era uno descomunalmente grande, mucho más que aquellos que habían asaltado la habitación la noche de la muerte de Primus.
Su corazón comenzó a latir desesperado, la luna se filtraba por detrás de él, revelando un encrespado pelaje marrón oscuro, pero las sombras le impedían ver sus ojos. El animal se movió dando un paso hacia ella, que apretó los párpados, presa del terror, esperando un ataque, pero solo sintió la húmeda lengua de aquel ser pasar por todo su rostro...
— ¿Gaebon? — Susurró, abriendo los ojos apenas, tocó la cara lobuna, todavía asustada y pudo notar las cicatrices. — ¡Oh! — exclamó. — ¡Me has dado un susto de muerte!
Él emitió un sonido similar a un gemido y la empujó con su hocico hacia el suelo mientras se tendía a su lado. El lobo apoyó su cabeza en las raíces del árbol muy relajadamente. Althea dudó un poco, pero finalmente se recostó apoyándose contra el cálido cuerpo de Gaebon.
***
Bella - En las afueras de Mordus, Syukur
El aire fresco de la noche le recordó a la mujer el momento en el que había acompañado a Morella a dejar allí a su hija. Romeo, quien ahora caminaba junto a ella, también realizó ese viaje junto con ellas, él había sido su guía en aquella oportunidad.
Eran muy jóvenes, Bella se había criado junto a la nueva líder de la tribu, y habían conocido a Romeo durante sus estudios en la tierna infancia, él ahora era su pareja.
En aquel tiempo vivían en Cariad, allí Morella había conocido al padre de Althea. Ellos eran destinados, pero cuando él supo que la joven era una mujer lobo la rechazó. Y ya no quiso saber nada ni de ella ni de su hija por nacer.
Candela había advertido a su hija de los riesgos de meterse con un servidor del dios único. La Alfa estaba realmente enojada con Morella, decía que traicionaba el Hálito y no quiso aceptarla nuevamente hasta que se deshiciera de la niña.
Morella no quería que su hija corriera riesgos, por lo cual suplicó a Asterio colocar un encantamiento para que permaneciera humana hasta que pudiera recibirla en Monnate.
Ahora, luego de los trágicos acontecimientos, había llegado la hora de devolver a Althea junto a Morella. Rodearon el pueblo para quedar del lado norte e interceptar a la chica antes de que entrara en Mordus, en el caso de que realmente viniera.
Romeo había descubierto que los lobos que seguían a Rudolf estaban en el lugar también, esperándola cerca de la casa de sus padres, la cual se hallaba al sur del poblado. Por esto debían ser cuidadosos y anticiparse a ellos.
***
Althea - Al norte de Syukur
Después de muchos días, por fin Althea tuvo un dulce despertar. El sol del amanecer acariciaba su rostro, su cabeza reposaba sobre la tibia piel de color marrón oscuro que la envolvía.
Abrió los ojos lentamente y se encontró aprisionada entre las cuatro patas del gran lobo. Se movió un poco y sintió el hocico del animal respirando sobre su cabello.