Althea - Al este de Syukur
Pasó un día completo, casi sin hablar con Gaebon más que lo básico, Althea no podía con la vergüenza. Luego de que salieran de aquella aldea entre las montañas, Gaebon no se había convertido en lobo, a excepción del día de la tormenta de nieve, pero en la noche le pidió que se transformara nuevamente para evitar la situación de la velada anterior.
Al detenerse para comer algo no pudo aguantar más el silencio.
— Por qué no me lo dijiste antes — reclamó indignada.
— Pensé que lo mejor sería que lo descubrieras por ti misma, recién nos conocemos y no sabes nada de nuestra especie — explicó. — Además, acabas de perder a tu marido, a quien amabas.
— Y por qué terminaste diciéndolo, después de... — un sonrojo intenso cubrió su rostro y no pudo seguir hablando, abochornada por la forma en la que había actuado.
— Por esto mismo, Althea — la voz de él era suave y conciliadora. — No tenía sentido que te sientas mal por algo que inevitablemente sucedería.
Althea observó al hombre delante de sí, las cicatrices de su rostro cruzaban sus ojos, dejando en sus iris pequeñas nubes y continuaban por su torso, donde estaban rodeadas por dibujos mágicos que alguien había realizado para salvar su vida. Aun con todo aquello le resultaba extremadamente atrayente. Era alto y tenía un cuerpo hermoso, su cabello marrón con reflejos dorados caía espeso hasta sus hombros.
La chica suspiró. Desde el primer día en que lo vio, algo se había encendido en su interior.
— No tenía control de mí, era como si fuera otra persona — susurró. — Nunca me había pasado algo así.
— Seguramente el habernos encontrado ha debilitado el hechizo que pesa sobre ti y tu parte de loba puja por salir.
— ¿Eso es posible? — Preguntó sorprendida.
— Puede ser, la conexión creada por el Hálito es muy fuerte — ella asintió y Gaebon continuó hablando: — De cualquier manera, pienso que es preferible que evitemos que vuelva a ocurrir hasta que estés segura de que eres mi compañera.
— Creo en tu palabra.
El lobo sonrió y pequeños hoyuelos se dibujaron en sus mejillas.
— Será mejor que continuemos, si el Hálito nos bendice, pronto llegaremos a Mordus.
— Pero... ¿Y si ellos están allí?
— Estás conmigo ahora, nada te sucederá.
— ¿Y si nos atacan? — Recordaba el día en que aquel lobo había entrado por la ventana.
— En ese momento veremos — él sonrió de manera misteriosa y comenzaron la marcha.
***
Bella - Mordus, Syukur
Fuera de la rústica cabaña de Aneti, la bruja; Bella y Romeo esperaban pacientemente.
— Oh, ya están aquí — dijo la anciana al abrir la puerta.
— ¿Para qué nos has llamado? — Preguntó Romeo sin intención de entrar.
— Necesitaba hablarles — gruñó la viejita mirando al lobo con desaprobación.
Bella, no quería intervenir en lo que sabía, terminaría en una infructuosa discusión.
— No debiste enviar a Althea con ese infame de Rudolf — comenzó su compañero.
— Ya te dije que no la envié, solo le di la información que me pidió, una simple ayudadita a su destino — la voz de la anciana sonaba envejecida y ronca.
— Basta, por favor — interrumpió la loba tratando de calmar las aguas.
— Ya dinos qué necesitas — exigió Romeo tragándose sus palabras y reproches.
— Althea está cerca, por el camino del noreste, la he visto en sueños — explicó. — Deben apresurarse porque los atacarán antes de llegar aquí.
Ambos corrieron alejándose del pueblo hacia el norte y luego de un trecho considerable adoptaron su forma lobuna para avanzar más rápido.
***
Gaebon - Cerca de Mordus, Syukur
El sol había pasado el medio cielo y podía sentir su calor azuzar el lado derecho de su cuerpo. Llevaban diez días desde el incidente nocturno y estaban llegando a las montañas Graniz, que se encuentran en el límite entre Syukur y Cariad, ya habían dejado atrás el frío del norte y el clima templado del sur se hacía presente, aunque las temperaturas estaban muy lejos de ser cálidas como las de Godo, su tierra natal.
Un ácido aroma llegó hasta su nariz, y entendió que otros lobos se acercaban en un estado alterado. Rápido, comenzó a quitarse la ropa.
— Mantente detrás de mí — ordenó a la chica antes de que su cuerpo tomara su forma de lobo.
Ella tomó sus prendas del suelo rápidamente, en un gesto automático, mientras observaba hacia todos lados, asustada.
Él dejó de prestarle atención y se concentró en los aromas y sonidos que se acercaban, eran por lo menos diez lobos, debería hacer uso de toda su astucia e instinto para poder mantener a salvo a Althea, aunque su vida se fuera en ello.
Casi de inmediato estuvieron allí, y se lanzaron salvajemente sobre él. Aunque lo superaban en número, Gaebon tenía la ventaja de ser del doble de tamaño que cualquiera de ellos, por lo que mientras que los pequeños lobos lo herían levemente, las heridas que él podía infligir eran de gravedad y pronto cuatro de los atacantes quedaron fuera de combate.
Se apartaron un poco cuando él se los sacudió de encima, y todos tomaron un respiro para volver rápidamente a enroscarse en una maraña de gruñidos, mordidas y arañazos.
En un momento realmente pensó que iba a sucumbir, cuando dos lobos aparecieron sin que él pudiera saber de dónde y se lanzaron en su rescate.