el destino no espera

El reencuentro

El día siguiente fue extraño para Kasutora. No podía concentrarse. Las clases pasaban frente a él como una película vieja y sin sonido. No dejaba de pensar en Eri. En su voz. En lo que dijo al final: “aunque eso me ponga en peligro”.

¿Qué había querido decir?

Cuando sonó el timbre de salida, no fue a casa. Fue al parque. Al mismo lugar del reencuentro. Se sentó en la banca donde la había visto la última vez. Esperó.

El cielo empezó a nublarse, como si el mundo también estuviera conteniendo el aliento. Y justo cuando pensaba que no vendría…

—Sabía que volverías —dijo una voz a sus espaldas.

Eri.

Llevaba puesta una chaqueta gris, una bufanda que le cubría el cuello, y el mismo brillo en los ojos que tenía de niños… aunque ahora más profundo, más herido.

—Tengo muchas preguntas —dijo Kasutora.

—Y yo muchas respuestas —respondió ella, sentándose a su lado—. Pero no todas te van a gustar.

Un silencio incómodo los envolvió. El viento sopló más fuerte. Ella bajó la mirada y jugueteó con un anillo en su dedo. No era de compromiso. Era viejo, con un símbolo extraño.

—Después del accidente… mi familia cambió —confesó—. Mis padres murieron, pero mis hermanos… ellos... tomaron otro camino. No uno bueno. Se volvieron asesinos. Viven por contratos. Matan por reglas. Y yo… yo crecí con ellos.

Kasutora la miró sin decir nada.

—¿Y tú? —preguntó ella—. ¿Qué hiciste después?

—Sobreviví. —La palabra salió como una piedra pesada—. Todos murieron, menos yo. A veces pienso que debí irme con ellos. Pero sigo aquí. Y ahora tú vuelves… diciéndome que estás en peligro.

Ella lo miró, y en sus ojos no había lástima, solo comprensión.

—Estoy aquí porque confiaba en ti entonces… y todavía confío.

Eri sacó algo del bolsillo. Una hoja doblada. Kasutora la desdobló y leyó en silencio:

"Cena familiar. Siete en total. Uno invitado. Uno objetivo."

—¿Esto es…? —empezó a preguntar.

—Sí. Mi hermano mayor te quiere muerto. Cree que eres una amenaza. Que sabrás cosas que no deberías saber.

—¿Y tú?

—Yo… estoy cansada de seguir órdenes. Quiero escapar. Pero si me voy, te matarán. Si te alejas, me matarán a mí. Así que pensé que… juntos… tal vez podamos engañarlos.

Kasutora se quedó en silencio. Cerró los ojos y respiró profundo.

—Entonces que empiece el juego —dijo, con una sonrisa tranquila y un rastro de ironía—. Invítame a cenar con tu familia asesina.

Eri soltó una carcajada suave. Por un segundo, fue como si volvieran a tener diez años. Pero ambos sabían que ya no eran niños.

Ya no había vuelta atrás.



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En el texto hay: supervivencia, accion, romanse

Editado: 26.06.2025

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