El destino en sueños

Capítulo 13

Gaebon - Al este de Syukur

 

 

Entrada la mañana descendieron hasta el río en busca de agua. Llevaban ya casi diez días de viaje y no habían recorrido ni la mitad del camino.

 

Ambos juntaban el líquido transparente, entre sus manos, para beber. También llenaron un viejo odre, que Althea traía con ella.

 

A medida que avanzaban hacia el sur, las bajas temperaturas los iban abandonando, pero aún hacía bastante frío por las noches, hasta que el sol tocaba el medio cielo, además, el clima de Syukur siempre era inestable.

 

Desde que despertaron no habían cruzado palabra en absoluto, era obvio para Gaebon que la chica seguía enojada, aun en su forma humana, podía sentir el olor acre de la ira mezclado con su dulce aroma. Sin embargo, ella no lo volvió a echar de su lado.

 

Lo bueno de toda la situación era que algo en los sucesos del día anterior había logrado debilitar el hechizo que pesaba sobre Althea, puesto que ella ya podía recibir sus pensamientos.

 

— ¡Gaebon! — La voz de una niña que pronunció su nombre lo sobresaltó. Estaba tan concentrado en Althea que no había percibido su cercanía. Se volteó hacia ella aunque no pudiera verla. —Le diré a mamá que has venido — dijo mientras corría montaña arriba.

 

Cerca del lugar donde se encontraban, había una aldea pequeña en la cual los seres mágicos solían refugiarse cuando eran expulsados de sus pueblos por los escuadrones del dios. Era un sitio de paso, ya que luego continuaban su camino hacia el reino de Agyry, territorio de los demonios de la sombra.

 

—¿Quién es? — Preguntó Althea, su voz sonaba alarmada.

 

—Su nombre es Niri, cerca de aquí hay una aldea donde se refugian los que son como yo.

 

—¿Lobos?

 

—Seres no humanos, expulsados de sus hogares por el dios único — explicó.

 

—¿Se pueden considerar amigos?

 

—Niri y su madre sí, pero no sé de los demás, ya que es un lugar de paso — se puso de pie y la instó a seguirle con un gesto. —Vayamos, allí podremos aprovisionarnos para lo que resta del viaje.

 

—¿Crees que sea seguro?

 

Gaebon hizo silencio un momento. No creía que fuera seguro, pero sin duda era necesario.

 

—Diremos que eres mi compañera, eso será más seguro para ti — respondió de manera pensativa.

 

—¿Qué significa eso? — Ella, que caminaba detrás de él, tomó su mano para detener su avance.

 

—Si alguno de los lobos que te persiguen llegará a estar allí, lo pensarán dos veces antes de intentar acercarse.

 

—Pero antes...

 

—Tu marido era humano, no presentaba una amenaza para ellos.

 

—¿Y nos creerán? —Althea lo soltó para que siguieran avanzando.

 

—Tienes mi olor en tu cuerpo, claro que nos creerán.

 

El olor de la chica se volvió extremadamente dulce, lo que hizo saber a Gaebon que sus palabras la habían excitado. Sonrió sin que ella pudiera verlo.

 

 

 

***

 

 

 

Althea - Al Este de Syukur

 

 

Luego de caminar bastante, subiendo la ladera, donde el bosque se hacía cada vez más espeso, y después de atravesar angostos pasajes entre las rocas, Althea y Gaebon llegaron hasta un pequeño asentamiento en lo que parecía un valle en medio de las montañas.

 

La distribución del lugar era algo parecido a un mercado, tiendas a lo largo de un camino central y detrás de estas, chozas o cabañas precarias.

 

Caminaron un poco entre las personas, tomados de la mano, a Althea no dejaba de sorprenderle la forma en que Gaebon esquivaba los obstáculos delante de sí, sean seres u objetos. Era sabido que los licántropos tenían sus sentidos muy desarrollados, pero al ser invidente, seguramente, esto se había potenciado.

 

La niña les volvió a salir al paso, era pequeña de estatura aunque tendría unos trece años, sus cabellos eran de un rubio dorado y sus ojos pálidos como canela seca.

 

— ¡Aquí estás! — La muchachita se abalanzó sobre el lobo y tomándolo de la mano, lo jaló, guiando a la pareja detrás de unos puestos, para meterlo en una tienda.

 

Dentro de aquel rústico pabellón, había dos mujeres en lo que sería una cocina, ya que había allí un fogón con una olla por encima y una mesa con algunas sillas rudimentarias. Una de aquellas mujeres debía tener unos treinta años y se notaba por sus características que era la madre de Niri: tenían el mismo cabello y color de ojos, incluso las mismas pecas cubrían sus rostros. La otra, se veía anciana y su expresión afable le recordaba bastante a Aneti.

 

Las miradas recayeron sobre Althea.

 

—Althea es mi compañera — aclaró Gaebon, haciendo que la chica se sorprendiera. ¿Qué sería lo que habría percibido él para hacer semejante declaración sin que nadie preguntara nada?

 

—Está bien — respondió la madre de la niña. —Nos sorprendimos porque Niri no nos dijo que estuvieras con alguien.

 

La rubia parecía molesta, pero la anciana rio, esta, se hallaba sentada ante una mesa de madera y la madre de Niri, de pie a su lado.

 

—Son bienvenidos — la voz de la viejita insinuaba que tenía más años de los que Althea pensaba. —Te dije que cuando volvieras no lo harías solo — volvió a reír.

 

— Cierto — aceptó el lobo. — No lo recordaba — un silencio tenso se introdujo en la tienda. — Althea, estas son Carmine y Laila, ellas me acogieron cuando mi aldea fue devastada.

 

— Me alegra conocerlas — musitó la chica algo nerviosa.

 

Ambas mujeres le sonrieron, aunque la más joven, Laila, se notaba todavía incómoda por la presencia de Althea.




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