Althea - Al sur de Mordus
Pasaron varios días caminando los cuatro sin hablar más que de cosas triviales. Althea sentía que todo lo que le sucedía y lo que ahora sabía era demasiado para ella, por lo que no se atrevió a seguir indagando. Emocionalmente se encontraba turbada. Gaebon, aunque no le decía nada, parecía saberlo, y la mayor parte del tiempo estaba cerca de ella haciéndole sentir su apoyo.
Una mañana, luego de cinco días, su compañero los despertó antes de que amaneciera.
— Nos están siguiendo, debemos apresurarnos.
— ¿Cómo lo sabes? — preguntó Romeo.
— Los huelo — Gaebon se quitaba la ropa mientras hablaba. — En nuestra forma lobuna iremos más de prisa.
Nadie preguntó como él sentía el olor de sus perseguidores y los demás no. Parecían haber entendido que sus sentidos estaban más desarrollados. Además de esto, las órdenes de Gaebon, no admitían una negación.
Althea guardaba apresuradamente la ropa del hombre en su morral cuando éste le habló telepáticamente:
— Sube sobre mi lomo.— Althea no perdió tiempo y obedeció. — Sostente con fuerza.
Comenzaron la huida hacia el sur de inmediato. Bella y Romeo también se habían transformado y los seguían.
La cabalgata sobre el lomo de un lobo no era algo que se le diera naturalmente bien a la muchacha, pero se esforzó por no caer. Envolvió sus brazos alrededor del pescuezo del gran animal y flexionó las piernas a los costados para tener mejor agarre. De a ratos sentía que se resbalaba por el suave pelo hacia alguno de los lados, no obstante, pronto volvía a acomodarse.
Luego de unas horas, el viaje se tornó bastante pesado para Althea. El clima del sur de Syukur era más cálido que en el norte. Esto hacía que la vegetación fuera diferente, por ejemplo los árboles estaban más juntos y eran más tupidos y las hierbas rastreras también eran mucho más abundante, lo que les dificultaba un poco el camino.
Gaebon estaba completamente recuperado de sus heridas, pero con la chica sobre sí, no podía avanzar más deprisa. Al llegar a un claro Romeo les indicó que se detuvieran.
— No creo que podamos llegar antes de que nos alcancen.
— Yo pienso como Romeo — afirmó Bella.
— Tienen razón, no llegaremos — aceptó Gaebon. — ¿Tienen alguna idea?
— Creo que Bella debería ir a Monnate sola y buscar refuerzos y nosotros intentar detenerlos hasta que ella regrese.
— Es muy peligroso para Althea y también para Bella — dijo Gaebon preocupado.
— No tenemos más opciones: Bella es rápida y avanzará mejor sola. Nosotros defenderemos a Althea, hasta que ella regrese. Incluso una vez allí, Asterio puede conjurar un naloy y la ayuda llegaría de inmediato.
— Creo que tiene razón — intervino Althea.
— Bien, hagámoslo.
Bella corrió alejándose de ellos, que se prepararon para esperar a sus perseguidores.
***
Gaebon - Frontera entre Syukur y Cariad
Tuvieron un rato para descansar. Aunque a Gaebon la ansiedad no le permitía relajarse del todo, podía sentir el fuerte olor de los seguidores de Rudolf, mucho más intenso con cada ráfaga de viento que pasaba. Pero aún no los oía, en el momento en que comenzara a oír sus pisadas ya estarían muy cerca.
El aroma de Althea y su desenfrenado latir del corazón, le anunciaban su miedo. Se acercó a ella que se hallaba sentada sobre la raíz saliente de un árbol y lamió su rostro intentando darle ánimo. Ella lo abrazó y besó su cara lobuna.
— No temas, yo te protegeré — habló en la mente de la muchacha.
— Más miedo me da que te hieran — murmuró ella con el rostro hundido en su pescuezo.
— Viviré — afirmó. — No voy a permitir que nadie te arrebate de mí, ni la muerte.
Ella comenzaba un sollozo cuando Gaebon oyó a los lobos acercarse.
— Están aquí — le dijo a Romeo quien de inmediato se puso en guardia.
***
Althea - Frontera entre Syukur y Cariad
Los atacantes aparecieron desde los flancos, Althea quedó en medio de Gaebon y Romeo. Intentó no gritar y mantenerse firme para no distraer a sus acompañantes de la lucha inminente.
El primero en ser atacado fue su compañero, supuso que los secuaces de Rudolf pensaban que aún debía estar herido, y por eso se encontraría en desventaja. Sin embargo, no fue así. Casi de inmediato Gaebon había dejado fuera de combate a tres de los pequeños agresores. Aunque estos eran más numerosos y rápidos, el enorme lobo se podía anticipar a sus movimientos y los interceptaba con gran agilidad. Detrás de él, Romeo, hacía otro tanto, y aunque no era tan fuerte como Gaebon, superaba por bastante a sus adversarios, que no habían logrado herirle de ninguna manera.
Althea, se refugió en un lugar apartado, agazapada contra un árbol tumbado, desde donde observaba la encarnizada escena. Se escuchaban gruñidos y sollozos que provenían de los hocicos lastimados de los cuadrúpedos que habían intentado atacarlos, infructuosamente. Una nube de polvo, pelos y goteos de sangre se había formado alrededor de ellos.
Por un momento, la duda y el temor los mantuvieron bastante paralizados y como a la expectativa. Y si todo hubiera continuado de esta manera, se hubiera terminado todo en los próximos minutos, con una victoria arrolladora de Gaebon y Romeo. Pero imprevistamente, dos lobos de mayor porte que los otros, habían logrado aprovechar la distracción de la pelea, para acercarse furtivamente hasta donde estaba Althea. Instintivamente, se volteó en el preciso instante en el que uno de aquellos saltaba desde la espesura, buscando atraparla. En lugar de eso, solo pudo rasgar de un tarascón, un trozo de los yuyos que crecían por doquier.