Althea - Al este de Syukur
Luego de un par de días de andar, el cielo comenzó a cubrirse de blanco, esto alarmó a Althea, puesto que sabía que era un presagio de nieve inminente.
— Debemos buscar refugio — expresó Gaebon, quien seguramente olía el cercano temporal.
— Lo sé, el cielo ya se ha cubierto.
— Los bosques aquí son menos tupidos que en el lado oriental de las montañas Kru — comentaba Gaebon. — Debemos encontrar un árbol de follaje abundante y bajo.
— Puedo ver algunos al frente, pero no sé si llegaremos a ellos antes de que nieve.
— Lo haremos, Si empieza a nevar antes, me transformaré y te cargaré.
Ella no dijo nada, y aceleraron la marcha, aunque no había viento, empezaba a sentir frío, el aire se había vuelto gélido.
Se encontraban tan solo a unos metros del grupo de árboles cuando los primeros copos comenzaron a caer. Gaebon se quitó la ropa mientras avanzaban y se la dio a Althea antes de transformarse. El lobo se metió entre las coníferas y buscó refugio en un gran abeto que se hallaba en medio del bosquecillo. Él se tendió contra el ancho tronco, y la chica, envolviéndose en su abrigo de lana de Urio se acurrucó contra el peludo cuerpo.
Al principio podían ver la nevisca caer entre las ramas, pero a medida que la tormenta se hacía más fuerte, las ramas comenzaron a descender por el peso de la nevada que se acumulaba sobre ellas. Esto hizo que se formara sobre ellos una suerte de tienda natural que los protegía del viento y la nieve.
Comieron unos trozos de carne en silencio y aprovecharon a dormir.
***
Gaebon - Al este de Syukur
Al amanecer la tormenta había amainado, y tuvo que hacer un hoyo en la gruesa capa de hielo que se había formado sobre las ramas, para poder salir de su improvisado refugio. Afortunadamente no se había acumulado más de dos palmos de nieve, y podrían caminar sin tanta lentitud.
— Qué belleza — declaró Althea. — En Mordus también nieva, pero la vista desde aquí es bellísima.
Gaebon se lamentó de no poder compartir esto con la chica, ya que no lo podía ver, de hecho nunca había visto la nieve, pues jamás había viajado tan al norte antes de perder la vista.
— Me alegra que puedas disfrutar el paisaje, pero tenemos que seguir.
— Lo siento — se disculpó su compañera. — No quise entristecerte, yo…
Gaebon sonrió.
— No me has entristecido — aunque sí le había incomodado el no poder compartir con ella la belleza del lugar, se alegraba de que su lazo se estuviera fortaleciendo de tal manera como para que Althea pudiera sentir sus emociones. — Sigamos.
Él avanzó hacia el sur, guiándola.
El sol brillaba en el cielo, podía sentirlo acariciar su rostro. Probablemente, la nieve se derretiría en un día o dos, y eso no retrasaría tanto su marcha.
***
Althea - Al este de Syukur
A medida que avanzaban la nieve comenzaba a disiparse, ya habían pasado dos días desde la tormenta y el clima empezaba a hacerse más cálido, aunque todavía las noches eran frías, pero eso era común en Syukur.
— ¿Crees que estemos muy lejos? — Preguntó ella en un momento que descansaron para comer.
— ¿Puedes distinguir las montañas Granniz?
Se hallaban sentados uno junto al otro en el suelo, a la sombra de un árbol.
— Bastante a lo lejos — informó ella mirando hacia el sur.
— Pues, diría que unos siete u ocho días si seguimos a este paso y si el clima nos favorece. Al encontrar las montañas solo tendremos que bordearlas hacia el poniente y llegaremos.
— ¿Y si ellos me están esperando allí? — Dijo Althea con preocupación en su voz.
— Diría que son muy persistentes – él sonrió con ironía.
— No sé por qué me perseguían.
— Son lobos sin manada, probablemente buscan aparearse.
— ¡¿Qué?! — Exclamó Althea tosiendo ahogada.
— Estos… lobos descarriados, suelen no tener compañera, ellos secuestran lobas para intentar tener hijos con ellas, es uno de los motivos por los cuales no los aceptan en ningún lugar.
— Yo no puedo tener hijos.
— ¿De qué hablas?
— Primus y yo estuvimos juntos desde muy jóvenes, yo nunca me quedé embarazada.
— Los lobos no pueden tener hijos con quienes no son sus parejas destinadas, es por eso que la población lobuna ha disminuido tanto.
— ¿Entonces por qué lo hacen?
— Como te dije, la mayoría piensa que esto es un mito.
— Aneti, la bruja de Mordus, cuando le consulté al respecto me dijo que era yo el problema, que… Primus habría podido tener hijos con otra.
— Es porque no era tu compañero.
— ¿Es porque era humano?
— No, a veces el Hálito pone compañeros de otra raza para los lobos, aunque no es lo común.
— ¿Y cuándo empiezan a buscar pareja?
— Pues, normalmente a los dieciséis años llega el primer celo de las hembras y están en condiciones de encontrar a su compañero.
Esto sorprendió un poco a Althea, ya que era la edad en la que había empezado a tener intimidad con Primus.
— ¿Y lo encuentran?
— Imagino que antes del dios único lo encontraban, pero en estos tiempos no, es algo muy fortuito, la mayoría pasamos la vida buscando nuestra pareja, y los pocos que la hallan son muy, pero muy afortunados.